Archivo de marzo/2007

9
Mar

Entendiendo la inflación

Escrito el 9 marzo 2007 por Javier Carrillo en Política Monetaria, Unión Europea

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    [post_content] => Hoy se presenta en la conferencia anual del U.S. Monetary Policy Forum un informe titulado “Understanding the Evolving Inflation Process”, elaborado por un granado grupo de macroeconomistas procedentes de la academia y de Wall Street. El estudio aborda la “Gran Inflación” de los 1970s, con origen en una política monetaria excesivamente laxa, y su posterior y tardío control a mediados de los 1980s, e intenta obtener algunas enseñanzas de esa evolución con respecto a la aparente calma en los precios que disfrutamos desde entonces en las economías avanzadas. Los autores llegan a la inquietante conclusión de que los actuales responsables de los bancos centrales no deberían acomodarse demasiado en la calma de la última década, dado que no ha habido ningún cambio estructural en nuestras economías que permita pensar en el fin de la volatilidad de los precios.

Como recoge un artículo de ayer en The Economist, a menudo los bancos centrales aluden a las expectativas de una inflación moderada como una evidencia de que la política monetaria llevada a cabo es la apropiada. Esto, que podría ser cierto en un contexto de inflación elevada, parece cuestionable cuando los precios se mantienen estables.

La aparente calma de la que disfrutamos, en definitiva, no está en absoluto garantizada. Resulta aconsejable una política monetaria vigilante y rigurosa, a pesar de que las señales sean positivas. Por oposición a quienes advierten de que las subidas de tipos podrían ahogar la incipiente recuperación en Europa, cabría preguntarse ¿estará siendo el BCE suficientemente riguroso?

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Hoy se presenta en la conferencia anual del U.S. Monetary Policy Forum un informe titulado “Understanding the Evolving Inflation Process”, elaborado por un granado grupo de macroeconomistas procedentes de la academia y de Wall Street. El estudio aborda la “Gran Inflación” de los 1970s, con origen en una política monetaria excesivamente laxa, y su posterior y tardío control a mediados de los 1980s, e intenta obtener algunas enseñanzas de esa evolución con respecto a la aparente calma en los precios que disfrutamos desde entonces en las economías avanzadas. Los autores llegan a la inquietante conclusión de que los actuales responsables de los bancos centrales no deberían acomodarse demasiado en la calma de la última década, dado que no ha habido ningún cambio estructural en nuestras economías que permita pensar en el fin de la volatilidad de los precios.

Como recoge un artículo de ayer en The Economist, a menudo los bancos centrales aluden a las expectativas de una inflación moderada como una evidencia de que la política monetaria llevada a cabo es la apropiada. Esto, que podría ser cierto en un contexto de inflación elevada, parece cuestionable cuando los precios se mantienen estables.

La aparente calma de la que disfrutamos, en definitiva, no está en absoluto garantizada. Resulta aconsejable una política monetaria vigilante y rigurosa, a pesar de que las señales sean positivas. Por oposición a quienes advierten de que las subidas de tipos podrían ahogar la incipiente recuperación en Europa, cabría preguntarse ¿estará siendo el BCE suficientemente riguroso?

8
Mar

EL BCE coloca los tipos de interés en el 3,75%

Escrito el 8 marzo 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Política Monetaria

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    [post_content] => El Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) ha decidido hoy  elevar los tipos de interés de la zona euro desde el 3,50% hasta el 3,75%. Es el séptimo incremento que se produce desde diciembre de 2005, cuando estaban situados en el 2%, y los coloca al mismo nivel que tenían en septiembre de 2001.  Además,  Trichet ha dejado la puerta abierta a nuevas subidas en el futuro.
Imagen4.gif

La medida puede sorprender, pues llega en un momento en que los precios en la eurozona parecen estar bastante controlados.  En febrero, la tasa interanual de inflación de la zona euro se sitúo en el 1,8%, lo que la coloca por  debajo del 2%, que es el objetivo medio de inflación que propone el propio BCE. Por tanto, si en la evolución de los precios no parece estar el problema, ¿cuáles son los motivos para elevar los tipos de interés?



Pues creo que debemos buscarlos en el miedo a que la situación se descontrole en un futuro próximo.  En primer lugar,  el precio del barril de petróleo ha subido en las últimas semanas desde los 50 $, hasta los 60 $, y todavía podría hacerlo más, en función de cómo evolucione el conflicto por el programa nuclear iraní. Además,  la liquidez se mantiene en niveles muy elevados (en enero, la M3, que mide la cantidad de dinero en circulación aumentó el 9,8%, cuando el BCE estima que no debería crecer más allá del 4,5%), y el crédito al sector privado crece a buen ritmo. Por último,  la autoridad monetaria está preocupada por el efecto  que la recuperación económica  de la eurozona (el BCE ha elevado sus previsiones hasta el 2,5% para este año), puede tener sobre los  incrementos salariales,  y por tanto, sobre los precios en el futuro. Es decir, prefiere poner la venda, antes de que se produzca la herida.

