El Instituto Nacional de Estadística publica hoy el IPC Armonizado del mes de marzo. La inflación en España (medida por el IPCA) se ha disparado hasta el 4,6%, dos décimas más que en febrero y la más alta de la eurozona. La causa más importante de esta elevada inflación es la subida de los precios del petróleo y de los alimentos. Los precios de los alimentos suben por la fuerte demanda mundial (sobre todo de China e India) y también por la presión para desviar cosechas hacia la fabricación de biocombustibles. Pero es que, además, los altos precios del petróleo (más de 105 dólares por barril) están encareciendo los alimentos por dos razones: 1ª) algunos fertilizantes usados en la agricultura se componen de derivados del petróleo y 2ª) el transporte de los productos del campo se encarece porque los combustibles, como el gasóleo, suben y transfieren su alza a los costes de transporte que a su vez son transmitidos al precio final.
Más inflación que otros países
Evidentemente el proceso inflacionario que se está produciendo en los alimentos se puede aplicar también a todos los bienes y servicios que necesitan derivados del petróleo para su producción y que terminan pagando los consumidores finales. De ahí que la inflación subyacente -que excluye los alimentos frescos y la energía – también esté subiendo, y se sitúa en el 3,4%, una décima por encima de la registrada en febrero. Lo que significa que la firme trayectoria de la subida de los precios del petróleo y de los alimentos frescos está produciendo efectos de segunda vuelta sobre los precios de bienes elaborados. Pero es que, además, la inflación española es mayor que la de los países con los que competimos.
¿Se debe aplicar una política económica keynesiana?
Ante esta situación de mayor inflación ¿Debe el gobierno aplicar una política económica keynesiana? Posiblemente algunos lectores no lo sepan, pero para muchos economistas una política económica keynesiana es simplemente una política encaminada a aumentar el nivel de demanda agregada de un país por medio de la intervención del sector público. Los instrumentos de que dispone el sector público son bastante sencillos: incremento de sus compras, más inversión pública, aumento de los servicios que ofrece (sanidad, educación, justicia) y otorgar más transferencias (ayudas por hijo nacido y para el alquiler de vivienda, incremento de las pensiones mínimas, plan de salud bucodental, aumento de las pensiones de viudedad, subvenciones al cine y subsidio de paro) y también rebajas en los impuestos y devoluciones fiscales (400 euros), etc. Ahora bien, todo eso es sólo una parte de una política económica keynesiana. La otra parte, de la cual a menudo la gente se olvida, exige que todas estas medidas se tomen en un contexto en el que existan recursos económicos sin utilizar, al objeto de que la expansión de la demanda, generada por el gasto público, vaya acompañada del correspondiente aumento en la cantidad ofrecida. Sin esta condición, el intento de expansión de la demanda acabará en un aumento de la inflación y/o de las importaciones, tal como viene ocurriendo en España en los últimos años.
Necesidad de aumentar el capital
Por ejemplo, si aumenta la demanda de viajes en avión hará falta más azafatas, pilotos y personal de tierra; pero serán también necesarios, más aviones, y más pistas de aterrizaje, si los existentes están a plena utilización. Si crece la demanda de viajes en avión y no aumenta al mismo tiempo la oferta de plazas, los precios de los viajes aéreos subirán (inflación), con lo cual habrá gente que renunciará a viajar o lo hará en compañías aéreas extranjeras (importaciones). Los aviones y aeropuertos forman parte del capital de un país al igual que sus máquinas y los bienes de equipo. Sin capital en la cuantía necesaria, la economía difícilmente puede funcionar.
De ahí que una política económica tiene que estar diseñada para estimular la oferta, es decir, la creación de empresas y hacer más eficientes y baratos los puertos, aeropuertos, ferrocarriles y la infraestructura de telecomunicaciones y aumentar así la eficacia del capital instalado. El gasto corriente difícilmente contribuirá a estabilizar los precios, puesto que el impulso expansivo que genera topará, a corto plazo, con verdaderos cuellos de botella, que canalizarán toda la fuerza de la nueva demanda hacia aumentos de precios, o incrementos de las importaciones ¿Se entiende ahora porque nuestra inflación y nuestro déficit comercial están en máximos históricos? ¿Se debe nuestra mayor inflación a una restricción del capital o a situaciones de rigidez de la oferta productiva? ¿Tenemos el número suficiente de empresas, máquinas, instalaciones productivas e infraestructuras que permita satisfacer la demanda?
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