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    [post_content] => Ayer se constituyó el nuevo Gobierno de España, presidido por Mariano Rajoy. En su agenda figuran una serie de reformas económicas que deben ser prioritarias si se quiere que nuestro país siga creciendo y creando empleo. Se trata de un conjunto de políticas dirigidas a reducir el déficit público y los niveles de deuda, hacer sostenible el sistema de pensiones, conseguir la unidad de mercado, disminuir el desempleo y mejorar la competitividad de nuestras empresas. Resulta más fácil conseguir estos objetivos si la economía, tal como está sucediendo ahora, camina por la fase expansiva del ciclo.empresas

Efectivamente, todos los datos publicados esta semana confirman esta solidez de la economía española. Aumentan de forma notable el consumo de las familias, el nivel de empleo y las exportaciones. El INE estimó que, en septiembre, el comercio minorista, en tasa anual, creció un 3,2%, corregidos los efectos estacionales y de calendario. El Ministerio de Empleo contabilizó que, en octubre, se produjo un aumento de más de 100.000 afiliados a la Seguridad Social con respecto al mes anterior: la cifra más alta en un mes de octubre de la serie histórica. También el sector exterior marcha viento en popa. Al respecto, el Banco de España nos dio buenas noticias esta semana: en los ocho primeros meses del año, el saldo por cuenta corriente se elevó a 12.600 millones de euros, registro que dobla al del mismo periodo de 2015 (+6.300 millones). Este incremento se debió a un mayor superávit de la balanza de bienes y servicios frente al mismo periodo de 2015, gracias a que las exportaciones superaron (+3%) a las importaciones (+0,5%).

Hoy nos vamos a fijar en una de las reformas que debe aplicar el nuevo Gobierno aprovechando esta favorable coyuntura: mejorar la productividad de la economía, a través del aumento del tamaño de las empresas, con el fin de que exporten más. Es decir, hacerlas todavía más competitivas en los mercados internacionales. 

Hay más empresas exportadoras

¿Por qué siguen creciendo las exportaciones? Entre otras razones, porque hay más empresas que exportan. Antes de la crisis, en 2007, había 97.000 y, en 2016,  ya son 150.000, un incremento del 50%. Si se considerase sólo a las compañías que lo hacen de forma regular (exportan todos los años desde hace cuatro), en 2007 eran 39.000 y, ahora, ascienden a 46.000, un 18% más. Es el resultado de la mejora de la competitividad de miles de empresas grandes, pero también medianas y pequeñas (PYMEs), que están haciendo realidad el más intenso de los procesos de internacionalización de toda nuestra historia.

Como consecuencia de la caída de la demanda nacional durante la crisis, las PYMEs han tratado de ganar presencia en los mercados extranjeros, posicionándose ventajosamente frente a sus competidores. Sin embargo, aunque tengan un peso cada vez más relevante en el conjunto de las exportaciones nacionales, lo cierto es que el valor de los bienes exportados todavía es muy reducido, y la mitad del total corresponde a las grandes compañías. El 75% de las empresas españolas que exportan lo hacen por importes inferiores a los 50.000 euros al año.

Dentro de las PYMEs, las empresas medianas exportan proporcionalmente más que las pequeñas. De ahí que uno de los objetivos de política económica que se debe plantear el nuevo Ejecutivo sea eliminar los obstáculos que impiden que las pequeñas compañías se conviertan en medianas.

Un salto deseable no sólo porque estas últimas exportan más y mejor, sino también porque son más resistentes a los ciclos contractivos. Efectivamente, las pequeñas empresas, que representan más del 90% de nuestro tejido productivo, aparecen y desaparecen de escena con mucha facilidad. Una situación íntimamente relacionada con la enorme fragilidad del mercado de trabajo español, pues éstas tienden a crear empleo temporal, que siempre resulta más volátil.

