Este año el Premio Nobel de Economía le ha sido otorgado a Angus Deaton por su trabajo en el análisis del consumo, la pobreza y el bienestar.
Este economista de origen británico ha contribuido a entender en mayor medida la demanda de los agentes económicos y cómo estos maximizan sus preferencias de consumo. Sobre este tema escribió en 1980 el artículo “An almost ideal demand system” junto con John Muellbauer, un trabajo revolucionario que está considerado uno de los veinte mejores artículos publicados por la American Economic Review en los últimos cien años. No en vano el sistema de demanda que plantea ha servido de base a los análisis más actuales de los efectos de las políticas económicas sobre el bienestar de los consumidores.
Aumentar el bienestar y la felicidad y como reducir la pobreza.
Así, Deaton vincula el estudio de la Microeconomía y la Macroeconomía, un equilibrio difícil de alcanzar y que es motivo de preocupación fundamental en la toma de decisiones de política económica. En concreto, su trabajo se centra fundamentalmente en cómo las reformas impositivas afectan a la asignación de recursos de los consumidores. O lo que es lo mismo, cómo se distribuye el ingreso de los agentes económicos entre gasto y ahorro. Si somos capaces de entender y predecir este comportamiento, también sabremos cómo influirán las decisiones fiscales sobre el ciclo económico. Algo de lo que seguro debería aprender más de un político en más de un gobierno. Desgraciadamente muchos políticos todavía no se han enterado de que las políticas deben ser anticíclicas.
Además, Deaton también ha contribuido ha cambiar el patrón de la investigación sobre desarrollo económico. Mientras que tradicionalmente se han analizado los datos agregados de consumo, el profesor de Princeton propone el estudio del consumo individual de las familias cómo indicador del nivel de desarrollo económico de un país. En este sentido, Deaton se ha pronunciado en varias ocasiones sobre los efectos de las principales medidas de política fiscal tomadas durante la crisis económica sobre el bienestar de los diferentes grupos sociales.
El problema surge cuando en la fase expansiva del ciclo la economía se endeuda o lo que es lo mismo no se ha sabido poner remedio con antelación a lo crisis que vendrá después. Entonces, en la fase recesiva, por no haber aplicado medicina preventiva hay que aplicar la paliativa: mucho más dolorosa ya que reduce el bienestar de los ciudadanos.
Como demuestra Deaton en economía, como en otros muchos ámbitos, existe una serie de falsas ideas de gran aceptación entre los demagogos que se desmoronan en cuanto se realiza un análisis riguroso de sus fundamentos.
La medicina de la austeridad
Un ejemplo, es el manido argumento de que el origen de los problemas que soportan los ciudadanos en España y en otros muchos países se deben a las políticas de austeridad. Y la austeridad no es el origen del problema. La austeridad es la medicina que los españoles nos hemos tenido que tomar para reequilibrar la economía. Unos desequilibrios que se generaron en la anterior etapa socialista porque el gasto público y la demanda privada de consumo e inversión, provocaron un “recalentamiento” de la economía con subidas de precios superiores a las europeas. El resultado fue que perdimos competitividad a chorros y el endeudamiento aumentaba a ritmos insoportables.
Por tanto, los orígenes de la crisis, que se desencadenó en España a partir del año 2008, estuvieron, una vez más, en la fase álgida (expansiva) del ciclo económico que se produjo a finales de la década de los años noventa del siglo pasado. Los gobiernos de Aznar y Zapatero deberían haber aplicado una política más anticíclica. Pero no lo hicieron. En cambio implementaron políticas fiscales procíclicas ya que fueron incapaces de compensar el espectacular aumento de la demanda privada.
La austeridad se puso en marcha por necesidad y para poder reconducir los desequilibrios: déficit público, desempleo, deuda pública, déficit exterior, burbuja inmobiliaria, crisis bancaria, etc. Sin embargo, la medicina de la austeridad no sale gratis tiene efectos secundarios como ha dicho Angus Deaton. Las políticas restrictivas necesarias para restablecer los desequilibrios reducen los ingresos de las familias, recortan los beneficios de las empresas y se destruyen todavía más empleos. El resultado fue que en el primer trimestre de 2013 España soportaba la tasa de paro más alta de su historia el 27% de la Población Activa (6´3 millones de personas).
La salida del túnel
Que la austeridad trae sufrimiento es, por desgracia, cierto. Sin embargo, los resultados de la investigación de Deaton nos ayudan a entender que al final del túnel hay luz. Efectivamente, los programas de austeridad han permitido que la economía española haya vuelto poco a poco a la normalidad, con un nivel de vida más alto que el que tuvo durante la crisis y una tasa de paro es más baja (22,4%). Una mejora que acabará dando un poco de esperanza y de consuelo en expresión de Deaton.
Las medidas de austeridad han permitido que en los cuatro últimos años las exportaciones españolas hayan ganado diez puntos de participación en el PIB. Un impresionante aumento de la apertura de nuestra economía que es una consecuencia del proceso de devaluación interna que está dirigiendo a España por el camino de la recuperación económica.
Además, esta mejora en las exportaciones españolas de bienes y servicios refleja un aumento de la competitividad de nuestra economía y una reducción de nuestro déficit con el exterior, lo que está favoreciendo la distensión en los mercados de deuda.
En resumen, tal como venimos señalando en este blog desde hace tiempo la economía española está siguiendo la hoja de ruta que siempre ha seguido para salir de las crisis: como consecuencia de las mejoras de la productividad y competitividad las exportaciones de bienes y servicios crecen rápidamente (lo están haciendo al 7%) y se va recuperando la inversión (crece la producción y la demanda de bienes de equipo).
Ello se debe a que producir para exportar va exigiendo cada vez más una mayor ocupación de la capacidad productiva instalada que al final genera, en algunos sectores, un proceso de inversión en bienes de equipo. Después, del aumento de la inversión, mejora el empleo, es decir, las empresas, con unas plantillas muy ajustadas, empiezan a contratar y, finalmente, esa mejora del empleo (850.00 trabajadores más en los dos últimos años) y de las expectativas han dado paso a una reactivación del consumo.
Sobre la evolución del bienestar en los próximos años, el último premio Nobel de Economía se muestra optimista y considera que la situación económica está mejorando aunque todavía quedan muchas cosas por hacer. En muchos países, hay asignaturas pendientes como es reducir las desigualdades sociales y la concentración de riqueza en un porcentaje pequeño de la población. Hay en muchos países una necesidad de mejoras sociales como por ejemplo la sanidad en la que hace bien en hacer hincapié el recién nombrado Nóbel de Economía.
En su último trabajo (The Great Escape: Health, Wealth, and the Origins of Inequality, 2013) Deaton analiza los importantes efectos positivos de las innovaciones en materia de sanidad sobre el desarrollo económico y la reducción de la pobreza en los últimos 250 años. Así mismo critica el papel de la ayuda internacional en el desarrollo económico y considera que es más efectivo generar incentivos fiscales y comerciales para las empresas sanitarias.
En este post colaboró Cristina Mª de Haro (es estudiante de doctorado en University of California, Irvine).
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