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    [post_content] => En la madrugada del miércoles, las autoridades japonesas realizaron una intervención en los mercados de divisas para intentar frenar la apreciación del yen que se había situado en máximos de los últimos 15 años frente al dólar (83 yenes por dólar) y de los últimos 9 años frente al euro (108 yenes por euro). Una excesiva fortaleza del tipo de cambio, cuando la demanda interna no termina de despegar, puede ser una rémora para la reactivación, especialmente en economías abiertas. Es por ello que, después de una crisis, las autoridades económicas son especialmente sensibles con las fluctuaciones de sus divisas. De hecho, la intervención ya ha sido criticada por las autoridades económicas europeas.

Economy Weblog

En el caso de Japón, para intentar debilitar el tipo de cambio, es decir, para abaratar el precio de su divisa, las autoridades vendieron de forma unilateral (sin ayuda de otros bancos centrales) yenes a cambio de otras divisas (dólar, euro, etc). Aunque las cifras son difíciles de estimar, los rumores son que las ventas se situaron por encima de los 500.000 millones de yenes (6.000 millones de dólares). Esta intervención ha supuesto un debilitamiento de la divisa nipona frente al dólar y el euro superior al 3%. El relativo éxito puede haberse debido al efecto sorpresa, pero eso no significa que la intervención vaya a suponer un cambio de tendencia en la fluctuación del yen. Sólo un dato, entre 2002 y 2004, cuando el yen estaba cotizando en la banda de 110-125 yenes por dólar, los japoneses se gastaron casi 40 billones (españoles) de yenes intentando cambiar la tendencia de mercado y seis años después la divisa está mucho más fuerte.

La principal razón que hace dudar sobre el éxito de este tipo de acciones es la profundidad y el volumen que han alcanzado los mercados de divisas. Según el análisis trianual que realiza el BIS, cada día del año se mueven 4 billones (españoles) de dólares en los mercados de divisas, lo que hace muy difícil pensar que una intervención en contra del sentimiento del mercado pueda ser efectiva, independientemente de que la realicen de forma coordinada  los principales bancos centrales del mundo.

Eso sí, siempre será más fácil intentar detener el fortalecimiento de una divisa que frenar su debilitamiento. No en vano, en el primer caso se vende en el mercado la propia divisa y la capacidad de emitir dinero de un banco central en teoría no tiene límites (otra cosa es la inflación que eso pueda provocar); mientras que cuando intentas frenar la depreciación de un tipo de cambio tienes que comprar tu moneda en el mercado a cambio de las reservas de otras divisas (dólar, euro, etc) que, evidentemente, son limitadas. Sólo hay que repasar la historia de las últimas crisis financieras para darse cuenta que todas ellas terminaron cuando los bancos centrales se quedaron sin divisas intentando defender una paridad del tipo de cambio que no se creía el mercado. La lista es larga: salida de la libra del SME en 1992 (con George Soros ganando algo de dinero), “crisis del tequila” en México en 1994, crisis asiática de 1997, etc.

El principal riesgo de este tipo de intervenciones es que si no se esterilizan, provocan un aumento de los agregados monetarios con el consiguiente riesgo de aparición de procesos inflacionistas y/o formación de burbujas de precios. En el caso de Japón, estos riesgos hasta pueden ser bienvenidos teniendo en cuenta que el país no ha conseguido superar la deflación de los últimos años. Es decir, el efecto secundario puede ser más beneficioso que el objetivo inicial de la intervención.

