WP_Post Object ( [ID] => 3986 [post_author] => 115 [post_date] => 2007-12-24 10:47:33 [post_date_gmt] => 2007-12-24 09:47:33 [post_content] => Hoy como es Nochebuena no vamos a escribir de economía. La Navidad es un buen momento para leer y para regalar. Acabo de terminar una novela corta, intensa, un poco dramática y emotiva. Se titula “La carretera (The Road)” escrita por Cormac McCarthy (editada por Mondadori. Barcelona, 2007. 18'90 euros. 210 págs. Premio Pulitzer 2007. Traducción: Luis Murillo Fort). Un padre y su hijo de diez años van por la carretera, empujando un carrito de supermercado en el que llevan todo lo que tienen, incluso algún juguete. Unos años antes se había producido una gran catástrofe. Padre y el hijo abandonan el norte de los Estados Unidos y se trasladan hacia el sur. ¿En busca de qué? De encontrar mejores condiciones de vida y sobrevivir un invierno más. A su alrededor todo está carbonizado, el cielo cubierto permanentemente de ceniza, una nube de contaminación impide ver el Sol, “el cielo a mediodía está negro como las bodegas del infierno”, bosques de árboles muertos que se deshacen de pronto quedando convertidos en una nube de polvo y a lo lejos lluvia ácida. Hambre, mucha hambre, desolación y la muerte acechando permanentemente. Su principal obsesión es conseguir alimento. ¿Cómo un libro tan triste puede ser tan atractivo? Porque también hay generosidad, sacrificio, solidaridad, confianza, esperanza y la belleza del cariño entre un padre y un hijo que sobreviven muy unidos no solo frente a la escasez si no también frente a la bandas caníbales, que igualmente recorren la carretera buscando su alimento. En algún sitio, confían, habrá gentes como ellos, personas que no han cedido al mal. El hijo tiene como referencia el suicidio de la madre como una fácil salida a tanta esforzada penalidad, una salida que en algún momento tienta también al padre. La novela se lee bien, también porque para los que hemos pasado de los 50 años la letra es grande. El estilo es sobrio, azoriniano, con fragmentos breves, muchos diálogos pero breves y la carretera como hilo conductor. Una novela sobrecogedora que si eres padre disfrutarás con su lectura. Te copio un diálogo: ¿Puedo preguntarte una cosa?, dijo. Naturalmente. ¿Nos vamos a morir? Algún día. Pero no ahora. Y todavía vamos hacia el sur. Sí. Para no pasar frío. Así es. Vale. ¿Vale qué? Nada. Solo vale. Duérmete. Vale. Voy a apagar la luz. ¿De acuerdo? De acuerdo. Y luego, ya a oscuras: ¿Puedo preguntarte algo? Naturalmente. ¿Qué harías si yo muriera? Si tú murieras yo también querría morirme. ¿Para poder estar conmigo? Sí. Para poder estar contigo. Vale. ¡Feliz Navidad¡ Rafa [post_title] => La carretera (Premio Pulitzer 2007) [post_excerpt] => [post_status] => publish [comment_status] => open [ping_status] => closed [post_password] => [post_name] => la_carretera_pr [to_ping] => [pinged] => [post_modified] => 2007-12-24 10:47:33 [post_modified_gmt] => 2007-12-24 09:47:33 [post_content_filtered] => [post_parent] => 0 [guid] => https://economy.blogs.ie.edu/archives/2007/12/la_carretera_pr.php [menu_order] => 0 [post_type] => post [post_mime_type] => [comment_count] => 7 [filter] => raw )
Hoy como es Nochebuena no vamos a escribir de economía. La Navidad es un buen momento para leer y para regalar. Acabo de terminar una novela corta, intensa, un poco dramática y emotiva. Se titula “La carretera (The Road)” escrita por Cormac McCarthy (editada por Mondadori. Barcelona, 2007. 18’90 euros. 210 págs. Premio Pulitzer 2007. Traducción: Luis Murillo Fort).
Un padre y su hijo de diez años van por la carretera, empujando un carrito de supermercado en el que llevan todo lo que tienen, incluso algún juguete. Unos años antes se había producido una gran catástrofe. Padre y el hijo abandonan el norte de los Estados Unidos y se trasladan hacia el sur. ¿En busca de qué? De encontrar mejores condiciones de vida y sobrevivir un invierno más. A su alrededor todo está carbonizado, el cielo cubierto permanentemente de ceniza, una nube de contaminación impide ver el Sol, “el cielo a mediodía está negro como las bodegas del infierno”, bosques de árboles muertos que se deshacen de pronto quedando convertidos en una nube de polvo y a lo lejos lluvia ácida. Hambre, mucha hambre, desolación y la muerte acechando permanentemente. Su principal obsesión es conseguir alimento.
¿Cómo un libro tan triste puede ser tan atractivo? Porque también hay generosidad, sacrificio, solidaridad, confianza, esperanza y la belleza del cariño entre un padre y un hijo que sobreviven muy unidos no solo frente a la escasez si no también frente a la bandas caníbales, que igualmente recorren la carretera buscando su alimento. En algún sitio, confían, habrá gentes como ellos, personas que no han cedido al mal. El hijo tiene como referencia el suicidio de la madre como una fácil salida a tanta esforzada penalidad, una salida que en algún momento tienta también al padre.
La novela se lee bien, también porque para los que hemos pasado de los 50 años la letra es grande. El estilo es sobrio, azoriniano, con fragmentos breves, muchos diálogos pero breves y la carretera como hilo conductor. Una novela sobrecogedora que si eres padre disfrutarás con su lectura.
Te copio un diálogo:
¿Puedo preguntarte una cosa?, dijo.
Naturalmente.
¿Nos vamos a morir?
Algún día. Pero no ahora.
Y todavía vamos hacia el sur.
Sí.
Para no pasar frío.
Así es.
Vale.
¿Vale qué?
Nada.
Solo vale.
Duérmete.
Vale.
Voy a apagar la luz.
¿De acuerdo?
De acuerdo.
Y luego, ya a oscuras: ¿Puedo preguntarte algo?
Naturalmente.
¿Qué harías si yo muriera?
Si tú murieras yo también querría morirme.
¿Para poder estar conmigo?
Sí. Para poder estar contigo.
Vale.
¡Feliz Navidad¡ Rafa
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