El pasado miércoles escribía nuestro compañero Juan Carlos sobre los presupuestos generales del Estado para 2008 y su efecto en el cambio del modelo de crecimiento. Quiero hoy aportar algunas reflexiones adicionales a las que él hizo, que me parecen muy acertadas, por otra parte. Efectivamente los objetivos del gobierno de ZP eran, básicamente, dos: mejorar la protección social y cambiar el modelo de crecimiento. Creo que los resultados, en ambos casos, son discretos, como expondré a continuación.
El tan denostado modelo de crecimiento de la etapa anterior, basado en creación de empleo y consumo interno, fue muy criticado por haber venido acompañado por un débil crecimiento de la productividad aparente del trabajo (PIB por trabajador). Permítanme ser políticamente incorrecto. Aunque ese hecho es cierto, a mí me da igual. Las críticas basadas en el débil crecimiento de la productividad, que tanto le gustaban a MAFO, actual gobernador del Banco de España, y a MIguel Sebastián, fallido candidato a alcalde de Madrid, parten de una gran inconsistencia en su punto de partida. Me explico.
En los modelos “estandar” de crecimiento, como el de Solow, sólo es posible crecer en términos per capita gracias a incrementos de la productividad… pero dicho escenario se limita a un estado estacionario con pleno empleo. Mientras existan recursos productivos ociosos (como mano de obra, con una tasa de paro del 23% en 1995) es totalmente legítimo, y lógico, estimular el crecimiento incorporando a esos trabajadores a actividades productivas. Estoy seguro de que ninguna empresa decidió contratar a un trabajador que no secesitase para nada con la intención espuria de reducir el crecimiento de la productividad. Por el contrario, la intención perseguida era alcanzar, en la actividad concreta para la que fuera contratado, incrementos de facturación y beneficio.
A tenor de la evolución del PIB de la economía española cabe pensar que dicho modelo de crecimiento ha sido un éxito sin paliativos. El problema surge cuando nos acercamos a un escenario de pleno empleo. Cuanto más cerca estemos de ese escenario, más debería importarnos unl débil crecimiento de la productividad. Y precisamente ahora es cuando deberíamos preguntarnos dónde está el nuevo modelo de crecimiento. Muy bien, ahora ya vemos nítidamente que el consumo interno y la construcción se desaceleran… pero ¿qué los va a sustituir? Me temo que el Gobierno no tiene una respuesta.
Y aquí enlazo directamente con los presupuestos. Creo que la falta de una política económica que se haya tomado estos problemas en serio vuelve a reeditar un problema común en estas épocas del año, cuando se tramitan los presupuestos: la confusión entre medios y fines. Volvemos a escuchar el debate que se resume en el argumento simplón de “yo soy bueno, porque gasto mucho” o “fíjense en cuánto voy a aumentar el gasto el año que viene en la partida X”. Pero es que “gastar” no es el objetivo finalista. Un ejemplo: gastar mucho en I+D+i es un medio para lograr algo, no es un fin en sí mismo. Ese gasto se tendrá que materializar en generación de patentes, o en incremento de cuota mundial en producción y comercialización de productos de alta tecnología, por ejemplo. Y en estos indicadores no se han producido avances.
Algo parecido sucede con el gasto social. Gastar se puede hacer de muchas formas. Y el gasto puede responder a muchos motivos. Una partida que crece de manera muy importante dentro del gasto social es la referida al pago de prestaciones por desempleo. Porque el gobierno espera incrementos del desempleo en 2008. Esto no parece que deba alegrarnos. El aumento en el gasto en las pensiones, otro ejemplo típico, se debe a muchos factores, algunos muy alejados de las subidas pactadas para 2008. Un ejemplo: la pensión media de los jubilados que fallecen es muy inferior a la de los nuevos jubilados que se incorporan al sistema. Como consecuencia, la propia evolución demográfica es un mecanismo que eleva la pensión media de manera muy importante.
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