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    [post_content] => El Debate sobre el estado de la nación de 2007 será recordado, entre otras cosas, por el anuncio de Zapatero de conceder una ayuda de 2.500 euros a cada familia en la que, a partir de ahora, nazca un hijo. Más allá de la interpretación política del anuncio, por cierto, un plagio a la baja de una propuesta del programa electoral del PP en 2004 (en dicho caso eran 3.000 euros), con el que parece que el presidente inicia la campaña electoral para las próximas elecciones generales, conviene realizar un análisis sosegado del impacto económico de dicha medida.


Vaya por delante que a mí no me gusta este tipo de medidas, porque no acabo de entender su finalidad. ¿Qué se persigue? ¿Se trata de un estímulo para fomentar la natalidad? Lo dudo mucho. Según el diccionario de la Real Academia, un estímulo es aquello que mueve a hacer algo. Es decir, esta medida sería un estímulo si, como consecuencia de su implantación, aquellas personas, que con el sistema actual de ayudas deciden no tener un hijo más, dan el paso de tener un nuevo hijo.

Previsiblemente no servirá para incrementar la natalidad de forma directa, ya que todos los padres responsables saben que 2.500 euros son una ínfima parte del coste que supone criar a un hijo desde que nace hasta que se vale por sí mismo (en la interpretación más económica del término). Sería muy irresponsable, por tanto, decidir tener un hijo sólo porque se establece esta ayuda.

Por tanto, y en el momento en el que tenemos claro que no se trata de un incentivo a la natalidad, ya sólo nos queda comprobar que se trata de una simple ayuda para el mantenimiento de los hijos, sin más. Los lectores se preguntarán si acaso eso es malo. Pues, como casi todas las cosas, el lado amable no lo es todo.

Para empezar, no olvidemos que esta ayuda se concede con dinero público. Con dinero de los impuestos pagados por todos los contribuyentes. Y es una medida carísima. Para que se hagan una idea, durante el año 2006 se produjeron en España 481.102 nacimientos, por lo que si se multiplican por 2.500 euros se obtiene un coste total de 1.202 millones de euros. Esta cuantía, por sí sola, supera todo lo que en dicho año destinó el Gobierno a la promoción de la vivienda o a la cultura y equivale más o menos al presupuesto total de Justicia. ¿No resulta decepcionante que el Gobierno no encuentre mejor uso a este dinero que una subvención directa? ¿No podría gastarlo, por ejemplo, en promover la creación de guarderías, que fomenten la incorporación de las madres al mercado de trabajo?

Tampoco parece tener mucho sentido elevar la presión fiscal a los contribuyentes y luego devolver recursos con transferencias directas de esta naturaleza. Y con esto entramos en otro aspecto que me sorprende del anuncio realizado por Zapatero: el trato fiscal a las familias en el nuevo IRPF. Como sabrán los lectores, la reforma del IRPF realizada por el actual Gobierno es novedosa en un aspecto respecto a las anteriores: esta vez genera no sólo ganadores, sino también perdedores. Aproximadamente el 26,1 por 100 de los contribuyentes pagarán más con el nuevo IRPF. Estos perdedores se concentran, sobre todo, en las clases medias y, especialmente en familias con hijos. Los ganadores son, sobre todo, solteros y parejas sin hijos. ¿No les parece sorprendente? Por un lado un maltrato a las familias en el IRPF y por otro un anuncio de una ayuda para los nuevos hijos. Mi opinión es que estamos ante una nueva ocurrencia del presidente.

Pero este tipo de ocurrencias ya han sido llevadas a cabo en otros países. En Francia adoptaron hace tiempo medidas similares a ésta, aunque más generosas aún y también incondicionadas. Y los resultados al cabo de unos años no son especialmente positivos, al tiempo que han contribuido a crear cierto malestar en la medida en que se han convertido en una fuente de captación de recursos públicos por parte de la población inmigrante. Este tema, delicado, no debe olvidarse en el análisis, pero dada su complejidad, lo podemos dejar para otro día. Pero les dejo sólo un apunte para la reflexión. Acabo de introducir una búsqueda en Google con los siguientes parámetros: zapatero-2500-euros-hijos. Pues bien, las tres primeras páginas que me aparecen en la búsqueda son latinoamericanas (República Dominicana, Argentina y México). ¿Estamos ante un nuevo elemento que alimentará el “efecto llamada”?




