En su post de ayer, Juan Carlos consideraba “(…) muy destacable el superávit de las cuentas españolas en un entorno en el que predominan los déficit públicos. Empezando por Alemania, la inventora del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, esa especie de corsé presupuestario que limitaba el déficit público al 3% del PIB y que fue creado para acabar con la indisciplina fiscal de las economías del sur de Europa; y que, cosas de la vida, Berlín ha estado cinco años incumpliendo.” Por mi parte, en el post del 1 de febrero yo aludía a las “las características de nuestra área monetaria (lejos del óptimo señalado por Mundell: movilidad de los factores, flexibilidad en los precios y transferibilidad presupuestaria)”.
Como algunos alumnos me han preguntado por ese óptimo, aprovecho la ocasión para vincular esta cuestión a la última intervención de Juan Carlos y recordar los argumentos económicos en los que se han apoyado promotores y detractores del Pacto de Estabilidad europeo. Adelanto mis disculpas, ya que la explicación que viene a continuación no es breve ni sencilla.
El fundamento teórico de las uniones monetarias reside en la llamada teoría de las áreas monetarias óptimas, construida sobre las ideas del premio Nobel de Economía Robert A. Mundell (“A Theory of Optimum Currency Areas”, American Economic Review 51, 1961). De acuerdo con esta teoría, el correcto funcionamiento de una unión monetaria –aquél en el que los costes sociales de la integración no sobrepasan sus beneficios– exige ciertas condiciones estructurales de las economías de sus estados miembros. Un área monetaria será óptima si se dan condiciones laborales suficientemente homogéneas, existe gran movilidad de los factores productivos, flexibilidad de precios de bienes y servicios y, por último, funcionan de manera conveniente las transferencias presupuestarias entre las diferentes partes del territorio. Todos estas condiciones se dan, en un buen grado, en un área monetaria como EEUU, pero todavía no parece que estén suficientemente desarrolladas en la Unión Monetaria Europea (UME). Desde el artículo de Mundell en 1961, esta teoría se ha enriquecido con nuevas aportaciones, pues a la movilidad del trabajo se han incorporado otras dimensiones como el grado de apertura, el grado de diversificación, la dimensión financiera y la homogeneidad de las preferencias.
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