Casi dos meses después del inicio de la tormenta en los mercados financieros, puede ser conveniente tomarse un respiro y valorar el parte de daños. En el lado de la economía real, tenemos caídas generalizadas en las expectativas de los agentes, tanto empresarios como consumidores, ajustes en algunos de los mercados inmobiliarios más “calientes” (EEUU, España o Irlanda) y subidas de la inflación (hoy mismo se anuncio el repunte del 1,7% al 2,1% en la UEM y del 2,2% al 2,7% en España). Por tanto, desde luego la combinación de crecimiento e inflación va a empeorar en el medio plazo, lo que indudablemente complicará la vida a los bancos centrales. Aunque algunos como el Banco de Inglaterra ya han demostrado de sobra su capacidad para complicársela sin necesidad de ayuda procedente del exterior.
Y en el lado financiero, el precio del petróleo en nuevos máximos (más de 80 dólares el barril de Brent), la onza de oro en sus niveles más elevados desde principios de los 80, el tipo de cambio efectivo del dólar en mínimos desde el año 1992 (y por supuesto en mínimos históricos frente al euro), los tipos de los mercados interbancarios tensionados reflejando que la desconfianza entre bancos no ha amainado y, por si fuera poco, bolsas como las americanas cerca de máximos. Y se me olvidaba, los emergentes casi convertidos en activos refugio.
De todo ello, en un ejercicio atrevido, se pueden sacar varias conclusiones.
1) Lo peor de la crisis financiera no lo hemos dejado atrás, queda mucho para cantar victoria. Todas las entidades financieras siguen prefiriendo liquidez y no por capricho, como quedó de manifiesto el miércoles cuando se pidieran 3,9 m.m. de euros al BCE al tipo de emergencia (5%). La consecuencia va a ser un endurecimiento de las condiciones de crédito con incidencia en el consumo e inversión y, por tanto, sobre el crecimiento.
2) El mercado interpreta que la FED bajará más los tipos de interés. Eso puede limitar el ajuste de la actividad, pero a cambio, el banco central americano puede perder credibilidad antiinflacionista. La subida del precio del oro o de las rentabilidades de la deuda la semana pasada reflejaría ese riesgo.
3) El dólar va a ser una de las variables de ajuste. Y si los asiáticos no contribuyen a un debilitamiento adicional del billete verde, el euro puede superar el 1,5.
4) La esperanza ahora se centra en la resistencia de los emergentes a la pérdida de impulso de la economía americana.
5) Las previsiones de crecimiento se van a ir rebajando en varias etapas en los próximos 6-9 meses.
6) Greenspan ha elegido un buen momento para sacar al mercado su libro. Aunque no explica lo suficiente por qué bajo los tipos hasta el 1% a principios de esta década.
En definitiva malos tiempos no para la lírica, sino para los analistas macroeconómicos y, en general, para los que se ganan la vida haciendo previsiones.
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