¿Libre mercado o intervencionismo? Esta es la pregunta que hace SamSS al post Nacionalismo económico de este blog de economía del 3 de septiembre. Contestando a la pregunta ¿Libre mercado o intervencionismo? se puede decir que según los partidarios de la libre competencia, el mercado es el mejor mecanismo para lograr una asignación eficiente de los recursos y, por tanto, para que la economía funcione bien y genere prosperidad para todos. Con el libre comercio y la competencia la sociedad en su conjunto se beneficia. Por otra parte, los partidarios del intervencionismo plantean su desconfianza en el buen funcionamiento de las reglas de mercado y su creencia de que el Estado es más sabio que el resto de los agentes económicos para alcanzar los objetivos de crecimiento y empleo. Aunque sin duda alguna, la tendencia de los últimos años es hacia el libre mercado, la intervención estatal se está haciendo notar en muchas naciones. Precisamente el post citado venía a cuento porque Alemania va a preservar de la inversión extranjera a empresas de sectores cardinales, como los medios de comunicación o la energía, sometidas a intentos de adquisición hostil. Los expertos coinciden en que la política del Gobierno alemán se debe sobre todo a la pujanza de los fondos de inversión estatales controlados por Rusia, China y algunas monarquías petroleras, aunque las trabas podrían servir para frenar a otros inversores no deseados. Se trata en definitiva de medidas que intentan salvaguardar los intereses nacionales de Alemania.
Desgraciadamente, en muchas ocasiones estas situaciones de intervención del estado en la economía generan corrupción e impiden la competencia por lo que reducen la actividad económica. En cambio, cuando los Gobiernos son limpios y democráticos, la administración pública funciona bien, los sistemas fiscales (aparte de redistributivos) son eficientes, se suprimen los favoritismos y los trámites burocráticos excesivos, se fomenta la competencia y hay seguridad jurídica, entonces los países están en mejor situación para generar más bienes y servicios y aumentan el empleo, los salarios y el bienestar.
Existe evidencia empírica que muestra que los países más cerrados al exterior (menos globalizados) tienden a ofrecer niveles de vida (rentas per capita) más bajos, a tener un mayor porcentaje de su población por debajo de la línea de pobreza y a disfrutar de menores libertades democráticas. Ello se debe a que el nacionalismo económico genera una estructura industrial retrasada con altos costos para los consumidores, que suelen ser los grandes perjudicados por el patriotismo económico. Es preciso recordar que a la globalización le debemos gran parte de nuestra prosperidad; por tanto, la actitud más coherente, desde mi punto de vista, en los tiempos que corren, es la de preocuparnos más por el buen funcionamiento de las empresas, el mercado y la economía de los países y menos de quién es la propiedad de las empresas que fabrican o prestan el servicio.
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