Acabamos de conocer, hace sólo unos minutos, los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondientes al cuarto trimestre de 2009, lo que nos permite tener una visión completa de la evolución de nuestro mercado de trabajo en el conjunto del pasado año.
No será ninguna sorpresa para los lectores conocer que el comportamiento de nuestro mercado de trabajo en 2009 fue francamente malo, con una destrucción de 1.210.800 empleos y un aumento del paro cifrado en 1.118.600 personas, lo que eleva la tasa de paro hasta el 18,83 por 100, 4,93 puntos más que hace un año. Asimismo, un dato muy dramático es el de las 1.220.000 familias en las que todos sus miembros activos están en paro, una cifra que se ha incrementado en 392.800 hogares a lo largo de 2009.
En los últimos días hemos escuchado a algunos responsables políticos decir que la “culpa” del aumento del desempleo era el incremento de la población activa: esa idea de que al quedarse un miembro de la familia en paro, todos los demás en edad de trabajar se apuntaban al paro. Más allá de que sea lamentable decir que la culpa del paro la tiene la gente que quiere trabajar, los resultados de la EPA cuestionan la importancia cuantitativa de dicho fenómeno, dado que la evolución de la actividad en 2009 fue muy distinta. De hecho, en el conjunto del año se registró un descenso de la misma cifrado en 92.200 personas.
Es decir, que en España, en 2009, la población activa no ha crecido, sino todo lo contrario. Y esto tiene unas implicaciones muy claras: si la población activa no crece, todo aumento de paro se debe a la destrucción directa de puestos de trabajo. Y si la población activa decrece, como ha sucedido en 2009 en España, entonces la destrucción de puestos de trabajo es aún más intensa que el aumento del paro. Aunque la atención mediática siempre se focaliza en el aumento del paro, económicamente es un fenómeno mucho más grave la destrucción de empleo –pese a que los dos conceptos muchas veces se confunden- y en estos momentos ésta última está evolucionando peor todavía de lo que lo ha hecho el paro en 2009.
Ante esta situación, y si miramos hacia delante, las perspectivas siguen siendo sombrías, dado que los expertos nos auguran todavía un 2010 en recesión –un fenómeno que parece que va a ser singular en el mundo desarrollado- y del que parece que podamos salir con débiles crecimientos trimestrales del PIB en la segunda mitad del año. Pero como los lectores saben, la recuperación del mercado de trabajo es posterior a la del PIB y, además, dado el bajo nivel de utilización de la capacidad instalada, no cabe esperar un fuerte tirón de la inversión empresarial y de la creación de empleo.
De hecho en 2010 seguirá la tendencia de destrucción de empleo -hasta el Gobierno lo pronostica- y la inversión de esta tendencia estará condicionada a la rápida adopción de reformas estructurales y del mercado de trabajo. En lo que cada vez hay más consenso –ayer mismo se sumó la opinión del Consejo Económico y Social (CES)- es en que la solución a nuestros problemas no está en la Ley de Economía Sostenible. Esta última opinión crítica, la del CES, ha debido ser especialmente molesta para el Gobierno, dado que la componen agentes sociales y expertos nombrados por el Gobierno. En definitiva, una mala manera de comenzar el año en cuanto a estadísticas de paro y un nuevo reto dialéctico para el Gobierno, que tendrá que refinar su discurso europeo en cuanto a liderar la recuperación económica y del empleo en la UE en este semestre.
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