Es francamente difícil encontrar hoy un periódico que no tenga en portada temas relacionados con la deuda española y la tibia intervención de ayer del presidente del BCE. Ambos son temas de gran enjundia, así que dejaré de lado el segundo de ellos, pues creo que todavía no es posible conocer con certeza cómo se va a comportar el BCE en relación a la deuda española e italiana –ya que ayer sólo adquirió títulos de Portugal e Irlanda- y será necesario dejar actuar al BCE en las próximas jornadas, y ofreceré algunas reflexiones sobre la colocación de la deuda española en la subasta de ayer.
En primer lugar, mi reacción más instintiva es de mucha pena. Y lo digo en serio. Creo que en ningún país que no tenga profundos problemas económicos, la financiación de la deuda pública, las cantidades colocadas en las subastas y el tipo de interés de la colocación son noticias de interés para el gran público y objeto de portadas en todos los diarios. Normalmente se trata de información que sólo es relevante para el profesional de estos temas o los expertos que estudian una economía. Hace no tanto tiempo apenas nadie sabía cuándo había subastas de deuda, cuántos puntos básicos nos separaban del bono alemán y ni siquiera, lo que era un “punto básico”. Ahora las cosas son distintas: si superamos o no los 400 puntos básicos o la suspensión de la subasta del 18 de agosto son temas de debate a casi cualquier nivel…
Dicho eso, la subasta de ayer me pareció bastante inquietante. Es cierto que España consiguió adjudicar 3.300 millones de euros. Es decir, todavía no somos absolutamente insolventes a juicio de los mercados, que adquirieron la deuda española, eso sí, a un tipo de interés del 4,813%, un 12% más alto que en la subasta del 7 de julio, donde se tuvo que pagar un 4,32%. Desde el Ministerio de Economía y Hacienda se señala que la subasta de ayer salió “muy bien”. La pregunta oscura es: ¿qué tendría que haber pasado para que la valoración fuese menos optimista?
Y dado que todavía conseguimos que los mercados comprasen nuestra deuda, como elemento final para la reflexión dejo aquí la reflexión que el presidente del BBVA, Francisco González, realizó hace menos de dos meses sobre el problema del sobrecoste de la deuda española: “Por cada 100 puntos básicos que sube la prima de riesgo, se impide la creación de 160.000 puestos de trabajo en España y cuesta 12.400 millones en intereses anuales. Esta cantidad permitiría financiar con creces el plan de infraestructuras, que es de 8.400 millones”.
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