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    [post_content] => Esta semana, tras un año un tanto ajetreado, por fin he tenido tiempo para comenzar a leer un libro que me despertaba bastante curiosidad. Se trata de la biografía de Mao Tse Tung, escrita por Jung Chang y Jon Halliday. ¿Qué llevó al líder chino a cometer todas las tropelías que caracterizaron su régimen?  Aún no he leído todo el libro, por lo que no soy capaz de contestar a esa pregunta (no sé tampoco si podré hacerlo al terminar esta biografía). Pero lo que sí podemos afirmar es que el país que Mao dejó sumido en la pobreza es hoy, tres decenios después, una de las economías más dinámicas del mundo, un gigante que no tardará en convertirse en una de las dos o tres mayores potencias económicas del planeta.

China probablemente es también uno de los países cuyo crecimiento más ha impactado, tanto positiva como negativamente, en el continente africano. Es verdad que el gigante asiático produce con unos costes muy bajos y ello puede perjudicar a algunos países de África; pero es cierto también que su capacidad inversora ha permitido financiar varios proyectos en ese continente.


Hasta hace no mucho tiempo, los datos, noticias e informes sobre la economía africana mostraban un aire desalentador. Parece, sin embargo, que poco a poco comienza a respirarse un espíritu más optimista, al menos para algunos de sus países. Porque África, región situada a la cola del desarrollo mundial (aunque con tasas de crecimiento positivas en los últimos 12 años), puede considerarse el continente más dispar (os recomiendo echar un vistazo a un vídeo que ilustra esa disparidad de un modo muy entretenido y didáctico; está disponible en este enlace).

Factores como la situación geográfica y la historia de colonizaciones y descolonizaciones no han ayudado a impulsar el crecimiento en esa extensa región del planeta. A esto hay que añadir la falta de calidad de sus instituciones como factor clave en ese exiguo crecimiento. Algunos economistas dicen que también sufre en la actualidad lo que se conoce como la enfermedad holandesa, es decir, la abundancia de recursos naturales no favorece el crecimiento económico. Me explico. Su creciente exportación de estos productos eleva el valor de sus monedas restando competitividad a sectores que probablemente sean el motor del progreso tecnológico.
Aun así, parece que un puñado de países africanos está creciendo y elevando poco a poco el nivel de bienestar de sus ciudadanos. Distintos elementos permiten avanzar por este nuevo camino: desde mejora de infraestructuras (Sudáfrica), hasta apuestas por erradicar la corrupción (Botsuana), pasando por el aprovechamiento de emplazamientos ventajosos, como en el caso de Mozambique, y el todavía titubeante avance de la democracia.
En definitiva, sin olvidar que otros muchos países africanos no consiguen escapar de niveles de pobreza extremos, particularmente me queda la esperanza que nace de los casos de éxito en varias de esas naciones. Y para los más escépticos,  ¡fijaos en China!

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30
Jul

Un voto de confianza para África

Escrito el 30 julio 2008 por María Jesús Valdemoros en África

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China probablemente es también uno de los países cuyo crecimiento más ha impactado, tanto positiva como negativamente, en el continente africano. Es verdad que el gigante asiático produce con unos costes muy bajos y ello puede perjudicar a algunos países de África; pero es cierto también que su capacidad inversora ha permitido financiar varios proyectos en ese continente.


Hasta hace no mucho tiempo, los datos, noticias e informes sobre la economía africana mostraban un aire desalentador. Parece, sin embargo, que poco a poco comienza a respirarse un espíritu más optimista, al menos para algunos de sus países. Porque África, región situada a la cola del desarrollo mundial (aunque con tasas de crecimiento positivas en los últimos 12 años), puede considerarse el continente más dispar (os recomiendo echar un vistazo a un vídeo que ilustra esa disparidad de un modo muy entretenido y didáctico; está disponible en este enlace).

Factores como la situación geográfica y la historia de colonizaciones y descolonizaciones no han ayudado a impulsar el crecimiento en esa extensa región del planeta. A esto hay que añadir la falta de calidad de sus instituciones como factor clave en ese exiguo crecimiento. Algunos economistas dicen que también sufre en la actualidad lo que se conoce como la enfermedad holandesa, es decir, la abundancia de recursos naturales no favorece el crecimiento económico. Me explico. Su creciente exportación de estos productos eleva el valor de sus monedas restando competitividad a sectores que probablemente sean el motor del progreso tecnológico.
Aun así, parece que un puñado de países africanos está creciendo y elevando poco a poco el nivel de bienestar de sus ciudadanos. Distintos elementos permiten avanzar por este nuevo camino: desde mejora de infraestructuras (Sudáfrica), hasta apuestas por erradicar la corrupción (Botsuana), pasando por el aprovechamiento de emplazamientos ventajosos, como en el caso de Mozambique, y el todavía titubeante avance de la democracia.
En definitiva, sin olvidar que otros muchos países africanos no consiguen escapar de niveles de pobreza extremos, particularmente me queda la esperanza que nace de los casos de éxito en varias de esas naciones. Y para los más escépticos,  ¡fijaos en China!

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China probablemente es también uno de los países cuyo crecimiento más ha impactado, tanto positiva como negativamente, en el continente africano. Es verdad que el gigante asiático produce con unos costes muy bajos y ello puede perjudicar a algunos países de África; pero es cierto también que su capacidad inversora ha permitido financiar varios proyectos en ese continente.


Hasta hace no mucho tiempo, los datos, noticias e informes sobre la economía africana mostraban un aire desalentador. Parece, sin embargo, que poco a poco comienza a respirarse un espíritu más optimista, al menos para algunos de sus países. Porque África, región situada a la cola del desarrollo mundial (aunque con tasas de crecimiento positivas en los últimos 12 años), puede considerarse el continente más dispar (os recomiendo echar un vistazo a un vídeo que ilustra esa disparidad de un modo muy entretenido y didáctico; está disponible en este enlace).

Factores como la situación geográfica y la historia de colonizaciones y descolonizaciones no han ayudado a impulsar el crecimiento en esa extensa región del planeta. A esto hay que añadir la falta de calidad de sus instituciones como factor clave en ese exiguo crecimiento. Algunos economistas dicen que también sufre en la actualidad lo que se conoce como la enfermedad holandesa, es decir, la abundancia de recursos naturales no favorece el crecimiento económico. Me explico. Su creciente exportación de estos productos eleva el valor de sus monedas restando competitividad a sectores que probablemente sean el motor del progreso tecnológico.
Aun así, parece que un puñado de países africanos está creciendo y elevando poco a poco el nivel de bienestar de sus ciudadanos. Distintos elementos permiten avanzar por este nuevo camino: desde mejora de infraestructuras (Sudáfrica), hasta apuestas por erradicar la corrupción (Botsuana), pasando por el aprovechamiento de emplazamientos ventajosos, como en el caso de Mozambique, y el todavía titubeante avance de la democracia.
En definitiva, sin olvidar que otros muchos países africanos no consiguen escapar de niveles de pobreza extremos, particularmente me queda la esperanza que nace de los casos de éxito en varias de esas naciones. Y para los más escépticos, ¡fijaos en China!

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