En enero de este año Alfredo Pastor (Profesor de Economía del IESE y secretario de Estado de Economía en el último gobierno de Felipe González) publicó un artículo en La Vanguardia titulado ¿INFORMAR O TRANQUILIZAR? Pastor señalaba que en momentos de incertidumbre económica, como los actuales, las decisiones dependen no tanto de lo que la gente sabe, sino de lo que espera, y esas expectativas se nutren de lo que cada cual observa, oye y lee.
Y como desde hace seis meses, cada día que pasa, aparecen malos resultados empresariales y macroeconómicos el gobierno ha creído que era su deber tranquilizar al pueblo, enviándole mensajes optimistas. El gobierno ha defendido con tenacidad una cifra alta de crecimiento para este año 2008 y la ha ido rebajando décima a décima como si defendiera, palmo a palmo, el solar patrio. Mientras el gobierno resistía los Servicios de Estudios, el FMI, la OCDE, la Comisión Europea y el Consenso de los economistas nos ha estado dando previsiones de crecimiento sensiblemente menores.
Quizá el gobierno no se daba cuenta de que con ello lo único que hacía era perder la confianza del público. En general, la gente se imagina que las cosas están peor de lo que están porque empieza a desconfiar de lo que se le dice. De modo que, a corto plazo, el efecto de esa táctica de optimismo informativo ha generado exactamente el efecto contrario al que se pretendía. Una previsión de crecimiento para este año de la economía española por encima del 3% es muy difícil de creer. Para Alfredo Pastor ese encubrimiento de la realidad ha reducido el capital de confianza en el gobierno que, después de las elecciones, tedrá que recomponer. Restaurar la confianza es imprescindible para acortar la duración de la crisis. O, por lo menos, para no prolongarla más de lo indispensable. Después de las elecciones ya no tendrá ningún sentido la defensa numantina del dato.
No sería de extrañar que, en el 2008, nuestro crecimiento estuviera por debajo de la media europea del mismo modo que lo ha estado por encima durante casi una década. La experiencia de décadas muestra que cuando la economía europea crece a su ritmo potencial la española siempre lo hace con tasas de crecimientos mayores, pero también indica que en las fases de muy bajo crecimiento europeo la economía española crece menos que la europea. Nuestra economía siempre ha sido más volátil y más cíclica que la europea.
Es probable que muchas familias y empresas hayan paralizado sus decisiones de inversión porque viven en la incertidumbre. Así que, después de las elecciones del domingo, la veracidad de la información es, más que nunca, una variable decisiva para que los agentes puedan tomar sus decisiones económicas y la economía no se paralice. De ahí que el gobierno que salga de las urnas deberá dedicarse, entre otras cosas, a restablecer la confianza en los datos y a suscitar la confianza de la gente.
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