24
Feb

Por Javier Carrillo

De acuerdo con el Diccionario de Economía provisto por este blog, la política monetaria consiste en el “control de la oferta monetaria por parte del Banco Central. Su objetivo, normalmente, es la estabilidad de precios que se logra a través de la manipulación de una serie de variables monetarias.” Nuestro diccionario también define al Banco Central como una “institución destinada a vigilar el sistema bancario y regular la cantidad de dinero que hay en la economía. Sus funciones precisas varían de acuerdo a las regulaciones legales de cada nación pero, en general, incluyen: a) Diseñar la política monetaria, realizando operaciones de mercado abierto, fijando el tipo de interés de regulación monetaria (que es el precio al que el banco central presta dinero al sistema bancario, también se llama tipo de interés de descuento) y determinando el coeficiente de caja que debe tener el sistema bancario. b) Actuar como prestamista de última instancia, entregando dinero a los bancos comerciales para que éstos puedan hacer frente a sus eventuales necesidades y compromisos. c) Recibir y manejar las reservas internacionales (divisas) del país. Los bancos centrales son normalmente instituciones públicas aunque pueden ser, y han sido en muchos casos, sociedades privadas o mixtas; en todo caso, en la mayoría de las economías importantes, los bancos centrales poseen una alta independencia y una gran autonomía operativa con respecto a los poderes públicos, con lo que se busca garantizar una política monetaria sólida, alejada de los vaivenes de la política cotidiana y capaz de ofrecer un entorno monetario estable a las actividades económicas privadas.”

Hace ya algún tiempo, Rafael nos ofrecía en un post una breve ampliación de las anteriores definiciones, ajustada a la realidad más reciente. En la misma línea, The Economist cuestiona los límites de la política monetaria convencional y de las funciones tradicionales de los bancos centrales. Como propone el artículo en su comienzo, y también sugiere el Financial Times, es esta nueva realidad de la política monetaria la que habría sacado al alemán Weber de la carrera por la presidencia del Banco Central Europeo. Al anunciar su retirada Weber reconoció ante la prensa, “The Bundesbank’s executive board has often been equipped with people who were close to retirement age … We need a signal of rejuvenation.”A la vista de los últimos acontecimientos, esta máxima parece aplicar no sólo a los banqueros centrales: ¿cómo deberían ser los bancos centrales del siglo XXI?

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