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    [post_content] => El pasado miércoles 21 el Ministro de Industria Miguel Sebastián propuso que los consumidores comprasen productos españoles, en lugar de foráneos, para ayudar a la economía española a salir de la crisis y generar 120.000 empleos. En mi opinión, la idea de Sebastián es, además de peligrosa, errónea y basada en supuestos falsos.

La idea de Miguel Sebastián es peligrosa porque no hay mejor leña para el fuego de los boicots nacionalistas, o anti-nacionalistas (que viene a ser lo mismo) – recuerden el boicot del cava – que mensajes como el de Sebastián. En segundo lugar, la propuesta de consumir productos nacionales atufa a proteccionismo y va en contra de los principios más fundamentales del comercio internacional. Uno de los pocos resultados positivos de la cumbre G-20 en Washington fue el acuerdo alcanzado para impulsar el comercio internacional como medida para salir de la crisis. El mensaje de Sebastián es inequívocamente antagónico a ese acuerdo.



El mensaje de Sebastián se basa en el supuesto erróneo de que las importaciones destruyen empleo. Esto es falso por varios motivos pero sobretodo porque las importaciones favorecen las exportaciones de un país. Por ejemplo, las importaciones de un país suponen ingresos para otros países que serán destinados en parte a comprar productos extranjeros (¡quién sabe si del propio país importador!). Imagínense qué efecto tendría para la economía española el bloqueo a las exportaciones de Alemania, nuestro principal socio comercial. En segundo lugar, medidas de tipo nacionalista-proteccionista como la propuesta de Sebastián acaban por provocar reacciones similares o represalias por parte de otras naciones. En su comparecencia, Sebastián no sólo aludió al consumo de productos de uso diario, sino también a viajes – "mejor ir a Sierra Nevada que a los Alpes". ¿Se imaginan que ocurriría si los franceses, instigados por un enfadado Sarkozy, ya no vinieran a nuestras costas en verano?

Por último, la propuesta de Sebastián adolece de errores de implementación prácticos. ¿Saben ustedes qué productos de los que compran, o qué partes de estos productos se han fabricado en España? ¿Creen ustedes que el etiquetado “made in Spain” es un buen indicador de esto? La respuesta a ambas preguntas es NO, en mayúsculas. En primer lugar, la nacionalidad de la empresa ya no es indicativa de dónde se ha producido el producto (por ejemplo, Citröen en Vigo). En segundo lugar, en un mundo globalizado un producto y sus partes pueden pasar por multitud de países antes de ser ensamblados en una fábrica en España, en China o en cualquier otro lugar (a este proceso se le ha denominado integración vertical internacional). La reglas del país de origen de la Organización Mundial de Comercio establecen como principio general que el etiquetado de un producto hará referencia al país donde ha ocurrido la última transformación sustancial del mismo. Pero que la última transformación haya ocurrido en España no significa que sea en España donde se ha realizado la transformación más importante o la que ha generado más empleo. A veces un mero ensamblaje de un producto es suficiente para decidir el etiquetado “made in..”, sin que esa operación haya añadido más de un diez por cien del valor del producto.

El problema ocurre también a la inversa. Por ejemplo, la etiqueta “made in China” a menudo esconde el hecho de que un porcentaje elevado del valor del producto se ha generado fuera de China. Se estima que en promedio más de un 50%, llegando incluso a un 80% en el caso de productos de tecnología. ¿Y qué me dicen de los empleos indirectos para la producción de componentes?   ¿Están ustedes dispuestos a castigar a una empresa claramente española como FICOSA, y que da trabajo a miles de personas y cientos de pymes en España directa e indirectamente sólo por llevarse los componentes de automóvil a China y ensamblarlos allí? ¿Saben ustedes cuántos empleos se destruirían en España si dejásemos de comprar los automóviles fabricados fuera de España pero que llevan componentes hechos en España? ¿Lo sabe el Ministro?

El Ministro Sebastián y su equipo se han tomado la molestia de calcular cuánto debemos gastarnos en productos nacionales sustituidos (150€) y cuántos empleos se generarán con la medida (120.000). Es toda una lección de paternalismo gubernamental que quedaría perfectamente redondeada con la distribución de libretitas (gratis) para que cada uno de nosotros anotásemos en ellas el cómputo de gasto mes a mes. Creo, francamente, que el tiempo que el Ministerio ha dedicado a realizar estos cálculos poco contribuye a solucionar la angustiosa situación de empresarios españoles, ahogados sin un crédito que se les niega con independencia de la calidad de sus planes de futuro, y esperando a que el Ministerio de Industria escuche “de verdad” sus problemas.


