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    [post_content] => La Comisión Europea dio un ayer a Turquía un  margen hasta diciembre para que comience a dar una solución al contencioso que mantiene con Chipre, si no quiere ver paralizadas las negociaciones de adhesión a la Unión Europea. Turquía sigue sin reconocer al Gobierno grecochipriota de  Nicosia, que desde mayo de 2004 forma parte de la Unión Europea, mientras que apoya a la República Turca del Norte de Chipre, un  territorio ocupado militarmente por Ankara desde 1974.  La cuestión no es fácil para Turquía. La mayoría de sus ciudadanos se niega a hacer concesiones en el tema chipriota, y cree que Bruselas plantea exigencias  para la adhesión cada vez  más inaceptables. Y teniendo en cuenta que en 2007 habrá elecciones, resulta difícil imaginar que el Gobierno turco tenga margen para encontrar una solución.

La semana pasada tuve la ocasión de asistir a la Conferencia sobre riesgo-país que anualmente organiza CESCE. Este año, los temas tratados fueron Latinoamérica y Turquía. Por fin, Turquía, un inmenso mercado de más de 70 millones de habitantes que probablemente en un futuro no muy lejano formará parte de la Unión, empieza a despertar interés en España.  En la Conferencia (muy buena por cierto), los oradores turcos defendieron la adhesión de su país por cuestiones históricas y  de oportunidad  económica y política, y resaltaron los importantes esfuerzos que el Gobierno islamista moderado de Tayyib Erdogan está haciendo para asumir el acervo comunitario.

Pero a Turquía no le faltan detractores entre los gobiernos comunitarios (Francia, Alemania o Austria se muestran abiertamente contrarios a la adhesión turca), ni entre la opinión pública europea. Las razones esgrimidas van desde el  tamaño de su población, a su escaso desarrollo económico,  pasando por sus particularidades legislativas.  Aunque no nos engañemos. A Turquía no se la quiere, porque es un país pobre e islámico. En cambio, sus defensores esgrimen que forma parte de casi todos los organismos políticos, deportivos y culturales europeos, que su gran mercado será una excelente fuente de oportunidades  y que su incorporación puede ser un excelente ejemplo para combatir el radicalismo islámico.

En respuesta a la entrada de Rafael Pampillón sobre la adhesión de Rumanía y Bulgaria, algunos de vosotros habéis resaltado las ventajas derivadas de la incorporación de los países del este. Pero, ¿opináis lo mismo respecto a Turquía?. O dicho de otra manera,  ¿se debe dejar a Turquía entrar en la Unión Europea?


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Nov

La Comisión Europea advierte a Turquía

Escrito el 9 noviembre 2006 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Unión Europea

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La semana pasada tuve la ocasión de asistir a la Conferencia sobre riesgo-país que anualmente organiza CESCE. Este año, los temas tratados fueron Latinoamérica y Turquía. Por fin, Turquía, un inmenso mercado de más de 70 millones de habitantes que probablemente en un futuro no muy lejano formará parte de la Unión, empieza a despertar interés en España.  En la Conferencia (muy buena por cierto), los oradores turcos defendieron la adhesión de su país por cuestiones históricas y  de oportunidad  económica y política, y resaltaron los importantes esfuerzos que el Gobierno islamista moderado de Tayyib Erdogan está haciendo para asumir el acervo comunitario.

Pero a Turquía no le faltan detractores entre los gobiernos comunitarios (Francia, Alemania o Austria se muestran abiertamente contrarios a la adhesión turca), ni entre la opinión pública europea. Las razones esgrimidas van desde el  tamaño de su población, a su escaso desarrollo económico,  pasando por sus particularidades legislativas.  Aunque no nos engañemos. A Turquía no se la quiere, porque es un país pobre e islámico. En cambio, sus defensores esgrimen que forma parte de casi todos los organismos políticos, deportivos y culturales europeos, que su gran mercado será una excelente fuente de oportunidades  y que su incorporación puede ser un excelente ejemplo para combatir el radicalismo islámico.

En respuesta a la entrada de Rafael Pampillón sobre la adhesión de Rumanía y Bulgaria, algunos de vosotros habéis resaltado las ventajas derivadas de la incorporación de los países del este. Pero, ¿opináis lo mismo respecto a Turquía?. O dicho de otra manera,  ¿se debe dejar a Turquía entrar en la Unión Europea?


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La semana pasada tuve la ocasión de asistir a la Conferencia sobre riesgo-país que anualmente organiza CESCE. Este año, los temas tratados fueron Latinoamérica y Turquía. Por fin, Turquía, un inmenso mercado de más de 70 millones de habitantes que probablemente en un futuro no muy lejano formará parte de la Unión, empieza a despertar interés en España. En la Conferencia (muy buena por cierto), los oradores turcos defendieron la adhesión de su país por cuestiones históricas y de oportunidad económica y política, y resaltaron los importantes esfuerzos que el Gobierno islamista moderado de Tayyib Erdogan está haciendo para asumir el acervo comunitario.

Pero a Turquía no le faltan detractores entre los gobiernos comunitarios (Francia, Alemania o Austria se muestran abiertamente contrarios a la adhesión turca), ni entre la opinión pública europea. Las razones esgrimidas van desde el tamaño de su población, a su escaso desarrollo económico, pasando por sus particularidades legislativas. Aunque no nos engañemos. A Turquía no se la quiere, porque es un país pobre e islámico. En cambio, sus defensores esgrimen que forma parte de casi todos los organismos políticos, deportivos y culturales europeos, que su gran mercado será una excelente fuente de oportunidades y que su incorporación puede ser un excelente ejemplo para combatir el radicalismo islámico.

En respuesta a la entrada de Rafael Pampillón sobre la adhesión de Rumanía y Bulgaria, algunos de vosotros habéis resaltado las ventajas derivadas de la incorporación de los países del este. Pero, ¿opináis lo mismo respecto a Turquía?. O dicho de otra manera, ¿se debe dejar a Turquía entrar en la Unión Europea?

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