A ello se une que las pequeñas tienen un bajo aprovechamiento de las economías de escala (de las que, en cambio, sí se benefician las empresas de mayor tamaño), lo que eleva sus costes y, consecuentemente, los precios a los que venden sus bienes en el mercado. A esa menor productividad contribuye una peor cualificación de su mano de obra (los trabajadores más preparados buscan trabajo en empresas con perspectivas de crecimiento o de mayor tamaño). Esta circunstancia, a su vez, hace que paguen menores salarios, lo que, como pez que se muerde la cola, desincentiva a la mano de obra más formada a querer trabajar en ellas.

Dificultades para crecer

Ante este panorama de vulnerabilidad, baja productividad y reducidos salarios de las pequeñas empresas, cabe preguntarse por qué, a diferencia de lo que ocurre en otros países, hay tan pocas que aumenten su tamaño, pasando al grupo de las medianas.

En el último número de la revista “Economistas”, dedicado a “La evolución de las PYMEs en España”, se señalan algunas de las razones que lo explican:

1º)  Las pequeñas están sujetas a regulaciones laborales más sencillas, lo que las anima a mantener una plantilla reducida y evitar así los costes adicionales de ampliar el número de empleados, tales como: a) la creación de un comité de empresa encargado de negociar las condiciones laborales de los trabajadores, y b) mayores costes burocráticos derivados de la variedad de fórmulas contractuales.

2º) La normativa fiscal española beneficia más a las pequeñas empresas que a las de tamaño medio. En lo que al Impuesto de sociedades se refiere, las pequeñas son sometidas a menos inspecciones fiscales y a tipos impositivos más bajos, al menos durante los primeros años de actividad.

3º) Las mayores exigencias de auditoría de cuentas y normativas contables impuestas a las empresas de tamaño medio y grande frente a las menores.

4º) La fragmentación del mercado español, propia del sistema autonómico, que hace que cada comunidad tenga sus normativas, lo que dificulta la expansión y crecimiento de las empresas, al conllevar costes más elevados. Por tanto, el nuevo Gobierno de España deberá legislar para que haya una mayor unidad de mercado, homogeneizando los requisitos exigidos por los distintos niveles de las Administraciones Públicas.En definitiva, España está mejorando notablemente su situación económica,  creciendo muy por encima de la media europea. Sin embargo, si se quiere mantener esta tendencia expansiva, se precisa seguir por el camino de las reformas, como aumentar el tamaño de nuestras empresas. España es un país de PYMEs pero, sobre todo, de Microempresas, y es precisamente en este hecho en donde reside nuestra principal debilidad.

De ahí que el nuevo Gobierno debería tratar de eliminar los incentivos que animan a muchos empresarios a mantenerse agazapados en la zona de confort de su reducido tamaño. Dar el salto permitiría que nuestra economía generase más empleo y fuese todavía más competitiva en los mercados internacionales.

Fuente: Rafael Pampillón y Ana Cristina Mingorance (Coordinadores del monográfico de la revista ECONOMISTAS dedicado a “La evolución de las PYMEs en España”) "FAVORECER EL SALTO DE PEQUEÑA A MEDIANA EMPRESA". Publicado en Expansión de 5 de noviembre de 2016, página 43.
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Efectivamente, todos los datos publicados esta semana confirman esta solidez de la economía española. Aumentan de forma notable el consumo de las familias, el nivel de empleo y las exportaciones. El INE estimó que, en septiembre, el comercio minorista, en tasa anual, creció un 3,2%, corregidos los efectos estacionales y de calendario. El Ministerio de Empleo contabilizó que, en octubre, se produjo un aumento de más de 100.000 afiliados a la Seguridad Social con respecto al mes anterior: la cifra más alta en un mes de octubre de la serie histórica. También el sector exterior marcha viento en popa. Al respecto, el Banco de España nos dio buenas noticias esta semana: en los ocho primeros meses del año, el saldo por cuenta corriente se elevó a 12.600 millones de euros, registro que dobla al del mismo periodo de 2015 (+6.300 millones). Este incremento se debió a un mayor superávit de la balanza de bienes y servicios frente al mismo periodo de 2015, gracias a que las exportaciones superaron (+3%) a las importaciones (+0,5%).

