WP_Post Object ( [ID] => 3841 [post_author] => 28824 [post_date] => 2008-11-12 10:00:32 [post_date_gmt] => 2008-11-12 09:00:32 [post_content] => La crisis financiera internacional en la que seguimos sumidos –habrá que ver los resultados de la cumbre que se celebra este fin de semana- está teniendo efectos negativos en muchos ámbitos de la actividad económica. Son bien conocidos aquellos sobre los que recibimos información casi a diario: recesión, desempleo, caída de las bolsas, etc. Hay otros menos evidentes, pero no por ello poco importantes. Es el caso de la Inversión Extranjera Directa (IED). Vocación de permanencia en un mundo globalizado La IED presenta varias ventajas tanto para los países emisores como para los receptores. En general, todas ellas van asociadas a su mayor vocación de permanencia y, por tanto, a una menor volatilidad que la que se observa en otros movimientos internacionales de capital, como los asociados a la llamada inversión en cartera. Es asimismo una inversión más estrechamente vinculada con la actividad real, pues se trata de capitales que no sólo buscan una rentabilidad financiera, sino también una implicación en la gestión de la actividad productiva que financia. La IED ha alcanzado en la etapa actual de la globalización una importancia mayor de la que tuvo en otros momentos de la historia. Los avances tecnológicos y la liberalización han permitido que las empresas busquen diversificar geográficamente su actividad, no sólo para ocupar espacio en nuevos mercados, sino también para aprovechar las distintas ventajas comparativas que los países ofrecen en cada una de las etapas del proceso productivo. Así, una parte importante de la IED tiene que ver con el offshoring y la fragmentación internacional de la cadena de valor de las empresas internacionalizadas. España, un jugador destacado España ha conseguido una posición destacada en el escenario internacional en términos de la IED, de la mano tanto de la entrada en nuestro país de empresas extranjeras, como del intenso proceso internacionalizador de nuestras empresas. De hecho, desde hace años somos inversores netos en esta partida de la balanza de pagos. Como se subraya en el Anuario de la internacionalización de las empresas españolas, publicado hace apenas dos días por el Círculo de Empresarios, España es hoy el séptimo país del mundo en términos del stock de su inversión directa en otros país (un 4% del total planetario, participación mayor de la que tenemos en el PIB mundial o en el comercio de bienes y servicios). Es más, las empresas españolas continúan llevando a cabo en el extranjero operaciones corporativas de gran calado. Crisis y oportunidades La crisis financiera, evidentemente habrá de tener consecuencias para la IED española y de otros países. La dificultad de acceso al crédito y la ralentización económica en muchas áreas del mundo complican enormemente la realización de operaciones de IED, tales como las adquisiciones y fusiones (si bien es cierto que se anuncian fusiones en el sector financiero como respuesta lógica a la crisis). En el último número del World Investment Report, publicado por la UNCTAD hace algo más de un mes, se alertaba de que, a pesar de las cifras récord que los flujos de inversión directa alcanzaron en 2007, la crisis supondrá un impedimento insuperable para mantener el ritmo expansivo de años recientes. Las previsiones de esta agencia de Naciones Unidas sitúan en el 10% la caída en los flujos de IED en 2008 con respecto al año anterior. Más allá de las incertidumbres que aquejan a la economía mundial, lo cierto es que este convulso panorama también ofrece oportunidades para quien sepa aprovecharlas. Las empresas españolas que se mantengan alerta ante la aparición de esas oportunidades fuera de nuestras fronteras podrían encontrarse en posiciones muy ventajosas una vez superada la crisis. Es todo un desafío. [post_title] => El impacto de la crisis en la Inversión Extranjera Directa [post_excerpt] => [post_status] => publish [comment_status] => open [ping_status] => closed [post_password] => [post_name] => el_impacto_de_l [to_ping] => [pinged] => [post_modified] => 2023-12-13 13:43:12 [post_modified_gmt] => 2023-12-13 12:43:12 [post_content_filtered] => [post_parent] => 0 [guid] => https://economy.blogs.ie.edu/archives/2008/11/el_impacto_de_l.php [menu_order] => 0 [post_type] => post [post_mime_type] => [comment_count] => 2 [filter] => raw )
La crisis financiera internacional en la que seguimos sumidos –habrá que ver los resultados de la cumbre que se celebra este fin de semana- está teniendo efectos negativos en muchos ámbitos de la actividad económica. Son bien conocidos aquellos sobre los que recibimos información casi a diario: recesión, desempleo, caída de las bolsas, etc. Hay otros menos evidentes, pero no por ello poco importantes. Es el caso de la Inversión Extranjera Directa (IED).
Vocación de permanencia en un mundo globalizado
La IED presenta varias ventajas tanto para los países emisores como para los receptores. En general, todas ellas van asociadas a su mayor vocación de permanencia y, por tanto, a una menor volatilidad que la que se observa en otros movimientos internacionales de capital, como los asociados a la llamada inversión en cartera. Es asimismo una inversión más estrechamente vinculada con la actividad real, pues se trata de capitales que no sólo buscan una rentabilidad financiera, sino también una implicación en la gestión de la actividad productiva que financia.
La IED ha alcanzado en la etapa actual de la globalización una importancia mayor de la que tuvo en otros momentos de la historia. Los avances tecnológicos y la liberalización han permitido que las empresas busquen diversificar geográficamente su actividad, no sólo para ocupar espacio en nuevos mercados, sino también para aprovechar las distintas ventajas comparativas que los países ofrecen en cada una de las etapas del proceso productivo. Así, una parte importante de la IED tiene que ver con el offshoring y la fragmentación internacional de la cadena de valor de las empresas internacionalizadas.
España, un jugador destacado
España ha conseguido una posición destacada en el escenario internacional en términos de la IED, de la mano tanto de la entrada en nuestro país de empresas extranjeras, como del intenso proceso internacionalizador de nuestras empresas. De hecho, desde hace años somos inversores netos en esta partida de la balanza de pagos. Como se subraya en el Anuario de la internacionalización de las empresas españolas, publicado hace apenas dos días por el Círculo de Empresarios, España es hoy el séptimo país del mundo en términos del stock de su inversión directa en otros país (un 4% del total planetario, participación mayor de la que tenemos en el PIB mundial o en el comercio de bienes y servicios). Es más, las empresas españolas continúan llevando a cabo en el extranjero operaciones corporativas de gran calado.
Crisis y oportunidades
La crisis financiera, evidentemente habrá de tener consecuencias para la IED española y de otros países. La dificultad de acceso al crédito y la ralentización económica en muchas áreas del mundo complican enormemente la realización de operaciones de IED, tales como las adquisiciones y fusiones (si bien es cierto que se anuncian fusiones en el sector financiero como respuesta lógica a la crisis).
En el último número del World Investment Report, publicado por la UNCTAD hace algo más de un mes, se alertaba de que, a pesar de las cifras récord que los flujos de inversión directa alcanzaron en 2007, la crisis supondrá un impedimento insuperable para mantener el ritmo expansivo de años recientes. Las previsiones de esta agencia de Naciones Unidas sitúan en el 10% la caída en los flujos de IED en 2008 con respecto al año anterior.
Más allá de las incertidumbres que aquejan a la economía mundial, lo cierto es que este convulso panorama también ofrece oportunidades para quien sepa aprovecharlas. Las empresas españolas que se mantengan alerta ante la aparición de esas oportunidades fuera de nuestras fronteras podrían encontrarse en posiciones muy ventajosas una vez superada la crisis. Es todo un desafío.
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