    [post_title] => La Propuesta de Miguel Sebastián: Peligrosa y Conceptualmente Errónea
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24
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La idea de Miguel Sebastián es peligrosa porque no hay mejor leña para el fuego de los boicots nacionalistas, o anti-nacionalistas (que viene a ser lo mismo) – recuerden el boicot del cava – que mensajes como el de Sebastián. En segundo lugar, la propuesta de consumir productos nacionales atufa a proteccionismo y va en contra de los principios más fundamentales del comercio internacional. Uno de los pocos resultados positivos de la cumbre G-20 en Washington fue el acuerdo alcanzado para impulsar el comercio internacional como medida para salir de la crisis. El mensaje de Sebastián es inequívocamente antagónico a ese acuerdo.



El mensaje de Sebastián se basa en el supuesto erróneo de que las importaciones destruyen empleo. Esto es falso por varios motivos pero sobretodo porque las importaciones favorecen las exportaciones de un país. Por ejemplo, las importaciones de un país suponen ingresos para otros países que serán destinados en parte a comprar productos extranjeros (¡quién sabe si del propio país importador!). Imagínense qué efecto tendría para la economía española el bloqueo a las exportaciones de Alemania, nuestro principal socio comercial. En segundo lugar, medidas de tipo nacionalista-proteccionista como la propuesta de Sebastián acaban por provocar reacciones similares o represalias por parte de otras naciones. En su comparecencia, Sebastián no sólo aludió al consumo de productos de uso diario, sino también a viajes – "mejor ir a Sierra Nevada que a los Alpes". ¿Se imaginan que ocurriría si los franceses, instigados por un enfadado Sarkozy, ya no vinieran a nuestras costas en verano?

Por último, la propuesta de Sebastián adolece de errores de implementación prácticos. ¿Saben ustedes qué productos de los que compran, o qué partes de estos productos se han fabricado en España? ¿Creen ustedes que el etiquetado “made in Spain” es un buen indicador de esto? La respuesta a ambas preguntas es NO, en mayúsculas. En primer lugar, la nacionalidad de la empresa ya no es indicativa de dónde se ha producido el producto (por ejemplo, Citröen en Vigo). En segundo lugar, en un mundo globalizado un producto y sus partes pueden pasar por multitud de países antes de ser ensamblados en una fábrica en España, en China o en cualquier otro lugar (a este proceso se le ha denominado integración vertical internacional). La reglas del país de origen de la Organización Mundial de Comercio establecen como principio general que el etiquetado de un producto hará referencia al país donde ha ocurrido la última transformación sustancial del mismo. Pero que la última transformación haya ocurrido en España no significa que sea en España donde se ha realizado la transformación más importante o la que ha generado más empleo. A veces un mero ensamblaje de un producto es suficiente para decidir el etiquetado “made in..”, sin que esa operación haya añadido más de un diez por cien del valor del producto.

El problema ocurre también a la inversa. Por ejemplo, la etiqueta “made in China” a menudo esconde el hecho de que un porcentaje elevado del valor del producto se ha generado fuera de China. Se estima que en promedio más de un 50%, llegando incluso a un 80% en el caso de productos de tecnología. ¿Y qué me dicen de los empleos indirectos para la producción de componentes?   ¿Están ustedes dispuestos a castigar a una empresa claramente española como FICOSA, y que da trabajo a miles de personas y cientos de pymes en España directa e indirectamente sólo por llevarse los componentes de automóvil a China y ensamblarlos allí? ¿Saben ustedes cuántos empleos se destruirían en España si dejásemos de comprar los automóviles fabricados fuera de España pero que llevan componentes hechos en España? ¿Lo sabe el Ministro?

El Ministro Sebastián y su equipo se han tomado la molestia de calcular cuánto debemos gastarnos en productos nacionales sustituidos (150€) y cuántos empleos se generarán con la medida (120.000). Es toda una lección de paternalismo gubernamental que quedaría perfectamente redondeada con la distribución de libretitas (gratis) para que cada uno de nosotros anotásemos en ellas el cómputo de gasto mes a mes. Creo, francamente, que el tiempo que el Ministerio ha dedicado a realizar estos cálculos poco contribuye a solucionar la angustiosa situación de empresarios españoles, ahogados sin un crédito que se les niega con independencia de la calidad de sus planes de futuro, y esperando a que el Ministerio de Industria escuche “de verdad” sus problemas.


