La Gran Depresión de la década de los treinta, del siglo XX, trasladó el énfasis desde el estudio clásico del crecimiento económico hacia las cuestiones relativas a las fluctuaciones del crecimiento y de cómo compensar esas fluctuaciones u oscilaciones en el ciclo económico. Los libros de texto de la postguerra, liderados por “Economics” de Paul Samuelson, se centraron fundamentalmente en los auges y caídas de la economía y en la forma en la que la política del Gobierno podría influir sobre el ciclo económico. La historia económica nos enseña que el Estado puede jugar un importante papel estabilizador del ciclo, es decir enfriando la economía en épocas expansivas (muchas veces inflacionarias) y animándola en fases recesivas; pero también sabemos que el Estado y sus políticas económicas discrecionales pueden ser los desencadenantes de fuertes recesiones económicas.
Política anticíclicas
Cuando una economía, como, por ejemplo, la española es estos momentos, muestra altos niveles de desempleo y sus factorías reflejan un exceso de capacidad productiva sin utilizar es obvio que los recursos no están siendo eficazmente utilizados por el sistema de mercado. La cuestión es: ¿cuál es la causa de la infrautilización de esos recursos productivos? John Maynard Keynes creía que era debida a un fallo del mercado. La solución de Keynes consistía en políticas anticíclicas consistentes en bajar los tipos de interés, aumentar el gasto público y reducir los impuestos para aumentar la demanda agregada y emplear así la mano de obra parada y los recursos de capital no utilizados. El Gobierno, mediante esta política anticíclica o de estabilización, intenta evitar que las variaciones de la tasa de crecimiento provoquen fuertes desequilibrios. Se trata de evitar las recesiones largas, e intentar volver a una fase de expansión duradera y sostenida.
Otros economistas cuestionan la conveniencia de estas medidas discrecionales del Estado y las razones de esta intervención y proponen sistemas automáticos que suavicen el ciclo económico. Para muchos la intervención estatal a través de la política económica discrecional, distorsiona más que equilibra. Por ejemplo, una política monetaria en exceso relajada podría tener efectos contraproducentes, porque un aumento en la cantidad de dinero puede traer inflación lo que perjudicaría el crecimiento. Además la participación excesiva del sector público, en algunos países occidentales por encima o próxima al 50%, supone para muchos la posible pérdida de dinamicidad del sector privado que en alguna medida puede quedar expulsado de la economía por el sector público (efecto expulsión).
La política fiscal
Entre las políticas anticíclicas destacan dos: la fiscal y la monetaria. Ambas se dirigen a conseguir los objetivos generalmente aceptados: estabilidad de precios, crecimiento económico y pleno empleo. La política fiscal utiliza fundamentalmente dos instrumentos: el gasto público y los impuestos. Estos instrumentos los puede aplicar de dos formas distintas: a) a través del funcionamiento de los estabilizadores automáticos y b) con medidas discrecionales que hagan variar los gastos y los ingresos públicos. Aquí nos vamos a referir exclusivamente a los estabilizadores automáticos.
Definición de estabilizadores automáticos
Los estabilizadores automáticos son aquellos componentes de los presupuestos públicos, tanto por el lado de los gastos como de los ingresos, que responden autónomamente a las fluctuaciones cíclicas de la actividad económica, suavizándolas o atenuándolas, sin que medie ninguna decisión discrecional por parte de la autoridad fiscal. Los estabilizadores automáticos tienen, por tanto, un comportamiento anticíclico ya que generan superávit fiscales en las etapas de auge y déficit fiscales en las de recesión o depresión.
Ejemplos de estabilizadores automáticos
Los dos ejemplos más típicos e importantes de estabilizadores automáticos son: 1) por el lado de los ingresos fiscales los impuestos progresivos, como el impuesto sobre la renta de la personas físicas y 2) por el lado del gasto público las prestaciones y el subsidio por desempleo. Efectivamente, con los impuestos progresivos, como el impuesto sobre la renta, a medida que crece el nivel de actividad y la renta, aumenta la recaudación impositiva más que proporcionalmente ya que la proporción que se detrae en forma de impuestos crece con el nivel de renta. Se produce, a través del impuesto, un drenaje proporcionalmente mayor de la renta a medida que esta aumenta. De esta forma, la renta disponible de los agentes aumenta menos que la actividad y se atenúa el aumento de la demanda agregada y la fase expansiva del ciclo. Lo contrario ocurre en épocas de recesión, como la que nos está tocando vivir. Los pagos por transferencias también fluctúan a lo largo del ciclo. Es el caso de las transferencias relacionadas con el desempleo, si la economía se encuentra en una fase expansiva, el desempleo disminuye y con ello las transferencias por este concepto.
La percepción de la política fiscal como instrumento de estabilización ha variado sustancialmente en las últimas décadas. Se considera que la política fiscal puede ser un instrumento útil cuando deja funcionar los estabilizadores automáticos pero que puede ser poco flexible y perverso cuando se actúa de forma discrecional. De ahí que muchos defiendan que la política fiscal se dirija fundamentalmente a la distribución de la renta. Y también que garantice el equilibrio presupuestario a lo largo del ciclo económico y que, por tanto, se permita el funcionamiento de los estabilizadores automáticos en cada fase del ciclo.
Resumiendo
Los estabilizadores automáticos suavizan las fluctuaciones cíclicas a través de su efecto en la demanda agregada. Efectivamente, cuando la economía se encuentra en una fase contractiva o recesiva, el crecimiento económico negativo o muy reducido genera una disminución de los ingresos fiscales mientras que el mayor desempleo aumena los gastos públicos. Consecuentemente, la renta disponible del sector privado disminuye menos de lo que lo hace el PIB, limitándose así el efecto contractivo sobre la demanda agregada, el crecimiento y el empleo. Por tanto, el saldo presupuestario empeora en esta fase estimulando la economía y facilitando la recuperación económica. En sentido contario, en épocas de expansión los estabilizadores automáticos generan mayores ingresos públicos y menor gasto lo que permite aumentar el superávit público –o reducir el déficit– evitando una excesiva expansión que podría tener efectos negativos sobre la volatilidad del ciclo y la estabilidad de precios.
Fuente: Libro Amarillo de los Presupuestos Generales del Estado Españo, 2009.
Comentarios