Como es bien sabido, y así se recoge en el diccionario de economía disponible en este blog, el Producto Interior Bruto (PIB) de una nación es “el valor a precios de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos en un país durante un determinado período de tiempo, normalmente un año.” La contabilidad nacional convencional ignora buena parte del valor de los recursos naturales utilizados para producir esos bienes y servicios. Es más, podríamos decir que la estadística convencional incluye el medio ambiente en el lado equivocado del balance: tanto la actividad contaminante como la actividad mitigadora del daño producido suman en el PIB de un país. Dicho de otro modo, el deterioro ambiental puede ser “bueno” para la economía si es medido tan sólo en términos del PIB convencional. Aunque esto no invalida la utilidad del PIB como medida del tamaño y crecimiento económico de una nación, sí cuestiona su validez como medida del bienestar de sus habitantes. Esta cuestión ha sido debatida por diferentes economistas en las últimas décadas (Nordhaus, Tobin, Daly, …), llevando a diferentes medidas alternativas del bienestar. También se han llevado a cabo algunos intentos en la práctica estadística por parte de diferentes países.
En el año 2004 Wen Jiabao anunció valientemente que un “PIB verde” (green GDP) reemplazaría el PIB convencional en las decisiones del Partido Comunista de China.
El cálculo de este PIB verde se alcanzaría, no sin pocas dificultades técnicas, tras deducir del PIB convencional el coste de los daños ambientales y del consumo de recursos naturales. Aunque esas dificultades hacen que el medio sea discutible, el fin era evidente y loable: el rápido crecimiento económico experimentado por China en las últimas décadas debía ser contrastado con su coste ambiental, si se quería alcanzar una medida más apropiada del desarrollo obtenido y, sobre todo, de su sostenibilidad. A las dificultades técnicas pronto se le han sumado las políticas. El primer informe, publicado el pasado septiembre a bombo y platillo por la State Environmental Protection Administration (SEPA) china, estimó el coste de la degradación ambiental generado por la actividad económica del país en el año 2004 en 511.800 millones de yuanes (67.700 millones de dólares), equivalentes al 3,05 % del PIB, una cifra calificada por la SEPA como “escandalosa”. Hace unos días las autoridades chinas pospusieron indefinidamente la presentación del informe correspondiente al año 2005, planificada originalmente para el mes de marzo. Se ha podido saber que las cifras empeoraban notablemente frente a las del año 2004. También en estos días se ha sabido que China pidió al Banco Mundial que no publicara sus estimaciones sobre el número de muertes prematuras debidas a la contaminación del aire y del agua, en el entorno de las 460.000 víctimas anuales.
Sin duda, las cifras del crecimiento del PIB chino son envidiables; ¿lo es su modelo de crecimiento en términos ambientales?
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