En principio, las primeras en notar las consecuencias de esta subida, deberían ser las familias con hipotecas a tipo de interés variable, pero lo cierto es que el mercado ya había descontado esta subida, por lo que no se espera que el  euribor, que ya ha superado el  4%, se incremente en demasía.  También las empresas notarán un aumento de sus costes financieros y el euro podría apreciarse aún más con respecto al dólar. Pero las bolsas, sumidas en lo que parece ser un proceso de corrección técnica, no parece que vayan a verse muy afectadas por esta subida.

Dos cuestiones circulan entre los medios económicos europeos. Una es hasta que punto esta medida del BCE puede comprometer  la incipiente recuperación de las principales economías europeas. Y la otra, es determinar el nivel hasta el que pueden  llegar los tipos este año: ¿hasta el 4%?, ¿hasta el 4,5%? ¿Vosotros que pensáis?


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El Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) ha decidido hoy elevar los tipos de interés de la zona euro desde el 3,50% hasta el 3,75%. Es el séptimo incremento que se produce desde diciembre de 2005, cuando estaban situados en el 2%, y los coloca al mismo nivel que tenían en septiembre de 2001. Además, Trichet ha dejado la puerta abierta a nuevas subidas en el futuro.
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La medida puede sorprender, pues llega en un momento en que los precios en la eurozona parecen estar bastante controlados. En febrero, la tasa interanual de inflación de la zona euro se sitúo en el 1,8%, lo que la coloca por debajo del 2%, que es el objetivo medio de inflación que propone el propio BCE. Por tanto, si en la evolución de los precios no parece estar el problema, ¿cuáles son los motivos para elevar los tipos de interés?

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7
Mar
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    [post_content] => Los datos que nos ofrece hoy el INE sobre “Indicadores del sector de alta tecnología” en el año 2005 no son buenos. La facturación de las empresas manufactureras de alta y media–alta tecnología aumenta en 2005 un 3,4% menos que el crecimiento del PIB en ese año. Pero lo que parece más grave es que las exportaciones de productos de alta tecnología (9.110,1 millones de euros) tuvieron un incremento solo del 4,6% respecto a 2004, mientras que las importaciones (24.778,6 millones de euros) consiguieron un aumento del 12,21%. Este ensanchamiento de este déficit tecnológico, cuya cobertura es de solo el 36,5%) unido a los saldos muy negativos de la balanza de “royalties” (que contabiliza el flujo anual de los pagos y cobros por la utilización de patentes entre España y el resto del mundo) demuestran lo que ya sabíamos: que la elevada dependencia tecnológica española sigue aumentando. Los ingresos por royalties en 2005 fueron de 444 millnes de euro mientras que los pagos supusieron 2121 millones. La cobertura de la balanza de royalties fue, por tanto, de tan solo el 21%.

Además, España sigue importando muchos bienes de equipo (46.896 millones de euros en 2005) y exporta relativamente pocos (24.015 millones de euros en 2005). Un déficit, el del comercio exterior de bienes de equipo, que va en progresivo aumento. El elevado y creciente peso que representan las importaciones de bienes de equipo en la inversión española es también un indicador de la escasa capacidad tecnológica de España y, consiguientemente, de su acusada dependencia de la tecnología extranjera.

El origen del déficit tecnológico español se puede encontrar en los reducidos gastos en I+D. Esta escasa “intensidad investigadora” puede comprobarse comparando los datos españoles con los de la media europea (referentes a la parte del PIB que se destina a I+D), o al número de investigadores y científicos en relación con la población activa. El problema es aún mayor si tomamos como referencia los casos de Estados Unidos y Japón. Las inversiones en tecnología en España representan el 4% de todas las de la UE-15, cuando el PIB español es el 9% de la UE (15). Cierto es que los datos que ofrece hoy el INE señalan algo positivo: que la inversión en I+D de las empresas de alta tecnología aumenta un 7,7% durante el año 2005. Pero ese dato, aunque bueno, no supone una mejora sensible en el gasto total del I+D español. Los gastos totales en I+D representan en España porcentajes que rondan el 1% sobre el PIB, muy alejados del promedio de la UE, que es del 2%. España sufre todavía un retraso tecnológico en comparación con los demás países de su entorno; por ejemplo, tiene la mitad de científicos por cada 1.000 habitantes que la media de los países de la OCDE. ¿Tienen estos resultados alguna relación con el nivel de la enseñanza universitaria que llevamos algunos días discutiendo en este blog?