Hoy nos vamos a fijar en una de las reformas que debe aplicar el nuevo Gobierno aprovechando esta favorable coyuntura: mejorar la productividad de la economía, a través del aumento del tamaño de las empresas, con el fin de que exporten más. Es decir, hacerlas todavía más competitivas en los mercados internacionales. 

Hay más empresas exportadoras

¿Por qué siguen creciendo las exportaciones? Entre otras razones, porque hay más empresas que exportan. Antes de la crisis, en 2007, había 97.000 y, en 2016,  ya son 150.000, un incremento del 50%. Si se considerase sólo a las compañías que lo hacen de forma regular (exportan todos los años desde hace cuatro), en 2007 eran 39.000 y, ahora, ascienden a 46.000, un 18% más. Es el resultado de la mejora de la competitividad de miles de empresas grandes, pero también medianas y pequeñas (PYMEs), que están haciendo realidad el más intenso de los procesos de internacionalización de toda nuestra historia.

Como consecuencia de la caída de la demanda nacional durante la crisis, las PYMEs han tratado de ganar presencia en los mercados extranjeros, posicionándose ventajosamente frente a sus competidores. Sin embargo, aunque tengan un peso cada vez más relevante en el conjunto de las exportaciones nacionales, lo cierto es que el valor de los bienes exportados todavía es muy reducido, y la mitad del total corresponde a las grandes compañías. El 75% de las empresas españolas que exportan lo hacen por importes inferiores a los 50.000 euros al año.

Dentro de las PYMEs, las empresas medianas exportan proporcionalmente más que las pequeñas. De ahí que uno de los objetivos de política económica que se debe plantear el nuevo Ejecutivo sea eliminar los obstáculos que impiden que las pequeñas compañías se conviertan en medianas.

Un salto deseable no sólo porque estas últimas exportan más y mejor, sino también porque son más resistentes a los ciclos contractivos. Efectivamente, las pequeñas empresas, que representan más del 90% de nuestro tejido productivo, aparecen y desaparecen de escena con mucha facilidad. Una situación íntimamente relacionada con la enorme fragilidad del mercado de trabajo español, pues éstas tienden a crear empleo temporal, que siempre resulta más volátil.

A ello se une que las pequeñas tienen un bajo aprovechamiento de las economías de escala (de las que, en cambio, sí se benefician las empresas de mayor tamaño), lo que eleva sus costes y, consecuentemente, los precios a los que venden sus bienes en el mercado. A esa menor productividad contribuye una peor cualificación de su mano de obra (los trabajadores más preparados buscan trabajo en empresas con perspectivas de crecimiento o de mayor tamaño). Esta circunstancia, a su vez, hace que paguen menores salarios, lo que, como pez que se muerde la cola, desincentiva a la mano de obra más formada a querer trabajar en ellas.

Dificultades para crecer

Ante este panorama de vulnerabilidad, baja productividad y reducidos salarios de las pequeñas empresas, cabe preguntarse por qué, a diferencia de lo que ocurre en otros países, hay tan pocas que aumenten su tamaño, pasando al grupo de las medianas.

En el último número de la revista “Economistas”, dedicado a “La evolución de las PYMEs en España”, se señalan algunas de las razones que lo explican:

1º)  Las pequeñas están sujetas a regulaciones laborales más sencillas, lo que las anima a mantener una plantilla reducida y evitar así los costes adicionales de ampliar el número de empleados, tales como: a) la creación de un comité de empresa encargado de negociar las condiciones laborales de los trabajadores, y b) mayores costes burocráticos derivados de la variedad de fórmulas contractuales.

2º) La normativa fiscal española beneficia más a las pequeñas empresas que a las de tamaño medio. En lo que al Impuesto de sociedades se refiere, las pequeñas son sometidas a menos inspecciones fiscales y a tipos impositivos más bajos, al menos durante los primeros años de actividad.