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7
Jul

Los 2.500 euros de Zapatero

Escrito el 7 julio 2007 por Valentín Bote en Economía española

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Vaya por delante que a mí no me gusta este tipo de medidas, porque no acabo de entender su finalidad. ¿Qué se persigue? ¿Se trata de un estímulo para fomentar la natalidad? Lo dudo mucho. Según el diccionario de la Real Academia, un estímulo es aquello que mueve a hacer algo. Es decir, esta medida sería un estímulo si, como consecuencia de su implantación, aquellas personas, que con el sistema actual de ayudas deciden no tener un hijo más, dan el paso de tener un nuevo hijo.

Previsiblemente no servirá para incrementar la natalidad de forma directa, ya que todos los padres responsables saben que 2.500 euros son una ínfima parte del coste que supone criar a un hijo desde que nace hasta que se vale por sí mismo (en la interpretación más económica del término). Sería muy irresponsable, por tanto, decidir tener un hijo sólo porque se establece esta ayuda.

Por tanto, y en el momento en el que tenemos claro que no se trata de un incentivo a la natalidad, ya sólo nos queda comprobar que se trata de una simple ayuda para el mantenimiento de los hijos, sin más. Los lectores se preguntarán si acaso eso es malo. Pues, como casi todas las cosas, el lado amable no lo es todo.

Para empezar, no olvidemos que esta ayuda se concede con dinero público. Con dinero de los impuestos pagados por todos los contribuyentes. Y es una medida carísima. Para que se hagan una idea, durante el año 2006 se produjeron en España 481.102 nacimientos, por lo que si se multiplican por 2.500 euros se obtiene un coste total de 1.202 millones de euros. Esta cuantía, por sí sola, supera todo lo que en dicho año destinó el Gobierno a la promoción de la vivienda o a la cultura y equivale más o menos al presupuesto total de Justicia. ¿No resulta decepcionante que el Gobierno no encuentre mejor uso a este dinero que una subvención directa? ¿No podría gastarlo, por ejemplo, en promover la creación de guarderías, que fomenten la incorporación de las madres al mercado de trabajo?

Tampoco parece tener mucho sentido elevar la presión fiscal a los contribuyentes y luego devolver recursos con transferencias directas de esta naturaleza. Y con esto entramos en otro aspecto que me sorprende del anuncio realizado por Zapatero: el trato fiscal a las familias en el nuevo IRPF. Como sabrán los lectores, la reforma del IRPF realizada por el actual Gobierno es novedosa en un aspecto respecto a las anteriores: esta vez genera no sólo ganadores, sino también perdedores. Aproximadamente el 26,1 por 100 de los contribuyentes pagarán más con el nuevo IRPF. Estos perdedores se concentran, sobre todo, en las clases medias y, especialmente en familias con hijos. Los ganadores son, sobre todo, solteros y parejas sin hijos. ¿No les parece sorprendente? Por un lado un maltrato a las familias en el IRPF y por otro un anuncio de una ayuda para los nuevos hijos. Mi opinión es que estamos ante una nueva ocurrencia del presidente.

Pero este tipo de ocurrencias ya han sido llevadas a cabo en otros países. En Francia adoptaron hace tiempo medidas similares a ésta, aunque más generosas aún y también incondicionadas. Y los resultados al cabo de unos años no son especialmente positivos, al tiempo que han contribuido a crear cierto malestar en la medida en que se han convertido en una fuente de captación de recursos públicos por parte de la población inmigrante. Este tema, delicado, no debe olvidarse en el análisis, pero dada su complejidad, lo podemos dejar para otro día. Pero les dejo sólo un apunte para la reflexión. Acabo de introducir una búsqueda en Google con los siguientes parámetros: zapatero-2500-euros-hijos. Pues bien, las tres primeras páginas que me aparecen en la búsqueda son latinoamericanas (República Dominicana, Argentina y México). ¿Estamos ante un nuevo elemento que alimentará el “efecto llamada”?




