En un post reciente analizamos las repercusiones fiscales que una población envejecida tiene sobre la economía. Pero es que además, aunque parezca paradójico, la disminución de la población también puede socavar los niveles de vida de un país. Sociedades que se empequeñecen son menos capaces de beneficiarse de economías de escala. Una fuerza laboral menguante también exige menos inversión, lo que limita las oportunidades de innovación tecnológica; lo que algunos economistas llaman learning by doing (aprender haciendo). Dichas economías, teniendo menos necesidad de invertir (aumentar su capital), tenderán a tener un capital físico y humano cada vez más obsoleto.
Efectivamente, con generaciones cada vez más pequeñas, tenderán a tener un capital humano más envejecido que irá poco a poco perdiendo creatividad y espíritu emprendedor asociado normalmente a la juventud. Se irían convirtiendo en economías estacionarias con un crecimiento prácticamente nulo en el largo plazo. Pues bien, esto es lo que le podría suceder tanto a Japón como a la mayoría de los países europeos donde la fuerza laboral pronto empezará a disminuir. El impacto puede ser profundo. La historia muestra que las sociedades envejecidas se estancan.
También existe un desafío geopolítico. El crecimiento demográfico no es una condición suficiente pero si que parece necesaria para el éxito de las naciones a largo plazo. Las naciones que han aumentado su dominio a lo largo la historia han experimentado a su vez un aumento demográfico. Esto es válido tanto para civilizaciones enteras como para estados individuales en su época de esplendor, como atestigua la historia de Venecia, Japón, España, Portugal, el Reino Unido y EEUU. En contraste, hasta la fecha, no se conoce ninguna civilización o estado que haya aumentado su poder económico y político a nivel internacional que experimentase a la vez un declive demográfico. Por ejemplo, Cuba tiene desde hace años su población estancada. En cambio, las tasas de fertilidad más altas van de la mano de una mayor confianza en el destino colectivo. Cando el futuro se percibe halagüeño las familias tienen más niños. Estos niños a su vez refuerzan el optimismo y la esperanza de los adultos en la posteridad futura. Los niños y el futuro conforman un círculo virtuoso –una lección sobre la que el mundo desarrollado haría bien en reflexionar tal y como se avecina el siglo XXII.
El 16 de noviembre la Asociación de Antiguos Alumnos del IE celebra su Conferencia Anual. Este año el lema elegido es DESAFIOS DE UN PLANETA EN CAMBIO. Vamos a tratar los grandes retos del siglo XXI: los recursos naturales, el futuro demográfico, los nuevos mercados y las nuevas culturas. En esta página a la izquierda arriba tienes un banner donde se explica el programa.
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