    [post_title] => Sigue la dependencia tecnológica española
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Los datos que nos ofrece hoy el INE sobre “Indicadores del sector de alta tecnología” en el año 2005 no son buenos. La facturación de las empresas manufactureras de alta y media–alta tecnología aumenta en 2005 un 3,4% menos que el crecimiento del PIB en ese año. Pero lo que parece más grave es que las exportaciones de productos de alta tecnología (9.110,1 millones de euros) tuvieron un incremento solo del 4,6% respecto a 2004, mientras que las importaciones (24.778,6 millones de euros) consiguieron un aumento del 12,21%. Este ensanchamiento de este déficit tecnológico, cuya cobertura es de solo el 36,5%) unido a los saldos muy negativos de la balanza de “royalties” (que contabiliza el flujo anual de los pagos y cobros por la utilización de patentes entre España y el resto del mundo) demuestran lo que ya sabíamos: que la elevada dependencia tecnológica española sigue aumentando. Los ingresos por royalties en 2005 fueron de 444 millnes de euro mientras que los pagos supusieron 2121 millones. La cobertura de la balanza de royalties fue, por tanto, de tan solo el 21%.

Además, España sigue importando muchos bienes de equipo (46.896 millones de euros en 2005) y exporta relativamente pocos (24.015 millones de euros en 2005). Un déficit, el del comercio exterior de bienes de equipo, que va en progresivo aumento. El elevado y creciente peso que representan las importaciones de bienes de equipo en la inversión española es también un indicador de la escasa capacidad tecnológica de España y, consiguientemente, de su acusada dependencia de la tecnología extranjera.

El origen del déficit tecnológico español se puede encontrar en los reducidos gastos en I+D. Esta escasa “intensidad investigadora” puede comprobarse comparando los datos españoles con los de la media europea (referentes a la parte del PIB que se destina a I+D), o al número de investigadores y científicos en relación con la población activa. El problema es aún mayor si tomamos como referencia los casos de Estados Unidos y Japón. Las inversiones en tecnología en España representan el 4% de todas las de la UE-15, cuando el PIB español es el 9% de la UE (15). Cierto es que los datos que ofrece hoy el INE señalan algo positivo: que la inversión en I+D de las empresas de alta tecnología aumenta un 7,7% durante el año 2005. Pero ese dato, aunque bueno, no supone una mejora sensible en el gasto total del I+D español. Los gastos totales en I+D representan en España porcentajes que rondan el 1% sobre el PIB, muy alejados del promedio de la UE, que es del 2%. España sufre todavía un retraso tecnológico en comparación con los demás países de su entorno; por ejemplo, tiene la mitad de científicos por cada 1.000 habitantes que la media de los países de la OCDE. ¿Tienen estos resultados alguna relación con el nivel de la enseñanza universitaria que llevamos algunos días discutiendo en este blog?

6
Mar

¿Momento dulce, final amargo?

Escrito el 6 marzo 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Economía española

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    [post_content] => Gracias a los recientes datos sobre la economía española que han venido siendo publicados en las últimas fechas, podemos afirmar que nos encontramos en uno de los momentos más dulces de nuestra historia económica.  No sólo porque el crecimiento en 2006 se aceleró hasta el 3,9%, (la tasa más alta desde el año 2000 y la mejor de todas las economías del G-7), sino porque, en líneas generales, la composición de ese crecimiento ha sido algo más equilibrada que en años anteriores: se incrementó la inversión en bienes de equipo, se reactivaron las exportaciones y aumentó la productividad en un contexto de fuerte aumento del empleo (el año pasado se crearon casi 700.000 nuevos puestos de trabajo y el paro se redujo hasta el 8,3%, una tasa desconocida desde 1978). Además, gracias a la moderación en el precio de los carburantes,  la inflación  en febrero se ha reducido hasta el  2,5%, y como ya hemos comentado en este mismo blog,  el superávit que obtuvieron las administraciones públicas el año pasado alcanzó el 1,8% del PIB.

