Escrito por Rafael Pampillón
¿Puede repetirse en China lo que está sucediendo en Libia, Egipto y Túnez? Parece que no por tres motivos:
La primera diferencia, entre China y los países dictatoriales de África y Oriente Medio es que en el Partido Comunista Chino (PCCH) existe un sistema establecido, y que funciona, de relevo en los puestos clave del poder. Los dirigentes van cambiando cada cierto tiempo, de acuerdo con unos plazos establecidos y conocidos de antemano. Esto no ocurría en Túnez, Libia o Egipto antes de las revueltas como tampoco ocurre en Cuba, Arabia Saudí, Camerún, Zinmbabue, Siria, Corea del Norte, Bielorrusia, etc. y en general en la inmensa mayoría de las dictaduras, que suelen caracterizarse por un fuerte componente personal.
Así, por ejemplo, el año que viene, en 2012, Hu Jintao será relevado como secretario general del Partido, y en 2013 será relevado como presidente de la República. Así está previsto y así ocurrirá (salvo imprevistos improbables). Hu Jintao habrá estado dos mandatos en estos cargos, en los que sustituyó en 2002-2003 a Jiang Zemin, tal como entonces estaba previsto. También está previsto que en 2012-2013 cambien el primer ministro del país, y buena parte de los miembros del Comité Central y otros altos cargos. En este sentido el PCCH se ha caracterizado por un alto grado de renovación. En el Comité Central elegido en el Congreso de 2007, un 63% de los miembros eran nuevos.
Una segunda diferencia es que el PCCH ha sido capaz de establecer un sistema de meritocracia que funciona de forma bastante eficiente. El Partido tiene establecidos unos mecanismos que promueven hacia arriba a los cuadros más capaces. En cambio en las dictaduras citadas más arriba son los hijos o hermanos (Cuba) o, en general, los familiares de los que están en el poder los que son promocionados.
El gran éxito económico de China en las últimas décadas se debe en buena medida a este factor, a la capacidad de sus dirigentes. Estos han mostrado, en primer lugar, una gran capacidad de flexibilidad y adaptación ante las circunstancias, en la que ha radicado una de las claves de los buenos resultados obtenidos. Las reformas del sistema bancario de hace algunos años, la aprobación de una nueva ley laboral, la rápida respuesta ante la crisis económica en 2008, o la nueva política para impulsar un cambio en el modelo de crecimiento de la economía china, son algunos ejemplos destacados de esta capacidad de reacción y adaptación.
En tercer lugar, en las últimas décadas se ha ido reforzando de forma notable el carácter colectivo del poder, cosa que no ha sucedido en las otras dictaduras. Durante sus tres primeras décadas, el poder en China tuvo un carácter personalista muy acusado, centrado en la figura de Mao. A la muerte de éste tomó el poder, también con un fuerte componente personal, Deng Xiaoping. Mao y Deng fueron gobernantes supremos con un dominio total del poder, en el primer caso con un culto a la personalidad que llegó a los máximos extremos. Pero con Deng puede decirse que terminó la era de los gobernantes supremos. Tras Deng el poder se ha ido haciendo más colegial, progresivamente más colectivo.
No parece, por tanto, que se de en China esa situación de gerontocracia, ineficiencia económica y nepotismo que se suelen dar, en mayor o menor medida, en otras dictaduras como es el caso de Corea del Norte, Cuba y muchos países africanos. La gran cuestión que se plantea es: ¿será China una democracia algún día? ¿O está abocada a tener un sistema autoritario de forma indefinida?
Fuente: Enrique Fanjul. Ocho claves para comprender el Partido Comunista Chino (parte II)
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