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    [post_content] => El Instituto Nacional de Estadística de España ha publicado hoy el indicador adelantado del Índice de Precios al Consumo Armonizado correspondiente al mes de junio. De acuerdo con este dato provisional, la inflación española se sitúa en el 5,1%. Se trata del registro más alto de toda la serie histórica iniciada en enero de 1997. El dato es muy malo, malísimo, por qué la inflación es mala para la sociedad y produce elevados costes en la economía ya que supone una pérdida de poder adquisitivo para los consumidores, a la vez que una disminución de competitividad para nuestras exportaciones. Esta pérdida de competitividad exterior, se está manifestando en la disminución de cuota de mercado de nuestras exportaciones sobre el total mundial y comunitario y en un déficit comercial y por cuenta corriente disparados (más del 12% del PIB).


El dato confirma que estamos en una crisis económica de proporciones desconocidas, porque junto a estos dos grandes desequilibrios (inflación y déficit exterior) se une el aumento del paro y el estancamiento en el crecimiento económico.

¿Qué hicimos en las 3 crisis económicas anteriores (1977, 1981 y 1993)? Devaluar la peseta. Efectivamente, durante los últimos cuarenta años la inflación española ha sido bastante superior a la media europea. Los productos españoles serían ahora mucho más caros y, por tanto, menos competitivos que los del resto de Europa si esa pérdida de competitividad generada por la mayor inflación no hubiera sido compensada históricamente con devaluaciones de la peseta. Pasemos revista.

Primera crisis. Las fuertes alzas de precios que se produjeron desde 1973 a 1977, consecuencia de la primera crisis del petróleo y de la exagerada elevación de los salarios, generaron pérdidas de competitividad que se manifestaron en fuertes déficit de la economía española frente al exterior en los años 1974, 1975 y 1976. Sin embargo, la devaluación de 1977 acordada un poquito antes de  los Pactos de la Moncloa permitió recuperar la competitividad que se había perdido, obteniendo superávit en las balanzas por cuenta corriente en los años 1977, 1978 y 1979.

Segunda crisis: Fuertes subidas de precios que se produjeron a raíz de la segunda crisis del petróleo en 1979 y que generó déficit exteriores en 1980 y 1981. La devaluación Boyer de 1982 fue la medicina que restableció la competitividad perdida (gracias a ella volvimos a tener superávit con el exterior de 1982 a 1987).

Tercera crisis. El período 1987-91, de Solchaga, estuvo dominado por la política fiscal procíclica (expansión del gasto público) unida a una contracción monetaria (política monetaria restrictiva). Ésta política provocó una excesiva apreciación real de la peseta (un 15% aproximadamente) con persistentes déficit de la cuenta corriente (desde 1988 hasta 1995). Para compensar esta mortífera política económica hubo que devaluar sistemáticamente la peseta: dos veces en 1992, otra en 1993 y la última la que hizo Solbes en 1995. De esta forma se restableció la competitividad perdida a causa de la mayor inflación. Y así, y una vez más, gracias a las devaluaciones, volvieron a ser positivos los saldos de la cuenta corriente en 1996 y 1997.

¿Qué ha pasado desde entonces?

Desde la última devaluación de la peseta en 1995 y hasta ahora, la economía española viene arrojando un diferencial acumulado de inflación del 15%, aproximadamente, con respecto a la media de la Eurozona. Al principio, y como resultado de la devaluación de 1995, pero a partir de 1999 esta mayor inflación ha venido acompañada de fuertes saldos negativos en la balanza de pagos española. Como nuestro nivel de precios ha crecido bastante más que la media de la Eurozona, se ha generado una pérdida irrecuperable de competitividad de nuestros productos y servicios. Pero ahora y, a diferencia de periodos anteriores, el problema parece mucho más grave, ya que no tenemos la peseta para poder devaluar. Y si el descontrol de la inflación, tal como publicó hoy el INE, constituye una amenaza para nuestra competitividad ¿qué podemos hacer?

¿Qué podemos hacer?

Ante la imposibilidad de devaluar, la competitividad y el equilibrio exterior sólo son posibles a través de la estabilidad de precios, que sólo se puede alcanzar mediante políticas fiscales ortodoxas, reducción de costes, estímulo a la competencia y reformas estructurales. En ausencia de política de tipo de cambio, la competitividad de las empresas españolas y el aumento de las exportaciones sólo se pueden conseguir, mejorando la oferta (es decir, el aparato productivo). En este sentido el gobierno acaba de anunciar un plan que va en la buena dirección, con el que quiere mejorar la competencia sobre todo en el sector del transporte, lo que se traducirá en medidas privatizadoras y liberalizadoras en los sectores aeroportuario, de puertos y del ferrocarril. También y para ayudar a controlar la inflación el Congreso de los Diputados debería aprobar para 2009 unos presupuestos equilibrados. La otra posibilidad, impensable, es salirse del euro y así poder devaluar. O sumirse, como Italia y Portugal, durante siete años en un estancamiento económico con daños incalculables.

