A principios de septiembre la OCDE ha publicado un interesante informe sobre educación, de título “Education at a Glance 2008”, del que ya se ha escrito algo en días pasados en este blog de economía. El aspecto que hoy quiero destacar sobre el mismo está relacionado con los estudios universitarios.
Todos sabemos que la proporción de jóvenes que cursan estudios universitarios en España es relativamente elevado en comparación con la media europea o con el promedio de la OCDE. El 39% de los jóvenes españoles entre 25 y 34 años ha recibido formación universitaria, frente al 33% en el conjunto de la OCDE. ¿Por qué se produce este fenómeno? Podríamos responder, al menos, con dos teorías: la primera se basa en la idea de que los estudios universitarios en España son más rentables, en términos de tasa privada de retorno, que en el resto de países, por lo que mayor número de jóvenes desea recibir esta formación. La segunda teoría, mucho más directa, consiste en que la universidad “es más barata” para los jóvenes en España y por eso “compran” una mayor cantidad de dicho bien. El informe de la OCDE avala una de dichas teorías y desmiente la otra.
Empecemos por la segunda. ¿Es la universidad pública en España más barata que en el resto de países de la OCDE? Maticemos: a los efectos del análisis sólo se tiene en cuenta la parte del coste de una plaza en la universidad que es sufragada directamente por el usuario, es decir, la matrícula. Pues bien, los datos apuntan en esta dirección: el 90,1% de los jóvenes españoles estudian en una universidad pública, y sólo pagaban, en promedio, 795$, en 2005, ya que gran parte del coste de la plaza universitaria (más del 80%) se financia con cargo a impuestos. Esta cuantía es mucho más baja que en la mayor parte de los países de la OCDE para los que este dato está disponible, entre los que se incluyen los países de la UE15. Sólo en Bélgica el coste de matrícula es inferior. ´
En definitiva, ir a la universidad en España es muy barato, mucho más que en el promedio de la OCDE, por lo que parece natural que la proporción de jóvenes que opten por estos estudios sea mayor. Es una lástima que no haya datos para España en este informe sobre un tema ligado a este muy interesante, como es la proporción de jóvenes que inician sus estudios universitarios pero no los terminan. En general se observa que en los países donde el coste por matrícula es mayor el grado de fracaso es más bajo, probablemente porque al pagar el usuario una mayor cuantía valora más el bien que recibe y le resulta más gravoso no acabar obteniendo el título universitario (en parte, desde luego, por la pérdida que supondría el gran desembolso realizado antes del abandono). En España, muchos profesores universitarios tienen la percepción de que el bajo esfuerzo de sus alumnos, y las elevadas tasas de abandono, están relacionados con el reducido coste para el alumno la matrícula de sus asignaturas, incluso como repetidores.
La segunda teoría, la de que los titulados universitarios en España obtienen una mayor tasa privada de retorno (rentabilidad de la inversión realizada en educación universitaria) que en la OCDE, y por ello jóvenes optan en mayor proporción por estos estudios de tercer grado, es desmentida por los datos del informe: mientras que el retorno promedio para la OCDE de dichos estudios se sitúa cercano al 12%, en el propio informe se alerta de que en una serie países (Alemania, Noruega, España y Suecia) dichos retornos se sitúan en el rango 5%-8% (para España, más cerca del 8 que del 5).
En definitiva, los estudios universitarios tienen un reducido coste directo para los jóvenes españoles, en comparación con el de los jóvenes de la OCDE, pero la inversión realizada no tiene los mismos rendimientos que en el resto de países. Las razones pueden ser muy variadas, pero desde luego aportan un nuevo motivo de reflexión a favor de la necesidad de acometer una reforma de la universidad pública española.
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