Los recientes datos del segundo trimestre de 2007 de la Encuesta de Población Activa han servido para desatar la euforia del ministro Caldera, que, ante una tasa de paro del 8% ha declarado que se trata de la primera vez en la historia de la democracia española que se alcanza este nivel y que este hecho era «algo que parecía un sueño pero era posible, tal y como yo había pronosticado».
Esta nueva habilidad de nuestro ministro, la de pitoniso, me genera estupefacción por, al menos, tres razones: en primer lugar, porque ignora los cambios metodológicos de la encuesta, que impiden realizar la comparación que él pretende llevar a cabo; en segundo lugar, porque los niveles de desempleo actuales son de un orden de magnitud totalmente distintos a los del pasado y, en tercer lugar, porque el ejercicio de autocomplacencia impide realizar una valoración objetiva de nuestro mercado de trabajo, en el que todavía tenemos importantes retos que solucionar en el futuro. Explicaré brevemente estos tres puntos.
En primer lugar, el ministro evita referirse al cambio metodológico que introdujo la EPA en 2002, que implicó un cambio en la definición de individuo «desempleado». Al modificarse la definición se dio la circunstancia de que personas que antes de 2002 eran consideradas como parados dejaron de serlo a partir de dicha fecha. Sin entrar en cuestiones más profundas, la realidad fue que parte de la reducción del paro entre 2002 y 2003 se debió a dicho factor. Como consecuencia, se debe ser muy cauteloso al comparar cifras, puesto que los cambios metodológicos pueden llevarnos a comparaciones espurias.
En segundo lugar, me preocupa el triunfalismo por parte de nuestros gobernantes cuando hoy en España tenemos todavía 1,76 millones de personas desempleadas. Por cierto, si nos ponemos a hacer comparaciones con el pasado, comentaré que a principios de 1978 el número de parados en España ascendía a 862 personas, menos de la mitad que ahora. Por tanto me parece irresponsable lanzar las campanas al vuelo cuando todavía hoy tantas personas se enfrentan al drama del desempleo en sus vidas diarias.
Por último, quiero comentar que todavía hoy nuestro mercado de trabajo tiene importantes problemas que resolver. La temporalidad sigue siendo elevada, como bien indicaba Rafael Pampillón el sábado pasado. Pero además la realidad está demostrando que es difícil de reducir. De hecho me resulta sorprendente la alegría del ministro al hablar de este tema, puesto que la tasa actual, 31,8 por ciento, es dos décimas superior a la de principios de 2004. En otro orden de cosas, la tasa de paro de los jóvenes en España sigue siendo muy elevada: un 17,8 por 100 para los menores de 25 años. También me preocupa, por ejemplo, el que la tasa de paro de los extranjeros en España sea cuatro puntos superior a la tasa general. Y así podría seguir señalando otros factores que están lejos de ser satisfactorios. Desde luego, al ministro Caldera le queda mucha tarea por delante para que los españoles, de verdad, podamos estar satisfechos de sus resultados.
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