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    [post_content] => La semana pasada se celebró en Bangkok la primera de las cuatro rondas de negociación internacional sobre cambio climático que tendrán lugar durante 2008, arrancando así el programa de trabajo que se acordó el pasado mes de diciembre en Bali. "The train to Copenhagen has left the station", exclamó a su conclusión Yvo de Boer, secretario ejecutivo del United Nations Framework Convention on Climate Change, curiosamente en línea con el título del post publicado en diciembre en este blog [1].

La siguiente ronda tendrá lugar en junio en Bonn, y en ella se discutirá el establecimiento de medidas para la adaptación al cambio climático, el desarrollo y transferencia de tecnologías limpias, y el establecimiento de esquemas de financiación e inversión en apoyo de las anteriores medidas. En Ghana, durante el mes de agosto, se abordará el problema de la deforestación. Finalmente en diciembre, durante la Conferencia de las Partes (COP) que tendrá lugar en Poznan (Polonia), se ofrecerá un informe sobre los progresos alcanzados en el curso de 2008. El próximo año será aún más intenso, también con cuatro reuniones programadas, pero de mayor duración. Todo ello con el objetivo final de alcanzar un acuerdo en Copenhague en diciembre de 2009 entre las 192 partes de la UN Framework Convention on Climate Change (UNFCCC) sobre el plan de acción a partir del 2012, fecha en la que expira el actual Protocolo de Kioto.


Los delegados de más de 160 países reunidos en Tailandia despejaron, por fin, la incertidumbre que destacábamos en el estudio sobre los escenarios post-Kioto presentado el pasado verano en el IE [2]. El mercado de carbono, establecido en el Protocolo de Kioto, se mantendrá más allá del año 2012, así como los mecanismos de Desarrollo Limpio y Aplicación Conjunta, que permiten a las naciones industrializadas financiar proyectos en naciones en desarrollo y en transición como un medio para cumplir sus objetivos de reducción de emisiones.

Además de este importante avance, y de la inclusión del transporte aéreo y marítimo entre los sectores con objetivos de reducción de emisiones, el protagonismo en Bangkok se lo llevó una polémica propuesta lanzada por Japón. Apartándose del esquema original de Kioto, que como es bien sabido expresa los compromisos de emisiones en términos nacionales, la delegación nipona puso sobre la mesa la necesidad de trasladar esos compromisos a un esquema sectorial. Lo cierto es que esta propuesta no es nueva, y tiene bastante sentido económico. Bajo el esquema actual, las diferencias entre los niveles de compromiso de los distintos países, así como en los modos en que aquéllos se traducen en compromisos de sus respectivas empresas nacionales, pueden introducir importantes distorsiones en la competencia internacional entre empresas de un mismo sector. Sin embargo, se trata de un enfoque relativamente reciente que tiene otros problemas y en cuyos detalles sería necesario trabajar. No está claro, por ejemplo, hasta qué punto este enfoque sería compatible con el comercio de emisiones.

En cualquier caso, la propuesta de Japón chocó con la oposición frontal de los delegados del Grupo de los 77, que representa a los países en desarrollo, incluyendo a China. Los países más pobres no han adquirido hasta el momento compromisos obligatorios, pero las emisiones de algunas economías emergentes crecen tan rápido que amenazan compensar las reducciones propuestas para el resto del mundo [3]. Como ya hemos discutido anteriormente en este blog [4], el avance de estas conversaciones internacionales depende de una compleja asignación de responsabilidades y cargas entre las economías ricas y pobres.

El G77 defendió vehementemente que el esquema sectorial no ayudaría a las economías industrializadas a mejorar el cumplimiento de sus objetivos de reducción de emisiones, al tiempo que consideró la propuesta japonesa una manera velada de obligar a las economías pobres a asumir compromisos obligatorios y costosas inversiones fuera de su alcance. Finalmente, tras 14 horas de discusión, Japón aceptó excluir su controvertida propuesta de la agenda de Bonn, aunque será retomada en Ghana durante la reunión del próximo agosto.

Algunos participantes declararon al final de la reunión en Bangkok que esta controversia estuvo a punto de dar al traste con los avances logrados en Bali. Esperemos que el tren no descarrile en Ghana.

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La siguiente ronda tendrá lugar en junio en Bonn, y en ella se discutirá el establecimiento de medidas para la adaptación al cambio climático, el desarrollo y transferencia de tecnologías limpias, y el establecimiento de esquemas de financiación e inversión en apoyo de las anteriores medidas. En Ghana, durante el mes de agosto, se abordará el problema de la deforestación. Finalmente en diciembre, durante la Conferencia de las Partes (COP) que tendrá lugar en Poznan (Polonia), se ofrecerá un informe sobre los progresos alcanzados en el curso de 2008. El próximo año será aún más intenso, también con cuatro reuniones programadas, pero de mayor duración. Todo ello con el objetivo final de alcanzar un acuerdo en Copenhague en diciembre de 2009 entre las 192 partes de la UN Framework Convention on Climate Change (UNFCCC) sobre el plan de acción a partir del 2012, fecha en la que expira el actual Protocolo de Kioto.


Los delegados de más de 160 países reunidos en Tailandia despejaron, por fin, la incertidumbre que destacábamos en el estudio sobre los escenarios post-Kioto presentado el pasado verano en el IE [2]. El mercado de carbono, establecido en el Protocolo de Kioto, se mantendrá más allá del año 2012, así como los mecanismos de Desarrollo Limpio y Aplicación Conjunta, que permiten a las naciones industrializadas financiar proyectos en naciones en desarrollo y en transición como un medio para cumplir sus objetivos de reducción de emisiones.

