El pasado mes de enero publiqué en este blog de economía un post que hacía referencia a la presión de los EEUU sobre las autoridades chinas en materia cambiaria. Como es bien sabido, desde su flexibilización parcial en verano de 2005 la moneda china tan sólo se ha fortalecido frente al US$ alrededor de un 8%, bastante por debajo del 50% que sugieren algunas estimaciones basadas en la paridad de poder adquisitivo (PPP), y en cualquier caso por debajo de lo que al parecer desearía el Congreso estadounidense. En aquel post, argumentaba que los EEUU deberían tener cuidado con lo que desean y reconsiderar la búsqueda fuera de sus fronteras de las soluciones a su abultado desequilibrio exterior.
En este mismo sentido se expresa un interesante artículo publicado ayer por The Economist, con argumentos reforzados por recientes estudios.
El artículo plantea que la presión estadounidense sobre el yuan está basada en una serie de “mitos”, que procede a desmontar. El primero de ellos se encuentra en la afirmación de que hay una aplastante evidencia de que el yuan se encuentra fuertemente infravaluado. El enorme superávit bilateral chino frente a EEUU (30% de su déficit) no prueba nada, sugiere el artículo; tan sólo un cambio en la cadena de aprovisionamiento asiática, donde China ha tomado el lugar que antes ocupaban las importaciones estadounidenses procedentes de Japón, Corea del Sur y Taiwán. El segundo mito a desmontar es que el fuerte crecimiento del superávit chino desde 2004 se debe a una explosión de exportaciones baratas, ayudada por la infravaluación de su moneda. Los datos muestran que la mayor parte de ese crecimiento es explicada por una reducción del crecimiento real anual de sus importaciones, desde el 30% en 2004 al 15% del año pasado. La tercera falacia, dice el artículo, es que las importaciones procedentes de China destruyen empleo y dañan a la economía estadounidense. Con respecto al mercado de trabajo, si bien podría afectar a su composición es dudoso que lo haga negativamente en términos cuantitativos, dado que el desempleo se mantiene cercano al 4,5%, por debajo del de años recientes. En cuanto al pretendido daño sobre la economía norteamericana, como sugeríamos en este blog, podría argumentarse justo lo contrario: la debilidad relativa del yuan, en la medida que los estadounidenses han podido consumir productos chinos más baratos, ha ayudado a los EEUU a mantener una inflación más contenida y, en consecuencia, ha permitido unos tipos de interés más bajos.
El mayor mito, concluye el artículo, es que la revaluación del yuan ayudaría a reducir radicalmente el déficit exterior estadounidense. La causa real (y su solución) se encuentra dentro del país, no fuera: los estadounidenses gastan mucho y ahorran poco.
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