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    [post_content] => Aunque todos analistas daban por hecho que la Reserva Federal no movería los tipos de interés en Estados Unidos esta semana, existía la esperanza de que en su comunicado dejara entrever futuras disminuciones. La economía norteamericana lleva cuatro trimestres comportándose de forma mediocre y, desde principios de año, de forma especialmente preocupante. El paro, aunque se mantiene en tasas muy bajas - el 4,6% de la población activa-, viene repuntando ligeramente desde abril. Y tres años de endurecimiento de la política monetaria – los tipos han pasado desde mediados de 2004, del 1% al 5,25% -, han provocado una sustancial desaceleración de los precios en el mercado inmobiliario, y un aumento de la morosidad y los primeros problemas para algunas de las entidades que operan en el segmento subprime (hipotecas de alto riesgo).




En un contexto como el descrito, el terreno parece abonado para una relajación de la política monetaria que dinamice la economía, alivie la presión sobre los consumidores endeudados, evite que el enfriamiento del sector inmobiliario se traslade hacia otros segmentos de la actividad económica y desarticule una probable crisis financiero-hipotecaria. Pero la Reserva Federal ha optado por mantener los tipos de interés en el 5,25% y lo que es peor, no ha emitido señales claras sobre su descenso en otoño. ¿Por qué? Pues como siempre, por las tensiones inflacionistas. Aunque reconoce la moderación del crecimiento económico y los problemas que puede provocar una  corrección en el sector inmobiliario, la resistencia experimentada por los precios a moderarse, pesa mucho más. Y luego está el dólar. Si los tipos bajasen, la moneda norteamericana se depreciaría aún más y eso encarecería las importaciones. Es decir, ante todo, ortodoxia monetaria.

A este lado del Atlántico, la tónica es la misma. El Banco Central Europeo tampoco ha roto los pronósticos y  ha optado por irse de vacaciones manteniendo los tipos en el 4%. En cambio, ha emitido señales muy claras de que los subirá a la vuelta del verano, y la razón es también la inflación. Pero a diferencia del caso norteamericano, donde la inflación, aunque baja, está presente, en la eurozona sólo se perciben riesgos a futuro. Riesgos derivados de que el encarecimiento del petróleo, la recuperación económica de las principales economías europeas, la creación de empleo o el elevado uso de la capacidad instalada, acaben por manifestarse en los índices de inflación y lo que es peor, se trasladen a los salarios.

Por tanto, si nada cambia, lo más probable es que la llegada del otoño nos traerá tipos más altos en la eurozona –que podrían llegar al 4,5% a finales de año- y una tensa espera en Estados Unidos: si la recuperación anunciada para el segundo semestre se materializa, es probable que se mantengan, y si no es así, empezarán a disminuir. Pero si hacer previsiones sobre acontecimientos económicos ya es de por sí arriesgado, cuando en ellas se incluyen a los bancos centrales, la cosa se complica aún más. ¿Cómo creéis vosotros que evolucionarán los acontecimientos?


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9
Ago

¿Por qué no baja los tipos la Reserva Federal?

Escrito el 9 agosto 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Política Monetaria

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En un contexto como el descrito, el terreno parece abonado para una relajación de la política monetaria que dinamice la economía, alivie la presión sobre los consumidores endeudados, evite que el enfriamiento del sector inmobiliario se traslade hacia otros segmentos de la actividad económica y desarticule una probable crisis financiero-hipotecaria. Pero la Reserva Federal ha optado por mantener los tipos de interés en el 5,25% y lo que es peor, no ha emitido señales claras sobre su descenso en otoño. ¿Por qué? Pues como siempre, por las tensiones inflacionistas. Aunque reconoce la moderación del crecimiento económico y los problemas que puede provocar una  corrección en el sector inmobiliario, la resistencia experimentada por los precios a moderarse, pesa mucho más. Y luego está el dólar. Si los tipos bajasen, la moneda norteamericana se depreciaría aún más y eso encarecería las importaciones. Es decir, ante todo, ortodoxia monetaria.

A este lado del Atlántico, la tónica es la misma. El Banco Central Europeo tampoco ha roto los pronósticos y  ha optado por irse de vacaciones manteniendo los tipos en el 4%. En cambio, ha emitido señales muy claras de que los subirá a la vuelta del verano, y la razón es también la inflación. Pero a diferencia del caso norteamericano, donde la inflación, aunque baja, está presente, en la eurozona sólo se perciben riesgos a futuro. Riesgos derivados de que el encarecimiento del petróleo, la recuperación económica de las principales economías europeas, la creación de empleo o el elevado uso de la capacidad instalada, acaben por manifestarse en los índices de inflación y lo que es peor, se trasladen a los salarios.

Por tanto, si nada cambia, lo más probable es que la llegada del otoño nos traerá tipos más altos en la eurozona –que podrían llegar al 4,5% a finales de año- y una tensa espera en Estados Unidos: si la recuperación anunciada para el segundo semestre se materializa, es probable que se mantengan, y si no es así, empezarán a disminuir. Pero si hacer previsiones sobre acontecimientos económicos ya es de por sí arriesgado, cuando en ellas se incluyen a los bancos centrales, la cosa se complica aún más. ¿Cómo creéis vosotros que evolucionarán los acontecimientos?


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En un contexto como el descrito, el terreno parece abonado para una relajación de la política monetaria que dinamice la economía, alivie la presión sobre los consumidores endeudados, evite que el enfriamiento del sector inmobiliario se traslade hacia otros segmentos de la actividad económica y desarticule una probable crisis financiero-hipotecaria. Pero la Reserva Federal ha optado por mantener los tipos de interés en el 5,25% y lo que es peor, no ha emitido señales claras sobre su descenso en otoño. ¿Por qué? Pues como siempre, por las tensiones inflacionistas. Aunque reconoce la moderación del crecimiento económico y los problemas que puede provocar una corrección en el sector inmobiliario, la resistencia experimentada por los precios a moderarse, pesa mucho más. Y luego está el dólar. Si los tipos bajasen, la moneda norteamericana se depreciaría aún más y eso encarecería las importaciones. Es decir, ante todo, ortodoxia monetaria.

A este lado del Atlántico, la tónica es la misma. El Banco Central Europeo tampoco ha roto los pronósticos y ha optado por irse de vacaciones manteniendo los tipos en el 4%. En cambio, ha emitido señales muy claras de que los subirá a la vuelta del verano, y la razón es también la inflación. Pero a diferencia del caso norteamericano, donde la inflación, aunque baja, está presente, en la eurozona sólo se perciben riesgos a futuro. Riesgos derivados de que el encarecimiento del petróleo, la recuperación económica de las principales economías europeas, la creación de empleo o el elevado uso de la capacidad instalada, acaben por manifestarse en los índices de inflación y lo que es peor, se trasladen a los salarios.

Por tanto, si nada cambia, lo más probable es que la llegada del otoño nos traerá tipos más altos en la eurozona –que podrían llegar al 4,5% a finales de año- y una tensa espera en Estados Unidos: si la recuperación anunciada para el segundo semestre se materializa, es probable que se mantengan, y si no es así, empezarán a disminuir. Pero si hacer previsiones sobre acontecimientos económicos ya es de por sí arriesgado, cuando en ellas se incluyen a los bancos centrales, la cosa se complica aún más. ¿Cómo creéis vosotros que evolucionarán los acontecimientos?

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