WP_Post Object ( [ID] => 4501 [post_author] => 28817 [post_date] => 2009-02-06 22:49:57 [post_date_gmt] => 2009-02-06 21:49:57 [post_content] => Después de 18 meses, en los que ha habido varios intentos fallidos de “normalizar” el sistema financiero de los países más afectados por activos tóxicos (sobre todo EEUU y Gran Bretaña), la última idea es la creación de un “banco malo” (o banco “agregador”) que compraría buena parte de las estructuras de activos de baja calidad, lo que liberaría recursos y facilitaría el retorno a cierta normalidad en la labor de intermediación financiera. Algo no muy diferente a lo que se intentó con poco éxito hace unos meses con la creación de un Super SIV o, más tarde, con la primera versión del “fallido” Plan Paulson. No es una experiencia nueva, pues sólo en las últimas décadas hay dos casos parecidos, como son la “Resolution Trust Company” que liquidó las “savings and loans” en EEUU a finales de la década de los 80, así como el rescate de los sistemas bancarios en Suecia, Noruega y Finlandia a principios de los 90. En el caso del sistema financiero nórdico, a la creación de un “banco malo” se unió la nacionalización de prácticamente todos los bancos privados. La experiencia fue un éxito, pues la economía de estos países se empezó a recuperar a partir de 1993, con un coste de toda la operación en términos de PIB inferior al de otras crisis financieras: 10% en Finlandia, 4,5% en Suecia y 3,5% en Noruega. El gran inconveniente de poner en marcha un banco malo, no sólo es la dotación inicial de capital, sino sobre todo, la selección de activos (problema de información asimétrica) y el precio de compra de los mismos. Si se paga el precio de mercado actual, buena parte de las titulizaciones hipotecarias o de consumo tendrían un valor muy bajo, los bancos tendrían que reconocer unas pérdidas muy elevadas, con el consiguiente consumo de capital y, muchas entidades no serían viables. Por tanto, para que la operación sirva de verdad para los bancos, se tendría que pagar un precio por encima del valor de mercado, con el consiguiente beneficio para los accionistas y perjuicio para el resto de ciudadanos que pagan sus impuestos. Alguien podría argumentar que si el mercado de la vivienda y, por tanto, el hipotecario mejora, a posteriori el valor de los activos sería muy superior. Claro que esto mismo se viene anticipando con poco éxito desde hace muchos meses. ¿Cuál es la alternativa que se está barajando? Un sistema de garantías no es suficiente y cuando se ha puesto en práctica como en el caso del rescate de Bear Stearns ha costado mucho al contribuyente americano. La otra posibilidad, como en el caso del Reino Unido (RBS) y el de los países nórdicos antes comentado, es una nacionalización de las entidades financieras (con o sin “banco malo” de por medio) que de paso a un saneamiento de las mismas, para posteriormente devolverlas al sector privado. Una píldora demasiado amarga para el ciudadano y los políticos americanos. Tendremos que esperar hasta principios de la semana que viene, para conocer el nuevo programa de rescate del sistema financiero americano. Una de las claves de la coyuntura internacional de cara a los próximos meses. [post_title] => ¿Qué es un banco malo (bad bank)? [post_excerpt] => [post_status] => publish [comment_status] => open [ping_status] => closed [post_password] => [post_name] => que_es_un_banco [to_ping] => [pinged] => [post_modified] => 2023-12-13 13:42:26 [post_modified_gmt] => 2023-12-13 12:42:26 [post_content_filtered] => [post_parent] => 0 [guid] => https://economy.blogs.ie.edu/archives/2009/02/%c2%bfque-es-un-banco-malo-bad-bank.php [menu_order] => 0 [post_type] => post [post_mime_type] => [comment_count] => 2 [filter] => raw )
Después de 18 meses, en los que ha habido varios intentos fallidos de “normalizar” el sistema financiero de los países más afectados por activos tóxicos (sobre todo EEUU y Gran Bretaña), la última idea es la creación de un “banco malo” (o banco “agregador”) que compraría buena parte de las estructuras de activos de baja calidad, lo que liberaría recursos y facilitaría el retorno a cierta normalidad en la labor de intermediación financiera. Algo no muy diferente a lo que se intentó con poco éxito hace unos meses con la creación de un Super SIV o, más tarde, con la primera versión del “fallido” Plan Paulson. No es una experiencia nueva, pues sólo en las últimas décadas hay dos casos parecidos, como son la “Resolution Trust Company” que liquidó las “savings and loans” en EEUU a finales de la década de los 80, así como el rescate de los sistemas bancarios en Suecia, Noruega y Finlandia a principios de los 90. En el caso del sistema financiero nórdico, a la creación de un “banco malo” se unió la nacionalización de prácticamente todos los bancos privados. La experiencia fue un éxito, pues la economía de estos países se empezó a recuperar a partir de 1993, con un coste de toda la operación en términos de PIB inferior al de otras crisis financieras: 10% en Finlandia, 4,5% en Suecia y 3,5% en Noruega.
El gran inconveniente de poner en marcha un banco malo, no sólo es la dotación inicial de capital, sino sobre todo, la selección de activos (problema de información asimétrica) y el precio de compra de los mismos. Si se paga el precio de mercado actual, buena parte de las titulizaciones hipotecarias o de consumo tendrían un valor muy bajo, los bancos tendrían que reconocer unas pérdidas muy elevadas, con el consiguiente consumo de capital y, muchas entidades no serían viables. Por tanto, para que la operación sirva de verdad para los bancos, se tendría que pagar un precio por encima del valor de mercado, con el consiguiente beneficio para los accionistas y perjuicio para el resto de ciudadanos que pagan sus impuestos. Alguien podría argumentar que si el mercado de la vivienda y, por tanto, el hipotecario mejora, a posteriori el valor de los activos sería muy superior. Claro que esto mismo se viene anticipando con poco éxito desde hace muchos meses.
¿Cuál es la alternativa que se está barajando? Un sistema de garantías no es suficiente y cuando se ha puesto en práctica como en el caso del rescate de Bear Stearns ha costado mucho al contribuyente americano. La otra posibilidad, como en el caso del Reino Unido (RBS) y el de los países nórdicos antes comentado, es una nacionalización de las entidades financieras (con o sin “banco malo” de por medio) que de paso a un saneamiento de las mismas, para posteriormente devolverlas al sector privado. Una píldora demasiado amarga para el ciudadano y los políticos americanos. Tendremos que esperar hasta principios de la semana que viene, para conocer el nuevo programa de rescate del sistema financiero americano. Una de las claves de la coyuntura internacional de cara a los próximos meses.
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