    [post_title] => La inflación por las nubes (5,1%) ¿Debería España abandonar el euro?
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27
Jun
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El dato confirma que estamos en una crisis económica de proporciones desconocidas, porque junto a estos dos grandes desequilibrios (inflación y déficit exterior) se une el aumento del paro y el estancamiento en el crecimiento económico.

¿Qué hicimos en las 3 crisis económicas anteriores (1977, 1981 y 1993)? Devaluar la peseta. Efectivamente, durante los últimos cuarenta años la inflación española ha sido bastante superior a la media europea. Los productos españoles serían ahora mucho más caros y, por tanto, menos competitivos que los del resto de Europa si esa pérdida de competitividad generada por la mayor inflación no hubiera sido compensada históricamente con devaluaciones de la peseta. Pasemos revista.

Primera crisis. Las fuertes alzas de precios que se produjeron desde 1973 a 1977, consecuencia de la primera crisis del petróleo y de la exagerada elevación de los salarios, generaron pérdidas de competitividad que se manifestaron en fuertes déficit de la economía española frente al exterior en los años 1974, 1975 y 1976. Sin embargo, la devaluación de 1977 acordada un poquito antes de  los Pactos de la Moncloa permitió recuperar la competitividad que se había perdido, obteniendo superávit en las balanzas por cuenta corriente en los años 1977, 1978 y 1979.

Segunda crisis: Fuertes subidas de precios que se produjeron a raíz de la segunda crisis del petróleo en 1979 y que generó déficit exteriores en 1980 y 1981. La devaluación Boyer de 1982 fue la medicina que restableció la competitividad perdida (gracias a ella volvimos a tener superávit con el exterior de 1982 a 1987).

Tercera crisis. El período 1987-91, de Solchaga, estuvo dominado por la política fiscal procíclica (expansión del gasto público) unida a una contracción monetaria (política monetaria restrictiva). Ésta política provocó una excesiva apreciación real de la peseta (un 15% aproximadamente) con persistentes déficit de la cuenta corriente (desde 1988 hasta 1995). Para compensar esta mortífera política económica hubo que devaluar sistemáticamente la peseta: dos veces en 1992, otra en 1993 y la última la que hizo Solbes en 1995. De esta forma se restableció la competitividad perdida a causa de la mayor inflación. Y así, y una vez más, gracias a las devaluaciones, volvieron a ser positivos los saldos de la cuenta corriente en 1996 y 1997.

¿Qué ha pasado desde entonces?

Desde la última devaluación de la peseta en 1995 y hasta ahora, la economía española viene arrojando un diferencial acumulado de inflación del 15%, aproximadamente, con respecto a la media de la Eurozona. Al principio, y como resultado de la devaluación de 1995, pero a partir de 1999 esta mayor inflación ha venido acompañada de fuertes saldos negativos en la balanza de pagos española. Como nuestro nivel de precios ha crecido bastante más que la media de la Eurozona, se ha generado una pérdida irrecuperable de competitividad de nuestros productos y servicios. Pero ahora y, a diferencia de periodos anteriores, el problema parece mucho más grave, ya que no tenemos la peseta para poder devaluar. Y si el descontrol de la inflación, tal como publicó hoy el INE, constituye una amenaza para nuestra competitividad ¿qué podemos hacer?

¿Qué podemos hacer?

Ante la imposibilidad de devaluar, la competitividad y el equilibrio exterior sólo son posibles a través de la estabilidad de precios, que sólo se puede alcanzar mediante políticas fiscales ortodoxas, reducción de costes, estímulo a la competencia y reformas estructurales. En ausencia de política de tipo de cambio, la competitividad de las empresas españolas y el aumento de las exportaciones sólo se pueden conseguir, mejorando la oferta (es decir, el aparato productivo). En este sentido el gobierno acaba de anunciar un plan que va en la buena dirección, con el que quiere mejorar la competencia sobre todo en el sector del transporte, lo que se traducirá en medidas privatizadoras y liberalizadoras en los sectores aeroportuario, de puertos y del ferrocarril. También y para ayudar a controlar la inflación el Congreso de los Diputados debería aprobar para 2009 unos presupuestos equilibrados. La otra posibilidad, impensable, es salirse del euro y así poder devaluar. O sumirse, como Italia y Portugal, durante siete años en un estancamiento económico con daños incalculables.

