¿Preparados para lo próxima reforma laboral en España? No tardará mucho en llegar y se llamará flexiguridad.
Flexiguridad (flexicurity en inglés) es quizás uno de los términos más usados últimamente cuando se habla de mercado de trabajo en Europa. Y es seguramente el término al que más se alude en España cuando se discute de posibles reformas del mercado laboral. Todo indica a que no tardaremos mucho en ver en España la aplicación de una versión más o menos modificada de este modelo, y ello por dos motivos. El primero es que parece haber tenido éxito allá donde se ha utilizado (Dinamarca, Países Bajos, Finlandia). El segundo, es que la situación del mercado laboral español es nefasta, lo que crea las condiciones adecuadas para intentar una reforma (la última reforma seria se hizo en 1994 cuando la tasa de desempleo se acercaba al 20%). Baste recordar algunas de las declaraciones recientes por parte de organizaciones empresariales, y gobierno recalcando la necesidad de introducir reformas laborales y en el sistema de prestaciones de desempleo, que aunque no se mencione, se parecen mucho al modelo de la flexiguridad (‘El Gobierno mejorará “en lo posible” la prestación por desempleo’ El País, 10-12-2008; ‘La CEOE pide abaratar el despido para afrontar la crisis’ El País 26-09-2008 ). Sin ir más lejos, el boletín económico del Banco de España de enero de 2008 se titulaba: ‘La flexiguridad como modelo para los mercados laborales europeos’.
¿Qué es la flexiguridad? ¿Es realista este modelo para el caso de España? La flexiguridad es la combinación de flexibilidad laboral y seguridad y sigue el modelo que se implantó en Dinamarca a mediados de los 90 para combatir el paro. Este modelo descansa en tres pilares: (1) libertad para contratar y despedir a trabajadores (flexibilidad para el empresario), (2) elevada generosidad de las prestaciones por desempleo (seguridad para los trabajadores), y (3) políticas activas de empleo. En Dinamarca, la flexiguridad es considerada un gran logro de los últimos años y el principal responsable de la baja tasa de desempleo del país, no sólo antes de esta crisis sino también ahora. Según datos de la OCDE, la tasa de desempleo armonizada de Dinamarca era en 2006 de un 3,9%.
Lo más sorprendente, sin embargo, es que en medio de la crisis económica, la tasa de desempleo danesa no sólo no ha aumentado sino que ha disminuido al 3,2%. Aunque existen estudios que critican estas cifras, argumentando que esconden un cierto nivel de desempleo encubierto, lo cierto es que la evolución del desempleo en el país nórdico es envidiable. Además, la evolución del paro en los otros dos países que han aplicado la flexiguridad es igualmente positiva. En Finlandia, la tasa de paro era del 7,7% en 2006 y del 6,4 en octubre de 2008. Por su parte, en los Países Bajos, la tasa de paro era del 3,9% en 2006 y del 2,5% en octubre de 2008. Aunque es de sobras conocido, es importante comparar estas cifras con la subida espectacular del desempleo en España durante este período, pasando del 8,5% en 2006 al 12,8% en octubre pasado.
La idea que subyace este modelo es un tanto idílica, y responde a una realidad laboral bien distinta a la nuestra. La idea es que con este modelo, el empresario pierda el miedo a contratar (ya que despedir es barato) y que esto reduzca la tasa de paro. Además, si la tasa de paro es baja y las prestaciones por desempleo generosas, entonces el trabajador pierde el miedo al despido, ya que encontrará otro trabajo pronto (la tasa de paro es baja) y mientras lo encuentra estará bien dotado con una prestación más que suficiente. Así, se calcula que en Dinamarca un treinta por cien de los trabajadores cambia de empleo cada año, lo cual no supone ningún trauma ya que con una tasa de desempleo del 3,2% no se tarda mucho en encontrar otro empleo, y además si no se encuentra, el Estado te paga una prestación que cubre el 90% de tu salario anterior por cuatro años y con un tope de 2,000 € al mes. Estas prestaciones por desempleo pueden parecer insostenibles para las arcas públicas, pero lo cierto es que las políticas activas de empleo junto con las buenas oportunidades que ofrece el mercado de trabajo conducen a que Dinamarca tenga una de las tasas de desempleo de larga duración más bajas de la UE (25% de todos los desempleados contra un 40% de media en la UE).
Llegados a este punto, cabe preguntarse si una hipotética reforma del mercado laboral español, a modo de flexiguridad, tendría los mismos resultados aquí que los que tuvo aparentemente en Dinamarca. Y aquí es donde surgen dudas importantes. Para empezar, la tasa de desempleo española se sitúa ahora en el 12,8% y según varios estudios podría alcanzar el 15% el año próximo. Para algunos colectivos (mujeres y jóvenes) esta tasa de paro se llega a duplicar. Esta situación difiere mucho de la danesa, incluso en los años 90 cuando Dinamarca se planteó la flexiguridad como solución a un problema ‘acuciante’ de paro que se traducía en una tasa de desempleo de poco más del 8%. Dado que uno de los ideales de la flexiguridad es que el trabajador no le tema al despido, cabe preguntarse si el momento adecuado para introducir este modelo es el actual, con una tasa de paro elevada y en aumento. En segundo lugar, las políticas activas de empleo en España, gestionadas por el INEM, han sido un fracaso a todas luces. No es infrecuente que un desempleado en España rechace una oferta de empleo proveniente del INEM por considerarla no apta o por estar el puesto de trabajo demasiado lejos de casa, sin perjuicio de perder la prestación por desempleo. Además, el gasto en políticas activas de empleo en España es asombrosamente bajo. En un estudio del Banco de España sobre quince países europeos en cuanto a gasto en políticas activas de empleo, España se situaba en el puesto número 14, sólo por delante de Grecia. De los tres elementos que constituyen la flexiguridad, el de las políticas activas de empleo es el más importante. Si este elemento no funciona, la flexiguridad se puede convertir en un túnel sin salida donde el desempleo crece, el coste social del mismo se vuelve insostenible y la productividad baja.
Dado que España parece estar decidida a subirse tarde o temprano al carro de la flexiguridad, es imprescindible pedir a los agentes económicos y sociales que no se caiga en el error de españolizar este modelo, ya que los resultados en ese caso podrían ser catastróficos para el mercado laboral y la hacienda pública española.
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