En los últimos tiempos se viene debatiendo sobre las medidas que se pueden adoptar para sacar de la pobreza a la inmensa mayoría de la población africana. África es un continente rico en recursos naturales, pero los beneficios de dichas riquezas, sólo han servido en las últimas décadas para engrosar las cuentas de resultados de algunas multinacionales, para financiar interminables conflictos armados o para enriquecer a unas clases políticas generalmente déspotas y corruptas. A los tradicionales paquetes de ayuda al desarrollo se les han unido últimamente los programas de condonación de la deuda por parte de gobiernos e instituciones como el FMI, pero también propuestas más imaginativas y atrevidas como la hecha por Abdoulaye Wade, el actual presidente de Senegal.
Su idea, bautizada como fórmula Wade, propone una redistribución de los beneficios que se obtienen de las explotaciones petrolíferas del continente. Según Wade, las compañías petroleras que operan en África están obteniendo inmensos beneficios gracias al elevado precio que tiene el crudo desde 2004, por lo que parte de esos beneficios deberían ser utilizados para luchar contra la pobreza. En concreto, considera que todo el dinero que obtengan como consecuencia de vender el petróleo por encima de 29 dólares (que fue el precio medio de la cotización del barril de Brent en 2003), pase a engrosar un fondo que tendría tres beneficiarios a partes iguales: las propias compañías petroleras que explotasen los yacimientos, los países titulares de los mismos y, lo más novedoso, los países africanos que no tienen petróleo y que por tanto no se benefician actualmente de él. Este fondo estaría gestionado por sus partícipes y por instituciones financieras multilaterales, al objeto de garantizar su transparencia. Y uno de sus objetivos sería la realización de grandes inversiones transregionales que permitieran dinamizar la economía del continente.
La fórmula Wade resulta, cuando menos, utópica. Si aspirar a que las petroleras compartan de forma voluntaria parte de sus beneficios se antoja difícil, pretender que la renta petrolera de los países productores del continente se reparta con los países no productores, parece ciencia-ficción. Pero de alguna manera, la fórmula Wade invita a la reflexión. En los últimos tiempos hemos visto a países latinoamericanos como Venezuela y Bolivia aumentar de forma unilateral los royalties que reciben de las petroleras, argumentando lo abultado de sus beneficios. También hemos visto como los inmensos beneficios del petróleo africano no llegan a la población pues se quedan en los círculos del poder (en este aspecto, lo que está ocurriendo en Guinea Ecuatorial es un buen ejemplo). Y también sabemos, y así lo defiende Wade, que si los países africanos no se desarrollan en su conjunto, se generarán inmensos movimientos migratorios hacia los países más ricos del continente o hacia Europa, con los consabidos efectos que estos fenómenos producen.
Por tanto, la propuesta del presidente senegalés, no carece de realismo, a pesar de que hoy por hoy resulte impracticable. Pero no por eso, debería caer en saco roto. En los tiempos en que vivimos, no es de recibo que en África todavía vivan más de 300 millones de personas en la más absoluta pobreza y que más de treinta millones de niños sufran desnutrición, cuando el continente produjo en 2005 casi diez millones de barriles diarios, lo que supone el 12% de la producción mundial de petróleo. Si hasta ahora de poco han servido las recetas tradicionales para sacar del subdesarrollo al continente, tal vez haya que empezar a pensar en nuevas formas de hacerlo.
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