3º) Las mayores exigencias de auditoría de cuentas y normativas contables impuestas a las empresas de tamaño medio y grande frente a las menores.

4º) La fragmentación del mercado español, propia del sistema autonómico, que hace que cada comunidad tenga sus normativas, lo que dificulta la expansión y crecimiento de las empresas, al conllevar costes más elevados. Por tanto, el nuevo Gobierno de España deberá legislar para que haya una mayor unidad de mercado, homogeneizando los requisitos exigidos por los distintos niveles de las Administraciones Públicas.En definitiva, España está mejorando notablemente su situación económica,  creciendo muy por encima de la media europea. Sin embargo, si se quiere mantener esta tendencia expansiva, se precisa seguir por el camino de las reformas, como aumentar el tamaño de nuestras empresas. España es un país de PYMEs pero, sobre todo, de Microempresas, y es precisamente en este hecho en donde reside nuestra principal debilidad.

De ahí que el nuevo Gobierno debería tratar de eliminar los incentivos que animan a muchos empresarios a mantenerse agazapados en la zona de confort de su reducido tamaño. Dar el salto permitiría que nuestra economía generase más empleo y fuese todavía más competitiva en los mercados internacionales.

Fuente: Rafael Pampillón y Ana Cristina Mingorance (Coordinadores del monográfico de la revista ECONOMISTAS dedicado a “La evolución de las PYMEs en España”) "FAVORECER EL SALTO DE PEQUEÑA A MEDIANA EMPRESA". Publicado en Expansión de 5 de noviembre de 2016, página 43.
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Efectivamente, todos los datos publicados esta semana confirman esta solidez de la economía española. Aumentan de forma notable el consumo de las familias, el nivel de empleo y las exportaciones. El INE estimó que, en septiembre, el comercio minorista, en tasa anual, creció un 3,2%, corregidos los efectos estacionales y de calendario. El Ministerio de Empleo contabilizó que, en octubre, se produjo un aumento de más de 100.000 afiliados a la Seguridad Social con respecto al mes anterior: la cifra más alta en un mes de octubre de la serie histórica. También el sector exterior marcha viento en popa. Al respecto, el Banco de España nos dio buenas noticias esta semana: en los ocho primeros meses del año, el saldo por cuenta corriente se elevó a 12.600 millones de euros, registro que dobla al del mismo periodo de 2015 (+6.300 millones). Este incremento se debió a un mayor superávit de la balanza de bienes y servicios frente al mismo periodo de 2015, gracias a que las exportaciones superaron (+3%) a las importaciones (+0,5%).

Hoy nos vamos a fijar en una de las reformas que debe aplicar el nuevo Gobierno aprovechando esta favorable coyuntura: mejorar la productividad de la economía, a través del aumento del tamaño de las empresas, con el fin de que exporten más. Es decir, hacerlas todavía más competitivas en los mercados internacionales. 

Hay más empresas exportadoras

¿Por qué siguen creciendo las exportaciones? Entre otras razones, porque hay más empresas que exportan. Antes de la crisis, en 2007, había 97.000 y, en 2016,  ya son 150.000, un incremento del 50%. Si se considerase sólo a las compañías que lo hacen de forma regular (exportan todos los años desde hace cuatro), en 2007 eran 39.000 y, ahora, ascienden a 46.000, un 18% más. Es el resultado de la mejora de la competitividad de miles de empresas grandes, pero también medianas y pequeñas (PYMEs), que están haciendo realidad el más intenso de los procesos de internacionalización de toda nuestra historia.

Como consecuencia de la caída de la demanda nacional durante la crisis, las PYMEs han tratado de ganar presencia en los mercados extranjeros, posicionándose ventajosamente frente a sus competidores. Sin embargo, aunque tengan un peso cada vez más relevante en el conjunto de las exportaciones nacionales, lo cierto es que el valor de los bienes exportados todavía es muy reducido, y la mitad del total corresponde a las grandes compañías. El 75% de las empresas españolas que exportan lo hacen por importes inferiores a los 50.000 euros al año.

