Durante décadas los economistas han tratado de demostrar como la intervención pública desmedida en cuestiones particulares acaba por hacer un mercado más ineficiente y poco efectivo. Tuve un compañero de trabajo que me indicaba que España era el país de “Rinconete y Cortadillo”, dónde la picaresca es una profesión y la honestidad es un valor en desuso. Hay un Ministerio de Cultura que defiende el pago de un canon digital en el que se fomenta el pagar un impuesto por soportes digitales que sirven para grabar películas o fotos familiares.
Hay una Sociedad que defiende a los autores que cobra a los escolares por representar obras en los colegios. Y mientras tanto ¿qué hacen los particulares? Descargarse todo tipo de películas y música de forma gratuita. La reacción de las compañías distribuidoras de Hollywood de hace un par de días indicando que se están planteando dejar de vender DVDs en España por la importante caída en ventas no debe sorprendernos aunque sigue siendo poner puertas al campo. Cualquier particular puede adquirir legalmente en Amazon o Ebay DVDs y CDs a una quinta parte del precio que aparece en la tienda de la esquina o en la gran superficie de nuestra localidad. Cuando el mercado consumidor va por un lado y el regulador por otro se producen situaciones que acaban cayendo por su propio peso: la burbuja inmobiliaria y la recalificación pública de terrenos, la caída de consumo y la subida del IVA, el alza del precio de los carburantes en periodo vacacional y el alto tipo impositivo que sufren, son sólo alguno de los ejemplos en los que se demuestra que la realidad y la normativa no van por caminos paralelos.
Desconozco el valor de producción de un DVD o un CD pero no puede ser superior a unos céntimos. Cuando ese producto aparece en un escaparate a 25 Euros, el consumidor piensa que el precio de venta al público no refleja el coste real. En vez de adecuar la oferta a la demanda se penalizan los soportes digitales de uso doméstico por su posible uso ilegal. ¿El resultado? El mismo que si se multase a todos los propietarios de un vehículo porque en algún momento del día pueden provocar una infracción. Un sinsentido económico y un alza de un mercado secundario y hoy ilegal. Insisto que si no se vendiesen DVDs en las tiendas españolas, se podrían adquirir más baratos de tiendas extranjeras por Internet con lo que se está castigando a un pequeño comercio que no tiene la culpa de lo que sucede. Otra cuestión es la cultura: Es difícil que algo socialmente aceptado sea visto como una mala práctica por los ciudadanos. La honestidad en el trabajo, y en la cultura empresarial es algo en lo que trabajar para que realmente los ciudadanos se den cuenta que el trabajo de todos cuesta y tiene un valor. Sino se seguirá buscando el “chollo”, y una alternativa al mercado oficial. Se debería reflexionar en cómo la futura subida impositiva en TODOS los productos va a afectar en el incremento de transacciones con un tipo de economía sumergida. Un porcentaje pagará más por su consumo diario pero otro, quizás muy elevado, buscará alternativas para sortear la subida.
Ángel González Palencia en su obra La España del Siglo de Oro retrató al pícaro de esta manera: “… es producto del orgullo nacional, en una clase de gentes no habituadas al trabajo, y que viven de ciertos servicios, y no se avergüenzan de comer la sopa de los conventos”
¿Qué pensaría Cervantes sobre las descargas ilegales?
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