Por otra parte, los pronósticos para 2007 son también bastante buenos. Las últimas previsiones sitúan el crecimiento del PIB en el 3,5%,  una creación de  otros casi 500.000 nuevos empleos (lo que reduciría el paro al 7,8% de la población activa) y, a pesar de la rebaja del impuesto sobre la renta y de sociedades, un superávit fiscal cifrado en un 1% que permitirá reducir la deuda pública hasta el 36,6% del PIB.

tasas-crec-G7-y-España.gif







Pero aunque hay que reconocer que la situación y las perspectivas son muy buenas, no hay que olvidar que los desequilibrios de nuestra economía siguen estando muy presentes. La inflación, podría volver a repuntar, puesto que el petróleo ha vuelto a recuperar la banda de los 60 dólares/barril; y en cualquier caso, se mantendrá en niveles superiores a los del resto de nuestros socios europeos, lo que implicará que la competitividad siga deteriorándose y que el déficit exterior español siga siendo el mayor de las grandes economías del mundo. A pesar de que el aumento de las exportaciones ha reducido la contribución negativa del sector exterior al crecimiento, ese dato no debe de enmascarar la cruda realidad: en 2006, el déficit comercial ha vuelto a incrementarse, superando ya el 9% del PIB.  Tampoco deberíamos olvidar que el Banco Central Europeo continuará subiendo los tipos de interés (el BBVA pronostica que pueden llegar hasta el 4,5%  a finales de año),  y que  sus efectos  sobre el encarecimiento de las hipotecas, empiezan a hacer mella en el bolsillo de muchas familias.

Frente al optimismo de nuestras autoridades económicas, hay quienes creen que la situación no es sostenible y que  sólo estamos en la antesala de un amargo final, puesto que los  desequilibrios que hemos venido acumulando en los últimos años acabarán pasándonos factura (lo que implicaría un duro y penoso proceso de ajuste). ¿Vosotros que pensáis?



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Gracias a los recientes datos sobre la economía española que han venido siendo publicados en las últimas fechas, podemos afirmar que nos encontramos en uno de los momentos más dulces de nuestra historia económica. No sólo porque el crecimiento en 2006 se aceleró hasta el 3,9%, (la tasa más alta desde el año 2000 y la mejor de todas las economías del G-7), sino porque, en líneas generales, la composición de ese crecimiento ha sido algo más equilibrada que en años anteriores: se incrementó la inversión en bienes de equipo, se reactivaron las exportaciones y aumentó la productividad en un contexto de fuerte aumento del empleo (el año pasado se crearon casi 700.000 nuevos puestos de trabajo y el paro se redujo hasta el 8,3%, una tasa desconocida desde 1978). Además, gracias a la moderación en el precio de los carburantes, la inflación en febrero se ha reducido hasta el 2,5%, y como ya hemos comentado en este mismo blog, el superávit que obtuvieron las administraciones públicas el año pasado alcanzó el 1,8% del PIB.

Por otra parte, los pronósticos para 2007 son también bastante buenos. Las últimas previsiones sitúan el crecimiento del PIB en el 3,5%, una creación de otros casi 500.000 nuevos empleos (lo que reduciría el paro al 7,8% de la población activa) y, a pesar de la rebaja del impuesto sobre la renta y de sociedades, un superávit fiscal cifrado en un 1% que permitirá reducir la deuda pública hasta el 36,6% del PIB.

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4
Mar
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    [post_content] => Mañana sale a la venta la traducción al castellano de la 4ª edición de “Principios de Economía” de Gregory Mankiw. Mankiw es Profesor de la Universidad de  Harvard y ex-asesor económico de la Casa Blanca, es conocido por ser autor de dos libros muy populares entre los estudiantes de economía, “Principios de Economía” y “Macroeconomía” de los que ha vendido millones de ejemplares. El primero de ellos “Principios de Economía” es uno de los exigidos en muchas universidades y escuelas de negocios del mundo, rivalizando con otros como el clásico de Paul Samuelson a quien durante décadas nadie ha retirado como libro de texto de las más prestigiosas universidades.


En la primera edición (1998) de “Principios de Economía” de Gregory Mankiw  se podía observar una tendencia claramente maltusiana. En la segunda edición (2002) se produjo un cambio seguía siendo un poco maltusiano pero introdujo un apartado explicando porque Thomas Malthus erró en sus predicciones. De la lectura de esta segunda edición del libro de Mankiw se puede deducir que era un poco menos maltusiano que en la primera. La tercera (2004) y también la cuarta edición (2007, que sale mañana en castellano) tienen más rasgos natalistas que maltusianos (que también los tiene).

Voy a contar una anécdota. Un día pregunté en clase a mis alumnos por qué creían ellos que se había producido esta conversión de Mankiw hacia el natalismo. Uno de los alumnos le puso un correo a Mankiw y se lo preguntó. La respuesta que dio Mankiw en un mail a este alumno mío, que le hizo esa pregunta, fue la siguiente: “Mi mujer y yo estamos a punto de realizar un acto que algunos definirían como socialmente irresponsable: al final del verano, vendrá al mundo nuestro tercer hijo. Un tercer hijo significa, por supuesto, que mi mujer y yo estamos contribuyendo a la expansión demográfica del planeta; y para algunas personas esta decisión resulta contraproducente. Hace dos siglos, Thomas Malthus argumentó que una población que no dejase de crecer haría que la sociedad se estancase a la hora de producir bienes y servicios. Como resultado, el hombre estaba condenado a vivir siempre en la pobreza. Afortunadamente, Malthus estaba bastante equivocado. Aunque la población mundial ha aumentado seis veces con respecto a la de hace un par de siglos, los niveles de vida son mucho mayores. La razón es que el aumento de los conocimientos, nuevas tecnologías, ideas, etc., es mucho mayor que el de la población.

