La evolución reciente de la economía mundial, y de la europea en particular, han llevado a cuestionar los límites de la política monetaria convencional y las funciones tradicionales de los bancos centrales. De hecho, es esta nueva realidad la que habría sacado al alemán Weber de la carrera por la presidencia del Banco Central Europeo, en su discrepancia con el programa de compra de deuda pública iniciado hace poco más de un año.
La crisis financiera internacional ha obligado a revisar las competencias y los instrumentos de los bancos centrales, y exige llevarlos más allá de la vigilancia de la estabilidad de los precios. Los nuevos banqueros centrales deben velar además por la estabilidad de los sistemas financieros y sus agentes, extendiendo las convencionales políticas monetarias a las políticas macroprudenciales. Una tercera exigencia se añade en el caso del BCE, inmerso como está en el proceso de estabilización de la deuda pública europea.
En cuanto al primer reto, en un contexto de rampante presión inflacionista, Draghi promete ser más alemán que los alemanes, y Merkel ha creído en esa promesa. Con respecto al segundo desafío, Draghi es el único candidato que reúne la triple experiencia de banquero central, regulador del sistema financiero (desde su posición en el Financial Stability Board), y conocedor de los mercados desde el lado privado. Por último, a Draghi se le supone la capacidad diplomática necesaria para participar en los complejos consensos que exigirá la salida de la actual crisis europea. Crucemos los dedos.
(Publicado en ABC, 17 de mayo 2011)
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