En las próximas semanas, seguramente las autoridades económicas japonesas volverán a intervenir en el mercado. Pero la probabilidad de éxito dependerá de que los fundamentos económicos apoyen la intervención. Buena parte de la apreciación del yen de las últimas semanas se ha debido a su condición de activo refugio, en medio del aumento de los temores a una nueva recesión de la economía mundial. Una vez que esos temores se vayan disipando, probablemente el yen se empezará a depreciar con o sin intervenciones. Por último, no está mal recordar, teniendo en cuenta el movimiento de apreciación del yen frente al euro de los últimos dos años –desde 170 yenes por euro a mediados de 2008 a los 110 yenes actuales-, el importante riesgo de tipo de cambio que conlleva buscar financiación en otras divisas (por ejemplo, hipotecas en yenes japoneses).
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16
Sep

El retorno de las intervenciones cambiarias

Escrito el 16 septiembre 2010 por José Ramón Diez Guijarro en Economía Global, Política Monetaria

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Economy Weblog

En el caso de Japón, para intentar debilitar el tipo de cambio, es decir, para abaratar el precio de su divisa, las autoridades vendieron de forma unilateral (sin ayuda de otros bancos centrales) yenes a cambio de otras divisas (dólar, euro, etc). Aunque las cifras son difíciles de estimar, los rumores son que las ventas se situaron por encima de los 500.000 millones de yenes (6.000 millones de dólares). Esta intervención ha supuesto un debilitamiento de la divisa nipona frente al dólar y el euro superior al 3%. El relativo éxito puede haberse debido al efecto sorpresa, pero eso no significa que la intervención vaya a suponer un cambio de tendencia en la fluctuación del yen. Sólo un dato, entre 2002 y 2004, cuando el yen estaba cotizando en la banda de 110-125 yenes por dólar, los japoneses se gastaron casi 40 billones (españoles) de yenes intentando cambiar la tendencia de mercado y seis años después la divisa está mucho más fuerte.

La principal razón que hace dudar sobre el éxito de este tipo de acciones es la profundidad y el volumen que han alcanzado los mercados de divisas. Según el análisis trianual que realiza el BIS, cada día del año se mueven 4 billones (españoles) de dólares en los mercados de divisas, lo que hace muy difícil pensar que una intervención en contra del sentimiento del mercado pueda ser efectiva, independientemente de que la realicen de forma coordinada  los principales bancos centrales del mundo.

Eso sí, siempre será más fácil intentar detener el fortalecimiento de una divisa que frenar su debilitamiento. No en vano, en el primer caso se vende en el mercado la propia divisa y la capacidad de emitir dinero de un banco central en teoría no tiene límites (otra cosa es la inflación que eso pueda provocar); mientras que cuando intentas frenar la depreciación de un tipo de cambio tienes que comprar tu moneda en el mercado a cambio de las reservas de otras divisas (dólar, euro, etc) que, evidentemente, son limitadas. Sólo hay que repasar la historia de las últimas crisis financieras para darse cuenta que todas ellas terminaron cuando los bancos centrales se quedaron sin divisas intentando defender una paridad del tipo de cambio que no se creía el mercado. La lista es larga: salida de la libra del SME en 1992 (con George Soros ganando algo de dinero), “crisis del tequila” en México en 1994, crisis asiática de 1997, etc.

El principal riesgo de este tipo de intervenciones es que si no se esterilizan, provocan un aumento de los agregados monetarios con el consiguiente riesgo de aparición de procesos inflacionistas y/o formación de burbujas de precios. En el caso de Japón, estos riesgos hasta pueden ser bienvenidos teniendo en cuenta que el país no ha conseguido superar la deflación de los últimos años. Es decir, el efecto secundario puede ser más beneficioso que el objetivo inicial de la intervención.