Las nuevas ideas (que mejoran la producción e incluso los bienes que deben de ser producidos) nos han llevado a una época de prosperidad mayor de la que Malthus (o cualquiera de sus coetáneos) pudieran haber imaginado. Como procreador, finalizaba Mankiw su carta, no pido disculpas. Cuando le dé a Peter Mankiw la bienvenida a este mundo lo haré sin ningún tipo de remordimiento. No garantizo que él sea el que descubra la cura para el cáncer, o que descubra una solución para el calentamiento de la tierra, pero siempre hay una oportunidad de que así sea. Y es en esta oportunidad donde radica la esperanza de nuestra especie”. Como ves muy en la línea de lo que decíamos en este blog el 17 de febrero en un post titulado "Los maltusianos (2)"  .





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Mañana sale a la venta la traducción al castellano de la 4ª edición de “Principios de Economía” de Gregory Mankiw. Mankiw es Profesor de la Universidad de Harvard y ex-asesor económico de la Casa Blanca, es conocido por ser autor de dos libros muy populares entre los estudiantes de economía, “Principios de Economía” y “Macroeconomía” de los que ha vendido millones de ejemplares. El primero de ellos “Principios de Economía” es uno de los exigidos en muchas universidades y escuelas de negocios del mundo, rivalizando con otros como el clásico de Paul Samuelson a quien durante décadas nadie ha retirado como libro de texto de las más prestigiosas universidades.

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3
Mar
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    [post_content] => Me sorprendió gratamente que un post reciente del 24 de febrero titulado “Las fusiones universitarias, un tema controvertido” levantara mucha polvareda. Uno de los temas que se discutió allí fue la competencia entre universidades. La importancia de la competencia entre las universidades para el logro de la excelencia es un hecho bien documentado históricamente: Así, a la vista del desgraciado estado de la Sorbonne, Francisco I, en vez de intentar reformarla, creó el Collage de France, justo enfrente de la vieja universidad, con efectos beneficiosos permanentes sobre ambas instituciones. Otros ejemplos de rivalidad bien entendida que ha redundado en beneficio de todos son: Oxford y Cambridge, MIT y Harvard, Stanford y Berkeley, etc. Por tanto la competencia es buena. Y de esa competencia surgen las mejores universidades del mundo.

¿Qué hacen las mejores universidades del mundo? Un reciente trabajo de Luis C. Corchón titulado “Incentivos y excelencia: una visión desde la economía” señala que en las mejores universidades del mundo: 1) Los programas doctorales se imparten en inglés y están abiertos a estudiantes de todo el mundo. 2) Los que terminan estos programas de doctorado nunca se colocan en sus departamentos de origen. 3) Las universidades top acuden todos los años a diversos mercados de trabajo -español, americano, británico- para reclutar a sus fichajes y colocar a sus estudiantes de doctorado. 4) Tienen sistemas de incentivos -reducciones docentes y premios monetarios- que remuneran la investigación de calidad.




Dice Luis C. Corchón que una universidad competitiva a nivel europeo necesita mucho dinero (aunque desde luego menos que un club de fútbol que quiera ser competitivo a nivel europeo) ¿Hay en España Universidades competitivas? ¿Jugará España la Champions de la ciencia? ¿La integración plena de las universidades españolas en el Espacio Europeo de Educación Superior permitirá mejorar su competitividad, excelencia y calidad? ¿Se vinculará la universidad española a la sociedad produciendo lo que demanda el mercado?


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Me sorprendió gratamente que un post reciente del 24 de febrero titulado “Las fusiones universitarias, un tema controvertido” levantara mucha polvareda. Uno de los temas que se discutió allí fue la competencia entre universidades. La importancia de la competencia entre las universidades para el logro de la excelencia es un hecho bien documentado históricamente: Así, a la vista del desgraciado estado de la Sorbonne, Francisco I, en vez de intentar reformarla, creó el Collage de France, justo enfrente de la vieja universidad, con efectos beneficiosos permanentes sobre ambas instituciones. Otros ejemplos de rivalidad bien entendida que ha redundado en beneficio de todos son: Oxford y Cambridge, MIT y Harvard, Stanford y Berkeley, etc. Por tanto la competencia es buena. Y de esa competencia surgen las mejores universidades del mundo.

