Ayer, el Gobierno español hizo públicos los resultados correspondientes a la evolución de las finanzas públicas durante el pasado año. El conjunto de las administraciones (central, autonómicas, municipales y seguridad social), obtuvieron un superávit del 1,8% del PIB, un porcentaje que sólo supera Finlandia en la Unión Europea. El dato es muy importante no sólo por su magnitud, sino porque, al ya tradicional superávit de la Seguridad Social (motivado por el incremento del empleo y el consiguiente aumento de las cotizaciones), se une, por segundo año consecutivo, el de la Administración central, gracias sobre todo, al excelente comportamiento de los ingresos tributarios (impuestos sobre la renta, sobre los beneficios de las sociedades, IVA…) que crecieron por encima del 11%. Este es un perfecto indicador del buen momento que atraviesa la economía española.
También es muy destacable el superávit de las cuentas españolas en un entorno en el que predominan los déficit públicos. Empezando por Alemania, la inventora del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, esa especie de corsé presupuestario que limitaba el déficit público al 3% del PIB y que fue creado para acabar con la indisciplina fiscal de las economías del sur de Europa; y que, cosas de la vida, Berlín ha estado cinco años incumpliendo. Aunque en honor de la verdad, en 2006 por fin pudo cumplirlo, puesto que su déficit sólo fue del 1,7% de su PIB, gracias al proceso de recuperación en que está inmersa la economía alemana.
Aunque los datos sobre la evolución de las finanzas públicas suele tener menor impacto mediático que las cifras de desempleo o de inflación, no por ello se les debe prestar menos atención. De hecho, sería muy difícil explicar el actual ciclo de bonaza económica del que disfruta España, sin una política fiscal que ha hecho de la estabilidad presupuestaria un principio irrenunciable. Y ya se que se puede argumentar que con la actual coyuntura el superávit debería ser aún mayor, pero si vemos lo que nos rodea y si caemos en la cuenta que un gobierno socialista es el que está siendo garante de la ortodoxia fiscal, creo que podemos darnos por satisfechos.
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