La Academia China de Ciencias Sociales acaba de hacer público un informe en el que se recoge que, de seguir los actuales ritmos de crecimiento, la mano de obra sin especializar podría empezar a escasear en China hacia 2010. La razón es que se calcula que actualmente sólo hay disponibles en el medio rural 52 millones de personas menores de 40 años, frente a los 150 que se creía que había. De ser ciertas estas predicciones, se pasaría de una época de excedentes laborales a otra de escasez de mano de obra, lo que implicaría una subida salarial generalizada, cuestionando la competitividad de la que ha venido disfrutando la economía china hasta ahora.
Esa misma competitividad también podría verse afectada de seguir la apreciación del yuan. Desde julio de 2005, fecha en la que se le permitió fluctuar de forma limitada frente al dólar, se ha apreciado en 5% y de aquí a finales de año, podría seguir haciéndolo en otro 5% adicional. De continuar esta tendencia – que a Washington le gustaría ver acrecentarse para reducir el gigantesco déficit comercial que tiene con el gigante asiático-, muchas de las exportaciones chinas de textiles, juguetes o calzado se verían seriamente afectadas.
Estas dos noticias, ponen en cuestión el modelo sobre el que China ha basado hasta ahora su espectacular crecimiento: masiva exportación de manufacturas basadas en unos bajísimos costes salariales por la abundancia de mano de mano de obra y en un tipo de cambio artificialmente depreciado.
Pero lejos de que esto suponga el principio del fin de su modelo, el país se empieza a adaptar a lo que puede venirle encima. Sin ir más lejos, esta semana hemos asistido al inicio de las obras de la planta de ensamblaje de Airbus en la ciudad de Tianjin. La instalación, que deberá estar operativa el año que viene, espera poder entregar a partir de 2011, 4 aviones de la familia A320 al mes para abastecer al floreciente mercado chino de aviación civil y al resto de mercados del sudeste asiático. Además, el gobierno chino ha anunciado su intención de poner en marcha de forma inmediata un plan para poder construir sus propios aviones comerciales de medio y largo recorrido.
China tiene muy claro que sus ventajas comparativas no son sostenibles y que irán disminuyendo en los próximos años. Pero antes de que esto ocurra, empieza a sentar las bases de una economía que incorpore mucho más valor añadido. España y muchos países de Latinoamérica, deberían de tomar buena nota del camino que China se dispone a recorrer.
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