¿Qué hacen las mejores universidades del mundo? Un reciente trabajo de Luis C. Corchón titulado “Incentivos y excelencia: una visión desde la economía” señala que en las mejores universidades del mundo: 1) Los programas doctorales se imparten en inglés y están abiertos a estudiantes de todo el mundo. 2) Los que terminan estos programas de doctorado nunca se colocan en sus departamentos de origen. 3) Las universidades top acuden todos los años a diversos mercados de trabajo -español, americano, británico- para reclutar a sus fichajes y colocar a sus estudiantes de doctorado. 4) Tienen sistemas de incentivos -reducciones docentes y premios monetarios- que remuneran la investigación de calidad.

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2
Mar

El porqué del Pacto de Estabilidad y Crecimiento

Escrito el 2 marzo 2007 por Javier Carrillo en Uncategorized

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    [post_content] => En su post de ayer, Juan Carlos consideraba “(…) muy destacable el superávit de las cuentas españolas en un entorno en el que predominan los déficit públicos. Empezando por Alemania, la inventora del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, esa especie de corsé presupuestario que limitaba el déficit público al 3% del PIB y que fue creado para acabar con la indisciplina fiscal de las economías del sur de Europa; y que, cosas de la vida, Berlín ha estado cinco años incumpliendo.” Por mi parte, en el post del 1 de febrero yo aludía a las “las características de nuestra área monetaria (lejos del óptimo señalado por Mundell: movilidad de los factores, flexibilidad en los precios y transferibilidad presupuestaria)”.

Como algunos alumnos me han preguntado por ese óptimo, aprovecho la ocasión para vincular esta cuestión a la última intervención de Juan Carlos y recordar los argumentos económicos en los que se han apoyado promotores y detractores del Pacto de Estabilidad europeo. Adelanto mis disculpas, ya que la explicación que viene a continuación no es breve ni sencilla.

El fundamento teórico de las uniones monetarias reside en la llamada teoría de las áreas monetarias óptimas, construida sobre las ideas del premio Nobel de Economía Robert A. Mundell (“A Theory of Optimum Currency Areas”, American Economic Review 51, 1961). De acuerdo con esta teoría, el correcto funcionamiento de una unión monetaria –aquél en el que los costes sociales de la integración no sobrepasan sus beneficios– exige ciertas condiciones estructurales de las economías de sus estados miembros. Un área monetaria será óptima si se dan condiciones laborales suficientemente homogéneas, existe gran movilidad de los factores productivos, flexibilidad de precios de bienes y servicios y, por último, funcionan de manera conveniente las transferencias presupuestarias entre las diferentes partes del territorio. Todos estas condiciones se dan, en un buen grado, en un área monetaria como EEUU, pero todavía no parece que estén suficientemente desarrolladas en la Unión Monetaria Europea (UME). Desde el artículo de Mundell en 1961, esta teoría se ha enriquecido con nuevas aportaciones, pues a la movilidad del trabajo se han incorporado otras dimensiones como el grado de apertura, el grado de diversificación, la dimensión financiera y la homogeneidad de las preferencias.


Lo realmente importante en este planteamiento es que el perjuicio de la pérdida de la soberanía nacional respecto al tipo de cambio y a los instrumentos presupuestarios será tanto mayor cuanto peor funcionen los mecanismos antes referidos (movilidad de factores, flexibilidad de precios y transferibilidad presupuestaria), pues sin estos dispositivos de ajuste será difícil financiar los desequilibrios que puedan afectar localmente a los estados miembros. Se trata de choques asimétricos –situaciones como crisis energéticas, cracs financieros, evolución singularmente negativa del ciclo económico, etc.–, que se traducen en efectos muy distintos en los diferentes países miembros de la zona monetaria común según su estructura económica, nivel de desarrollo y flexibilidad de sus políticas. Con todo, el factor más importante que permite superar en EEUU las crisis asimétricas es la flexibilidad de precios y salarios.

De acuerdo con esta teoría, en la UME sería deseable la centralización de una parte significativa de los presupuestos nacionales en un presupuesto común, permitiendo así a los países y regiones que sufran un choque negativo acceder a transferencias automáticas y, por tanto, reducir los costes sociales de la unión monetaria. Una segunda consecuencia de esta teoría es que, si no fuera posible esta centralización de los presupuestos nacionales de los países que forman la unión monetaria, como parece ser el caso de la UME, las políticas fiscales nacionales se deberían poder utilizar con flexibilidad, permitiéndose el incremento del déficit presupuestario de la nación afectada. Éste sería el único modo de absorber tal choque negativo, habida cuenta de la pérdida del tipo de cambio como instrumento de política económica que implica una unión monetaria (todo ello, suponiendo un contexto de rigidez salarial y escasa movilidad del factor trabajo, como es el caso europeo). La necesidad de autonomía en el diseño de las políticas fiscales nacionales podría entenderse por tanto como una resultante inmediata de la desaparición de la política monetaria como instrumento de la política macroeconómica nacional, por supuesto siempre dentro de un marco de sostenibilidad presupuestaria y de coordinación de políticas entre los Estados miembros.

