Diseñada por el economista Arthur Betz Laffer, defiende que, en ocasiones, es precisamente, con rebajas fiscales como se recauda más. La curva de Laffer se apoya en un sencillo dibujo: una U invertida, en un diagrama que coloca el tipo impositivo en el eje de abscisas, y la recaudación en el de ordenadas. La curva de Laffer relaciona niveles de recaudación con el aumento de impuestos. Si medimos el aumento del impuesto, a través de un tipo impositivo medio t, tendríamos una curva con ésta forma:
Cuando el tipo impositivo es t1, la recaudación, al aplicar ese tipo sobre la renta, será una cantidad positiva mayor que cero (concretamente R1). Si aumentamos el tipo, la recaudación seguirá creciendo hasta alcanzar un máximo en R2, para un tipo t2. A partir de ese punto, cualquier intento del gobierno para elevar los impuestos (tipo impositivo), se traducirá, paradójicamente, en un descenso de la cantidad recaudada. Nótese que para t3 la recaudación ha caído hasta R3. Es decir, habrá un momento a partir del cual el tipo se considere tan alto, que los contribuyentes comenzarán a dejar de pagar impuestos -será más rentable el fraude o el ocio, que la inversión o el trabajo- hasta llegar a un punto (cuando la curva de Laffer toca el eje de abscisas) en el que, con un gravamen del 100%, no se consigue ingresar nada.
La curva de Laffer ha suscitado multitud de críticas, principalmente debido a la dificultad de su conocimiento empírico, ya que se desconoce el punto de la curva en que se encuentra una economía o, lo que es lo mismo, no se conoce cuál es el tipo de gravamen óptimo (t2) que nos proporciona el mayor nivel de recaudación posible. Los críticos de la curva sostienen que, en EEUU en la década de los años 80, Reagan bajó los impuestos y no aumentó la recaudación y en cambio los gobiernos que siguieron a Reagan, presididos por George Bush padre y Bill Clinton, subieron los impuestos y aumentó la recaudación. Pero en este caso la curva de Laffer sigue siendo cierta, porque, como hemos indicado, hay un momento a partir del cual la disminución de los tipos impositivos supone una caída de la recaudación. La curva de Laffer pretende demostrar algo que parece obvio: no por elevar los impuestos, necesariamente se va a recaudar más. Y también su contrario: no por bajar los impuestos se va a recaudar menos. Islandia, por ejemplo, proporcionó una demostración interesante de la curva de Laffer. De 1991 a 2001, con el tipo impositivo cayendo gradualmente desde el 45% hasta el 18% los ingresos fiscales se triplicaron. Desde 2001 los ingresos se han vuelto a triplicar. Mientras tanto la economía islandesa crece a una tasa media del 4%. Para el caso de España puedes bajarte aquí un artículo que publiqué ayer en el diario El Mundo
Arthur Laffer dibujó esta curva en una servilleta. Fue en una cena en el restaurante Two Continents, de Washington, en los años setenta. Laffer fue invitado Dick Cheney, jefe de Gabinete del entonces presidente Gerald Ford. Laffer trataba de explicar al asesor de la Casa Blanca las ventajas de una rebaja fiscal y para ilustrar sus ideas, tiró de una servilleta, y dibujó su famosa gráfica. En 1989, The Wall Street Journal incluyó a Laffer entre las personas que más influyeron en el periódico. En 1999, la revista Time señaló que la curva de Laffer era uno de los grandes avances que impulsaron la economía del siglo XX. ¿Y qué fue de la servilleta? Está depositada en una vitrina en el Bookings Institution (Washington).
En resumen la curva de Laffer se basa en la hipótesis de que, cuando la presión fiscal es muy alta, la rebaja de impuestos introduce incentivos en la economía, que se traducen en que la gente trabaja más o se pasa de la economía sumergida a la economía legal, con el consiguiente aumento de la inversión, el empleo y el consumo. El Estado además recaudará más, al mismo tiempo que aumenta la renta disponible de los ciudadanos.
Por cierto hay un catalán que se adelantó a Laffer: Laureano de Figuerola
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