La reunión del G-8 ha vuelto a poner en evidencia una de las injusticias más sangrantes de nuestro mundo, a saber: la coexistencia de países con grandes excedentes de alimentos, con poblaciones en una grave situación de hambre y de miseria. El G-8, reunido en la ciudad italiana de L’Aquila, se ha comprometido hoy a movilizar al menos 20.000 millones de dólares en tres años para combatir el hambre y garantizar la seguridad alimentaria. El fomento de la seguridad alimentaria de los más pobres pasa necesariamente por el aumento de su producción agraria.
La ayuda alimentaria es perversa
La ayuda alimentaria dirigida a los países más pobres y hambrientos, podría ser, aparentemente y a corto plazo, la solución a los problemas del hambre. Sin embargo, la ayuda alimentaria en forma de donaciones masivas de alimentos mata las producciones y los mercados locales, pues a menudo equivale a un “dumping” de productos agrícolas externos que suplantan directa o indirectamente a las producciones locales. Por otra parte, la ayuda alimentaria, cambia los hábitos de consumo, habituando a la gente, por ejemplo, a comer pan de trigo, en sitios donde no se puede producir trigo. De ahí que el fondo de dinero (20.000 millones de dólares) aprobado se deba utilizar para que los países ricos transfieran a los pobres los conocimientos necesarios parea que puedan producir semillas, abonos, pesticidas, herramientas, tractores y medios de transporte que le permita producir más alimentos y de forma más adecuada a sus características y necesidades. La solución al hambre no está en la ayuda alimentaria sino en la autosuficiencia alimentaria, es decir, en aumentar la productividad agrícola, incrementando, por ejemplo, la cantidad de abono, creación de infraestructuras rurales y una mejora de la investigación agraria y de los servicios de extensión. Es especialmente importante dirigir estos esfuerzos a los pequeños campesinos.
Autosuficiencia alimentaria
La reunión de los “ocho grande”, expresión equivalente a los siete países más ricos del mundo (más Rusia), debe dirigir el fondo aprobado de 20.000 millones de dólares para que la tierra de los pobres produzca más introduciendo los progresos tecnológicos logrados, por ejemplo, en materia de híbridos y semillas seleccionadas, gracias a los cuales puedan ser autosuficientes Por tanto, la seguridad alimentaria de la población mundial se debe buscar y se puede conseguir en un contexto de un orden internacional más justo y de avance tecnológico solidario y compartido. Se debe cooperar para que los países pobres, a largo plazo, puedan solucionar, en la medida de lo posible, sus necesidades de alimentos con producción propia y, así, depender menos de la ayuda alimentaria.
Inversiones
Los países pobres necesitan construir una infraestructura interna que les permita distribuir, producir y comerciar con alimentos y cereales. Ello exigirá financiación para realizar inversiones importantes en capital, incluyendo las necesarias para manipulación de grano, sistemas de transporte, productos químicos y sistemas de irrigación. También requerirá un soporte educativo que permita manejar la tecnología, utilizar el sistema de cosechas múltiples y aplicar variedades de cereales de alto rendimiento. La “revolución verde” ha logrado numerosas variedades de plantas de elevado rendimiento y resistentes a las plagas.
La autosuficiencia alimentaria de los países del Tercer Mundo pasa por la transferencia de tecnología agraria y alimentaria y no por las donaciones masivas de alimentos, que aunque han permitido salvar muchas vidas, tiene también una influencia perniciosa sobre el desarrollo agrario. Sólo el avance tecnológico y la transferencia de tecnología pueden resolver los problemas de seguridad alimentaria del mundo.
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