El pasado miércoles, el Congreso Estadounidense aprobó el trato de libre comercio entre este país y Corea del Sur cuyo objetivo es eliminar las trabas al comercio del 95% de los productos manufacturados, así como avanzar en la liberalización del comercio de servicios y productos agrícolas, en un plazo de cinco años. Corea del Sur es el séptimo mayor socio comercial de Estados Unidos y la decimocuarta economía del mundo. Este acuerdo supone el mayor avance hacia la liberalización comercial de Estados Unidos desde que se firmara en 1994 el tratado de libre comercio con México y Canadá (NAFTA). Se prevé que tras la implementación del acuerdo, el comercio entre Estados Unidos y Corea del Sur aumente un 20%, con un incremento similar de las exportaciones e importaciones de ambos países.
Este tratado es una buena noticia para todo el mundo por dos motivos. En primer lugar, Estados Unido se aleja de las tentaciones proteccionistas ante una economía estancada y con un paro superior al nueve por ciento. Este tratado comercial supone un claro mensaje de que Estados Unidos apoya la estrategia del libre comercio como fórmula para incentivar la economía y salir de la actual recesión. La Administración Obama culmina así con éxito un largo proceso de negociación que ha durado más de cuatro años y supone un cambio de rumbo en la estrategia del Presidente Obama en relación al libre comercio. Recordemos que durante 2008 y 2009 Obama apoyó las famosas “Buy American Provisions”, según las cuales se obligaba a las Administraciones Públicas norteamericanas a utilizar productos hechos en Estados Unidos para sus compras con dinero público. Estas medidas tuvieron que ser retiradas tras fuertes acusaciones de proteccionismo por parte de la Unión Europea y de otros países.
En segundo lugar, la reducción de las trabas al comercio entre Estados Unidos y Corea del sur va a tener necesariamente un impacto positivo en la economía de ambos países. El tratado abarca a productos y servicios de todos los sectores de la economía y se prevé que tanto las exportaciones como las importaciones aumenten en consecuencia. Esto tendrá implicaciones para el mercado de trabajo. Se crearán nuevos puestos de trabajo y se destruirán otros, los primeros eficientes y competitivos y los segundos ineficientes y poco competitivos, con lo que la eficiencia global de ambas economías aumentará. La Administración norteamericana ha aprobado también la extensión del programa público de ayudas para aquellos trabajadores que pierdan su puesto de trabajo como consecuencia directa de un aumento de las importaciones (Trade Adjustment Assistance), ganándose el apoyo de los sindicatos mayoritarios del país (AFL-CIO) y tratando así de minimizar los costes de transición que toda apertura comercial conlleva.
El tratado sin embargo tiene sus lados oscuros. El más importante de ellos es que se calcula que uno de los sectores más beneficiados en Estados Unidos será el agrícola, ya que el tratado prevé la reducción importante de las barreras a la exportación de dos tercios de los productos agrícolas estadounidenses. Este apartado del tratado es el que más oposición ha suscitado en Corea del Sur, y con razón. El sector agrícola estadounidense está fuertemente distorsionado por subvenciones públicas (también el Coreano, pero el músculo financiero de la Administración norteamericana es mucho mayor) y desde Corea del Sur se considera injusto que Estados Unidos gane cuota exportadora no como consecuencia de una mayor competitividad de sus productos sino debido al fuerte apoyo gubernamental que éstos reciben. Desde un punto de vista económico, esta parte del comercio (y el consiguiente aumento de las exportaciones que se producirá tras el acuerdo) no hace más que aumentar las ineficiencias de unas ayudas que ya hace mucho tiempo deberían haberse eliminado.
Estados Unidos lanza un buen mensaje al resto del mundo aprobando este tratado de libre comercio con Corea del Sur. Con este pacto presiona a otros países a firmar acuerdos similares (Japón entre ellos) si no quieren perder cuota de mercado en Estados Unidos. Sin embargo, el mensaje hubiese sido aún mejor si la apertura comercial hubiese estado acompañada de una liberalización también del régimen de retribuciones del sector agrícola norteamericano.
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