Tarde o temprano, el daño medioambiental tendrá un impacto negativo en el sistema económico que lo ha causado y, de forma inevitable, habrá que pagar el coste. La eco-innovación ofrece la posibilidad de reducir este coste y/o de generar beneficios, públicos y privados, que lo compensen.
En términos públicos, la eco-innovación promete numerosos beneficios: puede ayudar a la sociedad a crecer y prosperar de una forma sostenible con el entorno; puede colaborar en el desarrollo de una economía más competitiva, más creativa y más innovadora; y puede contribuir a la creación de nuevos mercados, industrias y empleos. De hecho, diversos programas públicos a nivel internacional (como UNIDO en el ámbito de las Naciones Unidas, o la estrategia ‘Europa 2020’ y el ETAP en el ámbito de la Unión Europea, por citar sólo algunos ejemplos) han situado la promoción de la eco-innovación en el centro de sus estrategias políticas para lograr la compatibilidad del crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. En un contexto en el que muchas voces autorizadas apelan a la urgencia de cambios cualitativos en el actual modelo de crecimiento y desarrollo, a la necesidad de basarse en actividades de alto valor añadido y con un importante componente tecnológico, la eco-innovación puede generar un vector de dinamismo económico que contribuya a ese cambio. Seguir leyendo…
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