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La idea de Miguel Sebastián es peligrosa porque no hay mejor leña para el fuego de los boicots nacionalistas, o anti-nacionalistas (que viene a ser lo mismo) – recuerden el boicot del cava – que mensajes como el de Sebastián. En segundo lugar, la propuesta de consumir productos nacionales atufa a proteccionismo y va en contra de los principios más fundamentales del comercio internacional. Uno de los pocos resultados positivos de la cumbre G-20 en Washington fue el acuerdo alcanzado para impulsar el comercio internacional como medida para salir de la crisis. El mensaje de Sebastián es inequívocamente antagónico a ese acuerdo.


El mensaje de Sebastián se basa en el supuesto erróneo de que las importaciones destruyen empleo. Esto es falso por varios motivos pero sobretodo porque las importaciones favorecen las exportaciones de un país. Por ejemplo, las importaciones de un país suponen ingresos para otros países que serán destinados en parte a comprar productos extranjeros (¡quién sabe si del propio país importador!). Imagínense qué efecto tendría para la economía española el bloqueo a las exportaciones de Alemania, nuestro principal socio comercial. En segundo lugar, medidas de tipo nacionalista-proteccionista como la propuesta de Sebastián acaban por provocar reacciones similares o represalias por parte de otras naciones. En su comparecencia, Sebastián no sólo aludió al consumo de productos de uso diario, sino también a viajes – «mejor ir a Sierra Nevada que a los Alpes». ¿Se imaginan que ocurriría si los franceses, instigados por un enfadado Sarkozy, ya no vinieran a nuestras costas en verano?

Por último, la propuesta de Sebastián adolece de errores de implementación prácticos. ¿Saben ustedes qué productos de los que compran, o qué partes de estos productos se han fabricado en España? ¿Creen ustedes que el etiquetado “made in Spain” es un buen indicador de esto? La respuesta a ambas preguntas es NO, en mayúsculas. En primer lugar, la nacionalidad de la empresa ya no es indicativa de dónde se ha producido el producto (por ejemplo, Citröen en Vigo). En segundo lugar, en un mundo globalizado un producto y sus partes pueden pasar por multitud de países antes de ser ensamblados en una fábrica en España, en China o en cualquier otro lugar (a este proceso se le ha denominado integración vertical internacional). La reglas del país de origen de la Organización Mundial de Comercio establecen como principio general que el etiquetado de un producto hará referencia al país donde ha ocurrido la última transformación sustancial del mismo. Pero que la última transformación haya ocurrido en España no significa que sea en España donde se ha realizado la transformación más importante o la que ha generado más empleo. A veces un mero ensamblaje de un producto es suficiente para decidir el etiquetado “made in..”, sin que esa operación haya añadido más de un diez por cien del valor del producto.

El problema ocurre también a la inversa. Por ejemplo, la etiqueta “made in China” a menudo esconde el hecho de que un porcentaje elevado del valor del producto se ha generado fuera de China. Se estima que en promedio más de un 50%, llegando incluso a un 80% en el caso de productos de tecnología. ¿Y qué me dicen de los empleos indirectos para la producción de componentes? ¿Están ustedes dispuestos a castigar a una empresa claramente española como FICOSA, y que da trabajo a miles de personas y cientos de pymes en España directa e indirectamente sólo por llevarse los componentes de automóvil a China y ensamblarlos allí? ¿Saben ustedes cuántos empleos se destruirían en España si dejásemos de comprar los automóviles fabricados fuera de España pero que llevan componentes hechos en España? ¿Lo sabe el Ministro?

El Ministro Sebastián y su equipo se han tomado la molestia de calcular cuánto debemos gastarnos en productos nacionales sustituidos (150€) y cuántos empleos se generarán con la medida (120.000). Es toda una lección de paternalismo gubernamental que quedaría perfectamente redondeada con la distribución de libretitas (gratis) para que cada uno de nosotros anotásemos en ellas el cómputo de gasto mes a mes. Creo, francamente, que el tiempo que el Ministerio ha dedicado a realizar estos cálculos poco contribuye a solucionar la angustiosa situación de empresarios españoles, ahogados sin un crédito que se les niega con independencia de la calidad de sus planes de futuro, y esperando a que el Ministerio de Industria escuche “de verdad” sus problemas.

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