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Oct

Es un problema escribir los viernes de semanas como ésta, o como la pasada, o como la anterior. En primer lugar porque es difícil procesar toda la información aparecida en los últimos cinco días, teniendo en cuenta el enorme ruido existente. Pero, sobre todo, porque frente a los deseos de todos, parece difícil ver la luz al final del túnel y, en caso de que la percibamos, podría estar emitiéndola un tren en dirección contraria a la nuestra. Muchos opinarán que soy pesimista, pero desde hace meses tiendo a calificarme como un optimista informado. Así que desde ese lado de la trinchera, voy a intentar ordenar un poco las ideas de esta semana.

La primera es que seguimos esperando la aprobación del ya famoso Plan Paulson, que de ser el bálsamo que curaría todos los problemas, ahora no pasa de la categoría de mal menor. Quizás porque se centra excesivamente en el lado del activo de las entidades financieras con problemas, sin incidir en el pasivo y, por tanto, en su recapitalización, lo que además daría más posibilidades de recuperar el dinero a los contribuyentes. Contribuyentes que de la noche a la mañana han pasado a ser partícipes de un fondo de inversión por valor de 700.000 millones de dólares que invierte en activos sin liquidez en estos momentos.

Los problemas de valoración y gestión de los activos ilíquidos van a ser enormes, lo que retrasará el momento en el que este programa de rescate pueda tener incidencia positiva en el crédito y, por tanto, en la actividad. En este sentido y, teniendo en cuenta los indicadores aparecidos en EEUU en las últimas semanas, la discusión ya no se centra en la entrada en recesión de la economía americana, sino en su duración. Pese a ello, el dólar se está apreciando frente al euro, situándose en la zona de 1,37 (1,60 en el mes de julio).


La explicación a este fortalecimiento de la divisa de un país próximo a la recesión frente al euro sería mi segunda idea. Esta apreciación del billete verde estriba no sólo en la propia debilidad de la economía europea (en todo caso menos frágil y desequilibrada que la americana) sino, especialmente, en la sensación de que Europa no tiene la capacidad de enfrentarse coordinadamente a los problemas económicos globales, a lo mejor por la ausencia de las instituciones europeas adecuadas, aunque quizás también porque no existe mucha voluntad. Repasemos la última semana: Fortis y Dexia son rescatadas con fondos públicos, en el primer caso procedentes de Bélgica, Holanda y Luxemburgo, en el segundo de Francia y Bélgica, el banco alemán Hypo Real State recibe una inyección de 35.000 millones de euros procedentes de varias entidades alemanas garantizados por el Estado y, por último, el gobierno irlandés garantiza todos los depósitos (además de otras emisiones) durante dos años, eso sí sólo de los bancos nacionales.

Todo ello sin tener en cuenta otros movimientos fuera de la zona euro, en países como Islandia o Gran Bretaña. Ante la magnitud de la crisis, las soluciones nacionales serán poco eficaces y, además, pueden generar efectos negativos en los sistemas financieros de otras economías de la región. Habría que ir acelerando temas como la supervisión supranacional de los grandes grupos bancarios europeos o la unificación de los fondos de garantía de depósitos. Evidentemente, también sería deseable un plan coordinado europeo por si arrecia la tormenta, pero esto parece mucho pedir. Más bien cada palo aguantará su vela.

La tercera idea es que lo anterior se ha reflejado en las mayores tensiones y primas de riesgo en los mercados financieros desde que se inició la crisis. Si los mercados mayoristas permanecen cerrados desde hace meses, ahora son los de papel comercial y el interbancario los que no funcionan, de manera que toda la financiación no minorista pasa por los bancos centrales. Lo que explicaría que en el caso del BCE el mismo día tenga un montón de bancos pidiéndole dinero al tipo lombard y, otros tantos, colocándolo al de la facilidad de depósito. Desde luego esta situación no se soluciona exclusivamente con una bajada de tipos, pero evidentemente puede ayudar. Mi opinión es que en un contexto tan complejo como el actual no se puede descartar que la bajada de tipos se produzca en el marco de una acción coordinada con la FED y en cualquier momento. Probablemente antes de final de año. No basta con intentar adaptar la liquidez a las necesidades del sistema financiero, la gravedad de la situación aconseja bajar los tipos de interés. Probablemente los veremos el año que viene cerca del 3%.

Por último, en el caso de la economía española, con los últimos indicadores y, especialmente, con los de paro registrado y afiliación de septiembre se confirma que el crecimiento será negativo en el tercer trimestre del año. Sólo un desmesurado crecimiento de la productividad en los últimos tres meses podría evitarlo y, sinceramente, no lo veo. Pero de mis perspectivas sobre la economía española escribiré otro día. Buen fin de semana a todos.

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