En el lado opuesto, la filosofía de control riguroso del déficit público subyacente tras el Pacto de Estabilidad resulta de un análisis crítico de aquella teoría, principalmente de su segunda conclusión: las políticas fiscales no son el instrumento flexible que propugna la teoría de las zonas monetarias óptimas, dado que un gobierno no puede crear déficits presupuestarios para absorber los choques negativos sin que esto conlleve un problema de sostenibilidad de los mismos. El problema se puede formular como sigue: un déficit presupuestario provoca un aumento de la deuda del gobierno, que originará un flujo de pagos en el futuro. Si el tipo de interés de la deuda del gobierno supera la tasa de crecimiento de la economía, el proceso de acumulación de deuda conducirá a un aumento continuo de su porcentaje respecto al PIB, hasta hacerse la situación insostenible, precisando medidas de corrección. La nación se verá entonces obligada a generar amplios superávit presupuestarios primarios con el fin de evitar que dicho ratio aumente de forma automática, lo que implica reducir el gasto y/o aumentar los impuestos. Dicho de otro modo, una vez empleada este política, no será posible volver a utilizarla de nuevo hasta transcurridos varios años. De acuerdo con esta visión, se hace necesario establecer un mecanismo de control que restrinja el tamaño de los déficits presupuestarios de los estados miembros, ya que el que un país se encuentre en una senda insostenible de crecimiento de su deuda pública generará efectos externos negativos sobre el resto de la unión monetaria. Estas externalidades serán básicamente de dos tipos: 1) esta nación tendrá que elevar su recurso al mercado de capitales de la unión, aumentando igualmente el tipo de interés de la unión y, a su vez, la carga de la deuda sobre el resto de los países. Si los otros países deciden estabilizar sus ratios de deuda/PIB, se verán obligados a seguir políticas fiscales más restrictivas, y por lo tanto más deflacionistas; 2) esa elevación del tipo de interés de la unión podría llevar al Banco Central Europeo a relajar sus políticas monetarias.

Sin embargo, estos argumentos pueden ser criticados a su vez desde un punto de vista teórico: la existencia de efectos externos denunciada se basa en el supuesto de que los mercados de capitales privados no funcionan de manera eficiente. En el caso contrario, los mercados de capitales en la unión monetaria percibirán que el problema de la deuda pertenece a la nación con el problema de sostenibilidad, no trasladándose el aumento del tipo de interés pagado por este país al resto de la unión. El problema de este argumento radica en que, bajo ciertas condiciones, a los prestamistas les puede resultar difícil asignar la prima de riesgo correcta a la deuda del país con desequilibrio presupuestario. Muy probablemente pensarán que el resto de países de la unión avalarán al gobierno con problemas para evitar que la crisis se extienda al resto del sistema financiero. Este problema únicamente puede resolverse si los estados miembros se comprometen de modo público a no respaldar la deuda emitida por los otros gobiernos, aunque esta declaración perdería sin duda su efecto por falta de credibilidad.

Estos, y muchos otros que por motivos de espacio debemos obviar, son los argumentos económicos que en principio subyacen tras las posturas a favor y en contra del Pacto de Estabilidad europeo. Sin embargo, como es habitual, serán los argumentos políticos y de poder los que definan el futuro de este pacto. Confiemos en que sea el más acertado.

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En su post de ayer, Juan Carlos consideraba “(…) muy destacable el superávit de las cuentas españolas en un entorno en el que predominan los déficit públicos. Empezando por Alemania, la inventora del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, esa especie de corsé presupuestario que limitaba el déficit público al 3% del PIB y que fue creado para acabar con la indisciplina fiscal de las economías del sur de Europa; y que, cosas de la vida, Berlín ha estado cinco años incumpliendo.” Por mi parte, en el post del 1 de febrero yo aludía a las “las características de nuestra área monetaria (lejos del óptimo señalado por Mundell: movilidad de los factores, flexibilidad en los precios y transferibilidad presupuestaria)”.

Como algunos alumnos me han preguntado por ese óptimo, aprovecho la ocasión para vincular esta cuestión a la última intervención de Juan Carlos y recordar los argumentos económicos en los que se han apoyado promotores y detractores del Pacto de Estabilidad europeo. Adelanto mis disculpas, ya que la explicación que viene a continuación no es breve ni sencilla.

