Durante los dos últimos años las economías más grandes del mundo han estado inmersas en una crisis económica de dimensión desconocida en los últimos 80 años.
Por el contrario las economías emergentes, los famosos BRICs se han convertido en unos juggernauts con una velocidad de crecimiento que se incrementa según pasan los años.
La realidad económica se ha transformado de forma significativa desde que, a finales del siglo XVIII, David Ricardo defendió la ventaja competitiva en el comercio internacional presentando la teoría que todos los países podían beneficiarse del mismo, ya que cada uno vende lo que hace mejor y compra lo que carece.
La realidad es que cuanto más crecen las economías emergentes, mayor es el impacto en países como Estados Unidos y se refleja en cuestiones que no suele ser del agrado de los países desarrollados. Las consecuencias para éstos son variadas: Pérdida de la hegemonía económica y por lo tanto política que se refleja en una menor valoración de su divisa o aumento del desempleo con una dificultad ingente para reducirlo
La política agraria común es uno de los pilares de la Unión Europea, pero podemos observar como una oleada de medidas proteccionistas se ha instalado en el viejo continente y Estados Unidos como reacción a este nuevo rol que se ven obligados a jugar dónde su peso es decreciente.
Las tensiones económicas tienen su reflejo en la política, así que debemos prepararnos para un incremento en los desacuerdos entre Asia y Occidente que tendrá su reflejo en la forma de llevar adelante políticas globales de medioambiente o de seguridad. El mundo seguirá siendo cada vez más global pero el tono de las relaciones es y seguirá siendo tenso.
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