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El dato confirma que estamos en una crisis económica de proporciones desconocidas, porque junto a estos dos grandes desequilibrios (inflación y déficit exterior) se une el aumento del paro y el estancamiento en el crecimiento económico.

¿Qué hicimos en las 3 crisis económicas anteriores (1977, 1981 y 1993)? Devaluar la peseta. Efectivamente, durante los últimos cuarenta años la inflación española ha sido bastante superior a la media europea. Los productos españoles serían ahora mucho más caros y, por tanto, menos competitivos que los del resto de Europa si esa pérdida de competitividad generada por la mayor inflación no hubiera sido compensada históricamente con devaluaciones de la peseta. Pasemos revista.

Primera crisis. Las fuertes alzas de precios que se produjeron desde 1973 a 1977, consecuencia de la primera crisis del petróleo y de la exagerada elevación de los salarios, generaron pérdidas de competitividad que se manifestaron en fuertes déficit de la economía española frente al exterior en los años 1974, 1975 y 1976. Sin embargo, la devaluación de 1977 acordada un poquito antes de los Pactos de la Moncloa permitió recuperar la competitividad que se había perdido, obteniendo superávit en las balanzas por cuenta corriente en los años 1977, 1978 y 1979.

Segunda crisis: Fuertes subidas de precios que se produjeron a raíz de la segunda crisis del petróleo en 1979 y que generó déficit exteriores en 1980 y 1981. La devaluación Boyer de 1982 fue la medicina que restableció la competitividad perdida (gracias a ella volvimos a tener superávit con el exterior de 1982 a 1987).

Tercera crisis. El período 1987-91, de Solchaga, estuvo dominado por la política fiscal procíclica (expansión del gasto público) unida a una contracción monetaria (política monetaria restrictiva). Ésta política provocó una excesiva apreciación real de la peseta (un 15% aproximadamente) con persistentes déficit de la cuenta corriente (desde 1988 hasta 1995). Para compensar esta mortífera política económica hubo que devaluar sistemáticamente la peseta: dos veces en 1992, otra en 1993 y la última la que hizo Solbes en 1995. De esta forma se restableció la competitividad perdida a causa de la mayor inflación. Y así, y una vez más, gracias a las devaluaciones, volvieron a ser positivos los saldos de la cuenta corriente en 1996 y 1997.

¿Qué ha pasado desde entonces?

Desde la última devaluación de la peseta en 1995 y hasta ahora, la economía española viene arrojando un diferencial acumulado de inflación del 15%, aproximadamente, con respecto a la media de la Eurozona. Al principio, y como resultado de la devaluación de 1995, pero a partir de 1999 esta mayor inflación ha venido acompañada de fuertes saldos negativos en la balanza de pagos española. Como nuestro nivel de precios ha crecido bastante más que la media de la Eurozona, se ha generado una pérdida irrecuperable de competitividad de nuestros productos y servicios. Pero ahora y, a diferencia de periodos anteriores, el problema parece mucho más grave, ya que no tenemos la peseta para poder devaluar. Y si el descontrol de la inflación, tal como publicó hoy el INE, constituye una amenaza para nuestra competitividad ¿qué podemos hacer?

¿Qué podemos hacer?

Ante la imposibilidad de devaluar, la competitividad y el equilibrio exterior sólo son posibles a través de la estabilidad de precios, que sólo se puede alcanzar mediante políticas fiscales ortodoxas, reducción de costes, estímulo a la competencia y reformas estructurales. En ausencia de política de tipo de cambio, la competitividad de las empresas españolas y el aumento de las exportaciones sólo se pueden conseguir, mejorando la oferta (es decir, el aparato productivo). En este sentido el gobierno acaba de anunciar un plan que va en la buena dirección, con el que quiere mejorar la competencia sobre todo en el sector del transporte, lo que se traducirá en medidas privatizadoras y liberalizadoras en los sectores aeroportuario, de puertos y del ferrocarril. También y para ayudar a controlar la inflación el Congreso de los Diputados debería aprobar para 2009 unos presupuestos equilibrados. La otra posibilidad, impensable, es salirse del euro y así poder devaluar. O sumirse, como Italia y Portugal, durante siete años en un estancamiento económico con daños incalculables.

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