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Vaya por delante que a mí no me gusta este tipo de medidas, porque no acabo de entender su finalidad. ¿Qué se persigue? ¿Se trata de un estímulo para fomentar la natalidad? Lo dudo mucho. Según el diccionario de la Real Academia, un estímulo es aquello que mueve a hacer algo. Es decir, esta medida sería un estímulo si, como consecuencia de su implantación, aquellas personas, que con el sistema actual de ayudas deciden no tener un hijo más, dan el paso de tener un nuevo hijo.

Previsiblemente no servirá para incrementar la natalidad de forma directa, ya que todos los padres responsables saben que 2.500 euros son una ínfima parte del coste que supone criar a un hijo desde que nace hasta que se vale por sí mismo (en la interpretación más económica del término). Sería muy irresponsable, por tanto, decidir tener un hijo sólo porque se establece esta ayuda.

Por tanto, y en el momento en el que tenemos claro que no se trata de un incentivo a la natalidad, ya sólo nos queda comprobar que se trata de una simple ayuda para el mantenimiento de los hijos, sin más. Los lectores se preguntarán si acaso eso es malo. Pues, como casi todas las cosas, el lado amable no lo es todo.

Para empezar, no olvidemos que esta ayuda se concede con dinero público. Con dinero de los impuestos pagados por todos los contribuyentes. Y es una medida carísima. Para que se hagan una idea, durante el año 2006 se produjeron en España 481.102 nacimientos, por lo que si se multiplican por 2.500 euros se obtiene un coste total de 1.202 millones de euros. Esta cuantía, por sí sola, supera todo lo que en dicho año destinó el Gobierno a la promoción de la vivienda o a la cultura y equivale más o menos al presupuesto total de Justicia. ¿No resulta decepcionante que el Gobierno no encuentre mejor uso a este dinero que una subvención directa? ¿No podría gastarlo, por ejemplo, en promover la creación de guarderías, que fomenten la incorporación de las madres al mercado de trabajo?

Tampoco parece tener mucho sentido elevar la presión fiscal a los contribuyentes y luego devolver recursos con transferencias directas de esta naturaleza. Y con esto entramos en otro aspecto que me sorprende del anuncio realizado por Zapatero: el trato fiscal a las familias en el nuevo IRPF. Como sabrán los lectores, la reforma del IRPF realizada por el actual Gobierno es novedosa en un aspecto respecto a las anteriores: esta vez genera no sólo ganadores, sino también perdedores. Aproximadamente el 26,1 por 100 de los contribuyentes pagarán más con el nuevo IRPF. Estos perdedores se concentran, sobre todo, en las clases medias y, especialmente en familias con hijos. Los ganadores son, sobre todo, solteros y parejas sin hijos. ¿No les parece sorprendente? Por un lado un maltrato a las familias en el IRPF y por otro un anuncio de una ayuda para los nuevos hijos. Mi opinión es que estamos ante una nueva ocurrencia del presidente.

Pero este tipo de ocurrencias ya han sido llevadas a cabo en otros países. En Francia adoptaron hace tiempo medidas similares a ésta, aunque más generosas aún y también incondicionadas. Y los resultados al cabo de unos años no son especialmente positivos, al tiempo que han contribuido a crear cierto malestar en la medida en que se han convertido en una fuente de captación de recursos públicos por parte de la población inmigrante. Este tema, delicado, no debe olvidarse en el análisis, pero dada su complejidad, lo podemos dejar para otro día. Pero les dejo sólo un apunte para la reflexión. Acabo de introducir una búsqueda en Google con los siguientes parámetros: zapatero-2500-euros-hijos. Pues bien, las tres primeras páginas que me aparecen en la búsqueda son latinoamericanas (República Dominicana, Argentina y México). ¿Estamos ante un nuevo elemento que alimentará el “efecto llamada”?

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