WP_Post Object ( [ID] => 4259 [post_author] => 13668 [post_date] => 2007-09-12 13:59:28 [post_date_gmt] => 2007-09-12 12:59:28 [post_content] => La pregunta que da título a esta entrada se la hice a mi compañera Celia de Anca tras una conferencia que pronunció sobre el Mundo Islámico en un curso de verano sobre humanidades que se organizó, el pasado mes de julio, en la Universidad SEK de Segovia. Y he querido traerla a este blog de economía, a raíz de algunos de los acontecimientos que han acaecido en las últimas semanas en Turquía, Marruecos o Pakistán. Si observamos el mundo islámico, es difícil encontrar regímenes democráticos. O mejor dicho, regímenes democráticos, tal y como los entendemos en occidente. En los países de religión islámica, lo más habitual es encontrar regímenes autoritarios en versiones civiles, militares o monárquicas, bajo la apariencia -o sin ella-, de sistemas democráticos. Da igual que sean países ricos, como las monarquías del Golfo o pobres, como algunos estados africanos; o que sean árabes o no. El común denominador es, salvo excepciones, el mismo. Además, en la mayoría de los casos, estos regímenes son apoyados por los países occidentales con la justificación de que así se evita la llegada al poder de movimientos islamistas radicales que pondrían en peligro esas supuestas democracias (y los intereses económicos occidentales). Por ejemplo, el temor a que la situación iraní se repita en Egipto o Argelia, justifica la represión a la que se ven sometidos los Hermanos Musulmanes o el Frente Islámico de Salvación, respectivamente. Pero la incapacidad de estos gobiernos por dar respuesta a las necesidades económicas, políticas y sobre todo sociales de la población, provoca que sean los partidos islámicos, moderados o radicales, los que aglutinan ese deseo de cambio y tengan, por tanto, un importante apoyo popular. En Turquía, el gobierno islamista moderado de Erdogan -, que este verano renovó comodamente su mayoría parlamentaria -, está profundizando en las reformas democráticas y económicas e impulsando la adhesión de Turquía a la Unión Europea. En Marruecos, pesar de su inesperada derrota en las elecciones de la semana pasada, los islamistas de Justicia y Desarrollo, eran la esperanza más palpable para cambiar algo en el régimen de Mohamed VI. En ambos casos, se argumenta que son partidos que mantienen una agenda oculta cuyo fin último es replicar el régimen iraní, y que sus deseos de cambio y reformas son sólo una excusa para lograr su objetivo de islamizar el país. Sea como fuere, lo cierto es que a la democracia le cuesta abrirse paso en las sociedades islámicas. Muchas veces se justifica en base a la incompatibilidad del binomio islám-democracia. La entrada de Turquía en la Unión Europea, podría ser un test para comprobar la compatibilidad de ambos conceptos. Y de salir bien, un acicate para que otros gobiernos de la región, iniciaran reformas democráticas y sociales que hicieran mejorar la situación económica de sus habitantes. Pero no soy muy optimista al respecto. Me cuesta creer que en los próximos años, en la ribera sur del Mediterráneo o en Oriente Medio, se extenderá la democracia. [post_title] => ¿Es factible la democracia en los países islámicos? [post_excerpt] => [post_status] => publish [comment_status] => open [ping_status] => closed [post_password] => [post_name] => es_factible_la [to_ping] => [pinged] => [post_modified] => 2023-12-13 13:55:04 [post_modified_gmt] => 2023-12-13 12:55:04 [post_content_filtered] => [post_parent] => 0 [guid] => https://economy.blogs.ie.edu/archives/2007/09/es_factible_la.php [menu_order] => 0 [post_type] => post [post_mime_type] => [comment_count] => 3 [filter] => raw )
La pregunta que da título a esta entrada se la hice a mi compañera Celia de Anca tras una conferencia que pronunció sobre el Mundo Islámico en un curso de verano sobre humanidades que se organizó, el pasado mes de julio, en la Universidad SEK de Segovia. Y he querido traerla a este blog de economía, a raíz de algunos de los acontecimientos que han acaecido en las últimas semanas en Turquía, Marruecos o Pakistán. Si observamos el mundo islámico, es difícil encontrar regímenes democráticos. O mejor dicho, regímenes democráticos, tal y como los entendemos en occidente. En los países de religión islámica, lo más habitual es encontrar regímenes autoritarios en versiones civiles, militares o monárquicas, bajo la apariencia -o sin ella-, de sistemas democráticos. Da igual que sean países ricos, como las monarquías del Golfo o pobres, como algunos estados africanos; o que sean árabes o no. El común denominador es, salvo excepciones, el mismo. Además, en la mayoría de los casos, estos regímenes son apoyados por los países occidentales con la justificación de que así se evita la llegada al poder de movimientos islamistas radicales que pondrían en peligro esas supuestas democracias (y los intereses económicos occidentales). Por ejemplo, el temor a que la situación iraní se repita en Egipto o Argelia, justifica la represión a la que se ven sometidos los Hermanos Musulmanes o el Frente Islámico de Salvación, respectivamente.
Pero la incapacidad de estos gobiernos por dar respuesta a las necesidades económicas, políticas y sobre todo sociales de la población, provoca que sean los partidos islámicos, moderados o radicales, los que aglutinan ese deseo de cambio y tengan, por tanto, un importante apoyo popular.
En Turquía, el gobierno islamista moderado de Erdogan -, que este verano renovó comodamente su mayoría parlamentaria -, está profundizando en las reformas democráticas y económicas e impulsando la adhesión de Turquía a la Unión Europea. En Marruecos, pesar de su inesperada derrota en las elecciones de la semana pasada, los islamistas de Justicia y Desarrollo, eran la esperanza más palpable para cambiar algo en el régimen de Mohamed VI. En ambos casos, se argumenta que son partidos que mantienen una agenda oculta cuyo fin último es replicar el régimen iraní, y que sus deseos de cambio y reformas son sólo una excusa para lograr su objetivo de islamizar el país.
Sea como fuere, lo cierto es que a la democracia le cuesta abrirse paso en las sociedades islámicas. Muchas veces se justifica en base a la incompatibilidad del binomio islám-democracia. La entrada de Turquía en la Unión Europea, podría ser un test para comprobar la compatibilidad de ambos conceptos. Y de salir bien, un acicate para que otros gobiernos de la región, iniciaran reformas democráticas y sociales que hicieran mejorar la situación económica de sus habitantes. Pero no soy muy optimista al respecto. Me cuesta creer que en los próximos años, en la ribera sur del Mediterráneo o en Oriente Medio, se extenderá la democracia.
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