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Dic

Según datos publicados hoy por el Banco de España, en el conjunto de los nueve primeros meses de 2006, el déficit acumulado de la balanza por cuenta corriente ascendió a 64.751 millones de euros (9% del PIB). Esto supone un aumentó del 29% con respecto a los nueve primeros meses de 2005. La ampliación del déficit corriente se debió, principalmente, al aumento del déficit comercial. El déficit acumulado de la balanza comercial se elevó en el conjunto de los nueve primeros meses del año hasta 59.322,1 millones de euros, desde los 50.094,3 millones en el mismo período del año anterior, es decir, un incremento del 18,4% en tasa interanual. Por último, el déficit acumulado por la balanza de transferencias (que como es sabido recoge las remesas de inmigrantes) se amplió hasta 5.344,8 millones de euros, desde 4.636,7 millones en el período enero-septiembre de 2005.

El fuerte saldo negativo por cuenta corriente indica la existencia de una mayor inversión nacional (en inmuebles por ejemplo) que ahorro. Por este motivo España está aumentando rápidamente su posición deudora con respecto al resto del mundo, lo que genera cierta preocupación y un fuerte debate sobre si a medio plazo el elevado déficit por cuenta corriente es sostenible o no. ¿Por qué? Porque se pueden producir disminuciones súbitas de la financiación externa que debilitarían la economía española. ¿Qué factores nos han llevado a esta fuerte situación de deterioro? 1) Carecer de una política propia de tipo de cambio. 2) Nuestra mayor inflación y 3) Tipos de interés que para España son anormalmente bajos. Los tipos de interés españoles han bajado, en 10 años, de un 9% (en 1996) al 3,5% (en 2006) lo que está permitiendo, una mayor disponibilidad de crédito a un coste menor generando, desde hace años, un aumento del consumo, menor ahorro y mayor inversión y favoreciendo un mayor crecimiento económico español: un 3,5% de media anual en los últimos 5 años, superior al 2% correspondiente a la media de la UE-15.

El persistente y creciente déficit por cuenta corriente que desde hace ocho años asola España se encuadra en la pérdida de competitividad, que desde enero de 1999 ha sido un 10% frente a los países de la Eurozona y más del 11% frente a los países desarrollados. Compramos en el exterior más de lo que vendemos, por lo que necesitamos endeudarnos con el resto del mundo. Ante la ausencia de una política de tipo de cambio, el equilibrio exterior y la mejora de la competitividad sólo son posibles a través de la estabilidad de precios que sólo se puede alcanzar mediante políticas fiscales más restrictivas, estímulo a la competencia y reformas estructurales que permitan una mayor movilidad de los factores productivos y mayor flexibilidad de la economía. De no seguir este camino lo único que nos espera es o un aterrizaje suave de la economía o bien uno brusco, como los que han tenido Alemania, Japón Italia y Portugal, durante diez años. Sería una pena, tras el espléndido vuelo de la última década, tener que aterrizar.

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