Además de este importante avance, y de la inclusión del transporte aéreo y marítimo entre los sectores con objetivos de reducción de emisiones, el protagonismo en Bangkok se lo llevó una polémica propuesta lanzada por Japón. Apartándose del esquema original de Kioto, que como es bien sabido expresa los compromisos de emisiones en términos nacionales, la delegación nipona puso sobre la mesa la necesidad de trasladar esos compromisos a un esquema sectorial. Lo cierto es que esta propuesta no es nueva, y tiene bastante sentido económico. Bajo el esquema actual, las diferencias entre los niveles de compromiso de los distintos países, así como en los modos en que aquéllos se traducen en compromisos de sus respectivas empresas nacionales, pueden introducir importantes distorsiones en la competencia internacional entre empresas de un mismo sector. Sin embargo, se trata de un enfoque relativamente reciente que tiene otros problemas y en cuyos detalles sería necesario trabajar. No está claro, por ejemplo, hasta qué punto este enfoque sería compatible con el comercio de emisiones.

En cualquier caso, la propuesta de Japón chocó con la oposición frontal de los delegados del Grupo de los 77, que representa a los países en desarrollo, incluyendo a China. Los países más pobres no han adquirido hasta el momento compromisos obligatorios, pero las emisiones de algunas economías emergentes crecen tan rápido que amenazan compensar las reducciones propuestas para el resto del mundo [3]. Como ya hemos discutido anteriormente en este blog [4], el avance de estas conversaciones internacionales depende de una compleja asignación de responsabilidades y cargas entre las economías ricas y pobres.

El G77 defendió vehementemente que el esquema sectorial no ayudaría a las economías industrializadas a mejorar el cumplimiento de sus objetivos de reducción de emisiones, al tiempo que consideró la propuesta japonesa una manera velada de obligar a las economías pobres a asumir compromisos obligatorios y costosas inversiones fuera de su alcance. Finalmente, tras 14 horas de discusión, Japón aceptó excluir su controvertida propuesta de la agenda de Bonn, aunque será retomada en Ghana durante la reunión del próximo agosto.

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La siguiente ronda tendrá lugar en junio en Bonn, y en ella se discutirá el establecimiento de medidas para la adaptación al cambio climático, el desarrollo y transferencia de tecnologías limpias, y el establecimiento de esquemas de financiación e inversión en apoyo de las anteriores medidas. En Ghana, durante el mes de agosto, se abordará el problema de la deforestación. Finalmente en diciembre, durante la Conferencia de las Partes (COP) que tendrá lugar en Poznan (Polonia), se ofrecerá un informe sobre los progresos alcanzados en el curso de 2008. El próximo año será aún más intenso, también con cuatro reuniones programadas, pero de mayor duración. Todo ello con el objetivo final de alcanzar un acuerdo en Copenhague en diciembre de 2009 entre las 192 partes de la UN Framework Convention on Climate Change (UNFCCC) sobre el plan de acción a partir del 2012, fecha en la que expira el actual Protocolo de Kioto.


Los delegados de más de 160 países reunidos en Tailandia despejaron, por fin, la incertidumbre que destacábamos en el estudio sobre los escenarios post-Kioto presentado el pasado verano en el IE [2]. El mercado de carbono, establecido en el Protocolo de Kioto, se mantendrá más allá del año 2012, así como los mecanismos de Desarrollo Limpio y Aplicación Conjunta, que permiten a las naciones industrializadas financiar proyectos en naciones en desarrollo y en transición como un medio para cumplir sus objetivos de reducción de emisiones.

Además de este importante avance, y de la inclusión del transporte aéreo y marítimo entre los sectores con objetivos de reducción de emisiones, el protagonismo en Bangkok se lo llevó una polémica propuesta lanzada por Japón. Apartándose del esquema original de Kioto, que como es bien sabido expresa los compromisos de emisiones en términos nacionales, la delegación nipona puso sobre la mesa la necesidad de trasladar esos compromisos a un esquema sectorial. Lo cierto es que esta propuesta no es nueva, y tiene bastante sentido económico. Bajo el esquema actual, las diferencias entre los niveles de compromiso de los distintos países, así como en los modos en que aquéllos se traducen en compromisos de sus respectivas empresas nacionales, pueden introducir importantes distorsiones en la competencia internacional entre empresas de un mismo sector. Sin embargo, se trata de un enfoque relativamente reciente que tiene otros problemas y en cuyos detalles sería necesario trabajar. No está claro, por ejemplo, hasta qué punto este enfoque sería compatible con el comercio de emisiones.

En cualquier caso, la propuesta de Japón chocó con la oposición frontal de los delegados del Grupo de los 77, que representa a los países en desarrollo, incluyendo a China. Los países más pobres no han adquirido hasta el momento compromisos obligatorios, pero las emisiones de algunas economías emergentes crecen tan rápido que amenazan compensar las reducciones propuestas para el resto del mundo [3]. Como ya hemos discutido anteriormente en este blog [4], el avance de estas conversaciones internacionales depende de una compleja asignación de responsabilidades y cargas entre las economías ricas y pobres.

El G77 defendió vehementemente que el esquema sectorial no ayudaría a las economías industrializadas a mejorar el cumplimiento de sus objetivos de reducción de emisiones, al tiempo que consideró la propuesta japonesa una manera velada de obligar a las economías pobres a asumir compromisos obligatorios y costosas inversiones fuera de su alcance. Finalmente, tras 14 horas de discusión, Japón aceptó excluir su controvertida propuesta de la agenda de Bonn, aunque será retomada en Ghana durante la reunión del próximo agosto.

Algunos participantes declararon al final de la reunión en Bangkok que esta controversia estuvo a punto de dar al traste con los avances logrados en Bali. Esperemos que el tren no descarrile en Ghana.

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