Me pregunta Javier Oviedo en un comentario a un post de 21 de junio “La familia y el matrimonio como factores de desarrollo económico y social” si hay diferencia entre crecer en una familia con dos padres o ser criado por una en que solo haya un padre. Pues bien Richard Layard (Director del Centre for Economic Performance de la London School of Economics), en una conferencia que impartió en el Instituto de Empresa explicó la intima relación existente entre situación familiar y la felicidad. Layard dijo, entre otras cosas, que: “If you ask people about the main facts that affect happiness, family life always comes first”. Después de la conferencia a los asistentes nos regaló un ejemplar de su libro “Happiness: Lessons from a new science (Penguin, 2005)”. ¿Qué dice el libro? Muchas cosas, entre otras, lo difícil que resulta ser feliz cuando tiene lugar una ruptura familiar.
El libro de Layard cita muchos estudios. Uno de los que cita toma una muestra de niños de siete años cuyos padres aún vivían juntos. Si los padres luego se separaban, la probabilidad de que estos niños se convirtieran en adultos depresivos era aproximadamente el doble que la de los niños cuyos padres seguían juntos, sin importar la edad que tuviera el niño cuando se producía la separación. Otros estudios que cita Layard en el libro señalan que el divorcio ha sido identificado como la razón más clara para explicar el aumento de la cifra de suicidios de los jóvenes estadounidenses. Y dado que las separaciones aumentan cada vez más, ya se trate de divorcios o de parejas que nunca han contraído matrimonio, este hecho ejerce una presión negativa constante sobre el descenso del nivel general de felicidad.
El semanario The Economist ofrecía hace poco un especial de tres páginas titulado Marriage in America dedicado a explicar las conclusiones de numerosos estudios que muestran la superioridad del matrimonio frente a las demás formas de convivir y tener descendencia. Desde distintas perspectivas, The Economist muestra que el matrimonio da los mejores resultados en los distintos indicadores de desarrollo humano, tanto para los adultos como para los niños: bienestar material, productividad laboral, salud física y psíquica, rendimiento escolar, tasa de alcoholismo y drogadicción.
En España se han cumplido dos años de la ley de «divorcio exprés” en la que se eliminó para divorciarse el requisito de separación previa. Al abolir cualquier período previo de reflexión se pueden impedir muchas reconciliaciones tempranas, y se prima por tanto la ruptura frente a otras vías de solución de los problemas. Como consecuencia en España los divorcios están creciendo rápidamente. En el año 2005 (primer año del divorcio exprés) los divorcios aumentaron un 43 % sobre el año 2004. En el 2006 se produjeron 141.817 divorcios lo que supone un incremento del 51% con respecto al 2005.
Ante esta situación cabe preguntarse si la gran facilidad para el divorcio instaurada hace dos años en España ha fomentado la felicidad o ha sucedido justamente lo contrario. Tal como ha señalado Torre de Silva en “Dos años de divorcio exprés” (publicado en Expansión el 17 de julio de 2007) con frecuencia los análisis sobre el divorcio se centran en los cónyuges protagonistas de la ruptura familiar. Sin embargo, quienes sufren con mayor intensidad las consecuencias son los hijos. No se si contesto a Javier Oviedo pero parece que la evidencia muestra que si que hay diferencia entre crecer en una familia monoparental o ser criado por los dos padres.
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