En las procelosas aguas de una economía internacional amenazada por la proximidad de lo que algunos analistas denominan “tormenta perfecta” –crisis financiera, recesión e inflación-, nos encontramos con varios países cuyas economías parecen estar sorteando el temporal con inesperada solvencia. No se trata de las naciones que tradicionalmente han tirado de la economía mundial, sino de los países emergentes y en vías de desarrollo, con China e India a la cabeza –el año pasado crecieron a unas impresionantes tasas del 11,4% y el 9,2% respectivamente-.
Todas las previsiones señalan que a lo largo del año en curso, serán estos países los que impidan una caída más fuerte del crecimiento de la economía mundial, compensando en parte la fuerte desaceleración del mundo más desarrollado. Lo harán sobre bases sólidas, como son las ganancias de productividad –un efecto altamente positivo de su integración en la economía mundial- y el asentamiento de marcos más estables de política macroeconómica. Algunos de ellos, los productores de petróleo y demás commodities, lo harán también gracias a los incrementos en los precios relativos de sus exportaciones. Este encarecimiento de determinadas materias primas es, por cierto, uno de los efectos negativos del crecimiento de este grupo de países, cuya expansiva demanda tira hacia arriba de los precios mundiales.
El protagonismo de los mercados emergentes y los países en desarrollo se aprecia también en otros escenarios. Representan en la actualidad un tercio del total del comercio mundial, y se les debe atribuir casi un 50% del aumento del mismo desde 2000. Son además grandes ahorradores netos, cuyos superávit exteriores están proporcionando liquidez y financiación para las necesidades de los mercados internacionales, incluyendo el déficit exterior de los Estados Unidos. En este mismo sentido, hay que recordar, por ejemplo, el papel de los Fondos Soberanos de algunos de estos países en el rescate de entidades financieras en peligro.
Así las cosas, ya nadie puede negarles su participación activa en las iniciativas de coordinación de las políticas económicas internacionales. La reciente modificación del sistema de cuotas y poder de voto del Fondo Monetario Internacional, aunque insuficiente, es un buen ejemplo de la forma en que se está produciendo una transición hacia una economía mundial multipolar, con alternativas a los Estados Unidos como locomotora de la actividad económica global.
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