He leído y escuchado varias veces en estos últimos días, en relación con el rescate a la economía irlandesa y el Plan de Recuperación Nacional –aprobado esta misma semana- referencias al impuesto de Sociedades irlandés y a la necesidad de elevarlo. Como bien sabrán los lectores, en el duro ajuste anunciado por las autoridades irlandesas, con subidas de impuestos y reducciones de gasto público, ha mantenido inalterado el impuesto de Sociedades en el tipo del 12,5%, y es que pese a las presiones –interesadas- de muchos otros países europeos que cuentan con una tributación más onerosa para las empresas y que ven en el impuesto irlandés un claro ejemplo de competencia “desleal”, en Irlanda existe un curioso consenso, que aglutina desde el Gobierno y la oposición política a los sindicatos o la iglesia católica, en que el impuesto de Sociedades debe mantenerse en el 12,5%, puesto que es uno de los pilares básicos del progreso económico del país de las últimas dos décadas.
Y es que es un error infantil –o una intoxicación interesada- considerar que el origen del desequilibrio presupuestario del gobierno irlandés está en su baja tributación de Sociedades. Si Irlanda tiene en estos momentos un déficit presupuestario que supera el 32% del PIB no es por el competitivo tipo al que están gravadas sus empresas sino por razones totalmente distintas: por el rescate presupuestario de la banca irlandesa, que estaba en una situación crítica por su exposición a la burbuja inmobiliaria que estalló en dicho país. De hecho recuérdese que este país, tradicionalmente, ha sido una de las economías con IVA más alto de la Unión Europea, con un 21% que ahora se subirá al 23%. Es decir, que el modelo de crecimiento adoptado por Irlanda rebajaba la carga fiscal a las empresas, porque entendían que de esa manera se contribuía a atraer inversiones, crear empleo y riqueza, a cambio de una mayor carga impositiva sobre los consumidores.
Al ser fieles a sus convicciones, el programa de ajuste presentado por el Gobierno irlandés, que parece haber dejados satisfechos tanto a la UE como al FMI, ha realizado un ajuste fiscal y presupuestario muy duro, con la creación de nuevas tasas –sobre el agua potable- e impuestos –el inmobiliario- y la elevación del impuesto sobre la renta, entre otros, y con un ajuste muy duro en el gasto público, pero no han tocado el impuesto de Sociedades. El Gobierno ha reconocido que el ajuste repercutirá negativamente en los ingresos de los irlandeses, pero no han querido tocar una herramienta que les ha reportado mucho bienestar en las últimas dos décadas.
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