La publicación de los Informes semestrales del FMI son cada año uno de los puntos de referencia para los analistas macroeconómicos. No tanto por las previsiones económicas que incorporan, pues difícilmente un organismo supranacional se podría permitir ser muy negativo en sus opiniones sobre el futuro inmediato, sino sobre todo, por la profundidad del análisis sobre los temas que están centrando el debate económico. Es decir, lo importante es intentar leer entre líneas. En este sentido, la principal idea que intenta transmitir esta vez el FMI es que el debilitamiento de la economía americana (se ha rebajado la previsión para este año del 3,8% al 3,2%) no se va a contagiar al resto del mundo y, que después de esta pausa en medio del ciclo, a partir del segundo semestre la actividad en EEUU volverá a despegar. Como además el comportamiento de Japón y, especialmente de la Unión Europea, va a ser mejor de lo esperado, el resultado sería un crecimiento mundial más equilibrado. Hasta aquí la parte positiva de la historia, que incluiría una revisión al alza de la previsión de crecimiento para España tanto para 2007 (del 3% al 3,6%), como para 2008 (del 3,1% al 3,4%).
Pero para mi lo más relevante es la importancia que se le concede a la situación de los mercados financieros, profusamente tratada en el Informe de Estabilidad Financiera, que ya se ha convertido en una herramienta de análisis tan importante como el World Economic Outlook. Y la lista de riesgos que se detalla es como para preocuparse: desde el potencial desestabilizador de los “carry-trades”, hasta los problemas que pueden causar las «subprime» en EEUU, pasando por el apalancamiento que existe detrás de las últimas operaciones corporativas. De manera que todo nos lleva a pensar que la próxima crisis puede iniciarse por problemas en el sector financiero. O lo que es lo mismo, los efectos del exceso de liquidez inyectado por los bancos centrales desde 2001, antes o después los pagaremos.
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