En las próximas semanas, seguramente las autoridades económicas japonesas volverán a intervenir en el mercado. Pero la probabilidad de éxito dependerá de que los fundamentos económicos apoyen la intervención. Buena parte de la apreciación del yen de las últimas semanas se ha debido a su condición de activo refugio, en medio del aumento de los temores a una nueva recesión de la economía mundial. Una vez que esos temores se vayan disipando, probablemente el yen se empezará a depreciar con o sin intervenciones. Por último, no está mal recordar, teniendo en cuenta el movimiento de apreciación del yen frente al euro de los últimos dos años –desde 170 yenes por euro a mediados de 2008 a los 110 yenes actuales-, el importante riesgo de tipo de cambio que conlleva buscar financiación en otras divisas (por ejemplo, hipotecas en yenes japoneses).
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En el caso de Japón, para intentar debilitar el tipo de cambio, es decir, para abaratar el precio de su divisa, las autoridades vendieron de forma unilateral (sin ayuda de otros bancos centrales) yenes a cambio de otras divisas (dólar, euro, etc). Aunque las cifras son difíciles de estimar, los rumores son que las ventas se situaron por encima de los 500.000 millones de yenes (6.000 millones de dólares). Esta intervención ha supuesto un debilitamiento de la divisa nipona frente al dólar y el euro superior al 3%. El relativo éxito puede haberse debido al efecto sorpresa, pero eso no significa que la intervención vaya a suponer un cambio de tendencia en la fluctuación del yen. Sólo un dato, entre 2002 y 2004, cuando el yen estaba cotizando en la banda de 110-125 yenes por dólar, los japoneses se gastaron casi 40 billones (españoles) de yenes intentando cambiar la tendencia de mercado y seis años después la divisa está mucho más fuerte.

La principal razón que hace dudar sobre el éxito de este tipo de acciones es la profundidad y el volumen que han alcanzado los mercados de divisas. Según el análisis trianual que realiza el BIS, cada día del año se mueven 4 billones (españoles) de dólares en los mercados de divisas, lo que hace muy difícil pensar que una intervención en contra del sentimiento del mercado pueda ser efectiva, independientemente de que la realicen de forma coordinada  los principales bancos centrales del mundo.

Eso sí, siempre será más fácil intentar detener el fortalecimiento de una divisa que frenar su debilitamiento. No en vano, en el primer caso se vende en el mercado la propia divisa y la capacidad de emitir dinero de un banco central en teoría no tiene límites (otra cosa es la inflación que eso pueda provocar); mientras que cuando intentas frenar la depreciación de un tipo de cambio tienes que comprar tu moneda en el mercado a cambio de las reservas de otras divisas (dólar, euro, etc) que, evidentemente, son limitadas. Sólo hay que repasar la historia de las últimas crisis financieras para darse cuenta que todas ellas terminaron cuando los bancos centrales se quedaron sin divisas intentando defender una paridad del tipo de cambio que no se creía el mercado. La lista es larga: salida de la libra del SME en 1992 (con George Soros ganando algo de dinero), “crisis del tequila” en México en 1994, crisis asiática de 1997, etc.

El principal riesgo de este tipo de intervenciones es que si no se esterilizan, provocan un aumento de los agregados monetarios con el consiguiente riesgo de aparición de procesos inflacionistas y/o formación de burbujas de precios. En el caso de Japón, estos riesgos hasta pueden ser bienvenidos teniendo en cuenta que el país no ha conseguido superar la deflación de los últimos años. Es decir, el efecto secundario puede ser más beneficioso que el objetivo inicial de la intervención.

En las próximas semanas, seguramente las autoridades económicas japonesas volverán a intervenir en el mercado. Pero la probabilidad de éxito dependerá de que los fundamentos económicos apoyen la intervención. Buena parte de la apreciación del yen de las últimas semanas se ha debido a su condición de activo refugio, en medio del aumento de los temores a una nueva recesión de la economía mundial. Una vez que esos temores se vayan disipando, probablemente el yen se empezará a depreciar con o sin intervenciones. Por último, no está mal recordar, teniendo en cuenta el movimiento de apreciación del yen frente al euro de los últimos dos años –desde 170 yenes por euro a mediados de 2008 a los 110 yenes actuales-, el importante riesgo de tipo de cambio que conlleva buscar financiación en otras divisas (por ejemplo, hipotecas en yenes japoneses).

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