La crisis subprime trajo una mayor concienciación de la deuda para particulares y empresas. Miles de ciudadanos y compañías descubrieron que con pasivos a corto plazo muy elevados y con una tesorería menguante debido a la caída de ventas, su capacidad de hacer frente a los prestamistas era escasa y tanto individuos como firmas se encontraron ante la tesitura de declararse en “default” o impago de sus deudas.
Si elevamos el punto de mira vemos que cuando se trata de países, parece un derecho inherente el que los gobiernos gasten más de lo que ingresan. Son muy pocos los que tienen en octubre de 2017 un balance fiscal positivo: países del norte de Europa, pequeños y con una elevada renta per cápita como Islandia, Noruega, Suiza o Suecia o ciudades estado como Hong Kong. Hay que destacar los caso de Alemania y Corea del Sur, países con graves dificultades financieras , hace apenas 20 años –en el caso del país asiático-, o elevada hiperinflación hace menos de 80 años en el caso germano. Estos ejemplos son la excepción que confirma la regla. En un grupo mayoritario de los países encontramos un déficit crónico que se ha acentuado en los últimos años por los bajos tipos de interés que existen actualmente. Y este elevado endeudamiento conlleva en muchas ocasiones una suspensión de pagos de la deuda con la quita o perdón correspondiente. La deuda se reestructura, se aplaza y se convierte en una rueda de molino atada al crecimiento de los países durante décadas.
¿Por qué si un particular o una empresa deben adecuar sus gastos a sus ingresos, no sucede lo mismo en el caso de los países?:
¿Puede ser debido a una visión cortoplacista de los gobernantes? La primera potencia económica del mundo, Estados Unidos, con un déficit del 3,4% limita a ocho años el mandato presidencial, con lo que los excesos de un gobernante los tiene que solucionar el que venga después.
¿Puede ser debido a ser el motor de crecimiento global con una expansión por encima de las posibilidades del país? China el segundo mayor importador mundial, tiene un déficit fiscal cercano al 4% y la estabilidad política no parece ser una cuestión a discutir.
¿Puede ser debido a una gestión de los recursos naturales del país tremendamente ineficiente, subvencionando de forma generaliza servicios básicos? Venezuela con un déficit cercano al 20% tiene la gasolina más barata del mundo.
¿Puede ser debido a una crónica restructuración de la deuda que como se ha indicado impide salir de una espiral de endeudamiento, bajo crecimiento y restructuración? Argentina con un déficit superior al 6% del presupuesto conoce desde hace décadas como crear deuda es muy fácil pero eliminarla es prácticamente imposible, si acaso reducirla.
Igual que con personas o empresas, una deuda excesiva es debido a políticas incompatibles con la capacidad de financiación o decisiones de gasto irresponsables. El déficit se suele pagar con políticas fiscales con los que acaban pagando la fiesta deberían ser más exigentes con sus gobernantes. Se cumple 20 años de la crisis del sudeste asiático con lo que volviendo al caso de Corea del Sur y al título de esta reflexión, la deuda sí es inevitable, cuando ciudadanos y empresas deben comprender que lo público es responsabilidad de todos. Una baja deuda es desde luego mejor para todos los ciudadanos del país.
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