20
Abr

Comentábamos el domingo 6 de abril, en este blog de economía, (Argentina: cambio en el modelo económico) que la ambición recaudatoria del gobierno de la presidenta Kirchner había sumido a la economía argentina en una situación de crisis económica y social. Desde 2003, la Argentina ha estado creciendo rápidamente, más del 8% al año. Pero esto ha sido principalmente el resultado de la subida de los precios mundiales de las materias primas. Pero el gobierno ha querido romper la gallina de los huevos de oro poniendo un impuesto muy elevado a la exportación de soja. Pero la avaricia rompe el saco y los agricultores dijeron basta y comenzaron no solo a dejar de sembrar sino también a cortar las rutas del país impidiendo el paso de transportes internacionales con alimentos, provocando una reducción en la oferta y como consecuencia una inflación desmedida.

Efectivamente, el mes pasado se registraron episodios violentos en Buenos Aires donde manifestantes que protestaban por la escasez de alimentos y la inflación fueron atacados por partidarios de la presidenta Cristina Kirchner armados con palos y liderados por Luis D’elía. El odio de D’Elía contra los que viven en el Barrio Norte (la parte más glamurosa de Buenos Aires) llega al extremo de confesar que no tendría inconveniente en matarlos a todos.


Como ha señalado Mary Anastasia O’Grady en un artículo muy duro (Tax Rebellion in Argentina) publicado en The Wall Street Journal, en respuesta a la arrogancia del gobierno, a los aumentos de impuestos y a la mayor inflación, durante 4 semanas, los agricultores bloquearon las carreteras en cerca de 300 lugares en todo el país, impidiendo que los bienes llegaran a los mercados. El problema está sin resolver pero al menos los agricultores han dejado la huelga temporalmente y se han tomado una tregua de un mes. Estos días pasados de lucha dejan como recuerdo a un kirchnerista llamado Luis D’elía, una especie de mafioso lleno de ira y envidia, que se puso al frente de una especie de ejército privado (¿de los Kirchner?) para reprimir a los manifestantes porque según dijo Luis D’elía “lo único que me mueve es el odio contra la puta oligarquía». (The only thing that motivates me,» Luis D’elía said,………. «is hatred against the whorish oligarchs»).

No se puede negar que en la Argentina hay grandes diferencias entre ricos y pobres y tipos como Luis D’Elía representan a un país que continúa resolviendo estas diferencias por medio de la violencia, la agresión y las amenazas. La solución a los problemas sociales y económicos de Argentina pasan por la aceptación de que existe un problema que es una muy desigual distribución de la renta. Esta mala distribución está producida, en gran medida, porque el gasto público está mal diseñado y no es redistributivo. Además los ingresos fiscales tienen muy poca capacidad recaudatoria y redistributiva y hay una gran parte de la economía en la informalidad. La solución que ha dado el gobierno de cristina Kirchner son impuestos a la exportación de soja. Un error de manual que le ha pasado factura en términos de revuelta social.

En Argentina es necesaria una reforma fiscal moderna que no tiene nada que ver con los impuestos sobre la exportación. Pero para que esa reforma fiscal tenga lugar hay que llegar a un consenso (pacto fiscal) entre los agentes sociales, agricultores, sindicatos, empresarios, gobierno, provincias, las fuerzas políticas y la sociedad civil. Algo difícil de lograr porque junto a la tensión social, generada por la política económica del matrimonio Kirchner, se une los elevados niveles de corrupción que sufre el país. Es muy difícil vender a la sociedad civil un pacto fiscal, que aumente la recaudación y disminuya la informalidad, cuando no se sabe a qué se van a destinar los ingresos fiscales. O se sabe que las personas que están en el poder se apropian de rentas no destinadas para su disfrute personal. Por eso para hacer el citado pacto fiscal, hay que reducir la corrupción y también aumentar los niveles de eficiencia del gasto público.

Además la solución a los problemas económicos de Argentina no es, como quiere Cristina Kircner, una vuelta al peronismo, es decir, al populismo más rancio. La solución pasa por una política económica ortodoxa, es decir, hay que eliminar los controles de precios, las restricciones aduaneras a los productos importados, los impuestos a la exportación, los subsidios a los precios de la energía y la prohibición a las exportaciones de carne. También hay que descongelar las tarifas de los servicios público. Por último, hay que aplicar una política monetaria restrictiva y liberalizar el tipo de cambio (hasta ahora muy intervenido para mantenerlo debilitado).

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