El fundamento teórico de las uniones monetarias reside en la llamada teoría de las áreas monetarias óptimas, construida sobre las ideas del premio Nobel de Economía Robert A. Mundell (“A Theory of Optimum Currency Areas”, American Economic Review 51, 1961). De acuerdo con esta teoría, el correcto funcionamiento de una unión monetaria –aquél en el que los costes sociales de la integración no sobrepasan sus beneficios– exige ciertas condiciones estructurales de las economías de sus estados miembros. Un área monetaria será óptima si se dan condiciones laborales suficientemente homogéneas, existe gran movilidad de los factores productivos, flexibilidad de precios de bienes y servicios y, por último, funcionan de manera conveniente las transferencias presupuestarias entre las diferentes partes del territorio. Todos estas condiciones se dan, en un buen grado, en un área monetaria como EEUU, pero todavía no parece que estén suficientemente desarrolladas en la Unión Monetaria Europea (UME). Desde el artículo de Mundell en 1961, esta teoría se ha enriquecido con nuevas aportaciones, pues a la movilidad del trabajo se han incorporado otras dimensiones como el grado de apertura, el grado de diversificación, la dimensión financiera y la homogeneidad de las preferencias.

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1
Mar

El deseable superávit presupuestario

Escrito el 1 marzo 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Economía española

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    [post_content] => Ayer, el Gobierno español hizo públicos los resultados correspondientes a la evolución de las finanzas públicas durante el pasado año. El conjunto de las administraciones (central, autonómicas, municipales y seguridad social), obtuvieron  un superávit del 1,8% del PIB, un porcentaje que sólo supera Finlandia en la Unión Europea. El  dato es muy importante no sólo por su magnitud, sino porque, al ya tradicional superávit de la Seguridad Social (motivado por el incremento del empleo y el consiguiente aumento de las cotizaciones), se une, por segundo año consecutivo, el de la Administración central, gracias sobre todo, al excelente comportamiento de los ingresos tributarios (impuestos sobre la renta, sobre los beneficios de las sociedades, IVA…) que crecieron por encima del 11%. Este es un perfecto indicador del buen momento que atraviesa la economía española.

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También es muy destacable el superávit de las cuentas españolas en un entorno en el que predominan los déficit públicos. Empezando por Alemania, la inventora del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, esa especie de corsé presupuestario que limitaba el déficit público al 3% del PIB y que fue creado para acabar con la indisciplina fiscal de  las economías del sur de Europa; y que, cosas de la vida, Berlín ha estado cinco años incumpliendo.  Aunque en honor de la verdad, en 2006 por fin pudo cumplirlo, puesto que  su déficit sólo fue del 1,7% de su PIB, gracias al proceso de recuperación en que está inmersa la economía alemana.



Aunque los datos sobre la evolución de las finanzas   públicas suele tener menor impacto  mediático que las cifras de desempleo o de  inflación, no por ello se les debe prestar menos atención. De hecho, sería muy difícil explicar el actual ciclo de bonaza económica del que disfruta España, sin una política fiscal que ha hecho de la estabilidad presupuestaria un  principio irrenunciable. Y ya se que se puede argumentar que con la actual coyuntura el superávit debería ser aún mayor, pero si vemos lo que nos rodea y si caemos en la cuenta que un gobierno socialista es el que está siendo garante de la ortodoxia fiscal, creo que podemos darnos por satisfechos.

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Ayer, el Gobierno español hizo públicos los resultados correspondientes a la evolución de las finanzas públicas durante el pasado año. El conjunto de las administraciones (central, autonómicas, municipales y seguridad social), obtuvieron un superávit del 1,8% del PIB, un porcentaje que sólo supera Finlandia en la Unión Europea. El dato es muy importante no sólo por su magnitud, sino porque, al ya tradicional superávit de la Seguridad Social (motivado por el incremento del empleo y el consiguiente aumento de las cotizaciones), se une, por segundo año consecutivo, el de la Administración central, gracias sobre todo, al excelente comportamiento de los ingresos tributarios (impuestos sobre la renta, sobre los beneficios de las sociedades, IVA…) que crecieron por encima del 11%. Este es un perfecto indicador del buen momento que atraviesa la economía española.

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También es muy destacable el superávit de las cuentas españolas en un entorno en el que predominan los déficit públicos. Empezando por Alemania, la inventora del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, esa especie de corsé presupuestario que limitaba el déficit público al 3% del PIB y que fue creado para acabar con la indisciplina fiscal de las economías del sur de Europa; y que, cosas de la vida, Berlín ha estado cinco años incumpliendo. Aunque en honor de la verdad, en 2006 por fin pudo cumplirlo, puesto que su déficit sólo fue del 1,7% de su PIB, gracias al proceso de recuperación en que está inmersa la economía alemana.

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