Dentro de las PYMEs, las empresas medianas exportan proporcionalmente más que las pequeñas. De ahí que uno de los objetivos de política económica que se debe plantear el nuevo Ejecutivo sea eliminar los obstáculos que impiden que las pequeñas compañías se conviertan en medianas.

Un salto deseable no sólo porque estas últimas exportan más y mejor, sino también porque son más resistentes a los ciclos contractivos. Efectivamente, las pequeñas empresas, que representan más del 90% de nuestro tejido productivo, aparecen y desaparecen de escena con mucha facilidad. Una situación íntimamente relacionada con la enorme fragilidad del mercado de trabajo español, pues éstas tienden a crear empleo temporal, que siempre resulta más volátil.

A ello se une que las pequeñas tienen un bajo aprovechamiento de las economías de escala (de las que, en cambio, sí se benefician las empresas de mayor tamaño), lo que eleva sus costes y, consecuentemente, los precios a los que venden sus bienes en el mercado. A esa menor productividad contribuye una peor cualificación de su mano de obra (los trabajadores más preparados buscan trabajo en empresas con perspectivas de crecimiento o de mayor tamaño). Esta circunstancia, a su vez, hace que paguen menores salarios, lo que, como pez que se muerde la cola, desincentiva a la mano de obra más formada a querer trabajar en ellas.

Dificultades para crecer

Ante este panorama de vulnerabilidad, baja productividad y reducidos salarios de las pequeñas empresas, cabe preguntarse por qué, a diferencia de lo que ocurre en otros países, hay tan pocas que aumenten su tamaño, pasando al grupo de las medianas.

En el último número de la revista “Economistas”, dedicado a “La evolución de las PYMEs en España”, se señalan algunas de las razones que lo explican:

1º)  Las pequeñas están sujetas a regulaciones laborales más sencillas, lo que las anima a mantener una plantilla reducida y evitar así los costes adicionales de ampliar el número de empleados, tales como: a) la creación de un comité de empresa encargado de negociar las condiciones laborales de los trabajadores, y b) mayores costes burocráticos derivados de la variedad de fórmulas contractuales.

2º) La normativa fiscal española beneficia más a las pequeñas empresas que a las de tamaño medio. En lo que al Impuesto de sociedades se refiere, las pequeñas son sometidas a menos inspecciones fiscales y a tipos impositivos más bajos, al menos durante los primeros años de actividad.

3º) Las mayores exigencias de auditoría de cuentas y normativas contables impuestas a las empresas de tamaño medio y grande frente a las menores.

4º) La fragmentación del mercado español, propia del sistema autonómico, que hace que cada comunidad tenga sus normativas, lo que dificulta la expansión y crecimiento de las empresas, al conllevar costes más elevados. Por tanto, el nuevo Gobierno de España deberá legislar para que haya una mayor unidad de mercado, homogeneizando los requisitos exigidos por los distintos niveles de las Administraciones Públicas.En definitiva, España está mejorando notablemente su situación económica,  creciendo muy por encima de la media europea. Sin embargo, si se quiere mantener esta tendencia expansiva, se precisa seguir por el camino de las reformas, como aumentar el tamaño de nuestras empresas. España es un país de PYMEs pero, sobre todo, de Microempresas, y es precisamente en este hecho en donde reside nuestra principal debilidad.

De ahí que el nuevo Gobierno debería tratar de eliminar los incentivos que animan a muchos empresarios a mantenerse agazapados en la zona de confort de su reducido tamaño. Dar el salto permitiría que nuestra economía generase más empleo y fuese todavía más competitiva en los mercados internacionales.

Fuente: Rafael Pampillón y Ana Cristina Mingorance (Coordinadores del monográfico de la revista ECONOMISTAS dedicado a “La evolución de las PYMEs en España”) «FAVORECER EL SALTO DE PEQUEÑA A MEDIANA EMPRESA». Publicado en Expansión de 5 de noviembre de 2016, página 43.

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